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Saber ganar

"El triunfo de Mauricio Macri en Argentina y de la oposición en Venezuela tienen muchas cosas en común. Sin embargo, lo más importante ahora es saber construir un sistema verdaderamente democrático que cierre las divisiones de la sociedad y deje atrás el populismo".

11 de diciembre de 2015 Por:

"El triunfo de Mauricio Macri en Argentina y de la oposición en Venezuela tienen muchas cosas en común. Sin embargo, lo más importante ahora es saber construir un sistema verdaderamente democrático que cierre las divisiones de la sociedad y deje atrás el populismo".

El triunfo de Mauricio Macri en Argentina y de la oposición en Venezuela tienen muchas cosas en común. Sin embargo, lo más importante ahora es saber construir un sistema verdaderamente democrático que cierre las divisiones de la sociedad y deje atrás el populismo.El primer punto en común es la crisis económica y el fracaso tanto del kichnerismo argentino como del chavismo venezolano en su manejo. Al usar el poder para crear una cauda propia, prefirieron dejar atrás el cuidado de la prosperidad para dedicar las bonanzas de las materias primas, los alimentos en un caso y el petróleo en otro, hacia objetivos poco claros. El resultado fue la quiebra de sus países, la inflación galopante que hace más pobre a la sociedad y la escasez de bienes producidos en el interior por la obsesión de perseguir la iniciativa privada, o importados, ante la devaluación que envilece la capacidad de compra de sus divisas.Ése fue el efecto del llamado Socialismo Siglo XXI en dos de las economías más grandes de América. El otro, no menos nocivo, es el empuje de la corrupción que se deriva de la concentración del poder en unos cuantos personajes, justificado bajo la planeación centralizada que asfixia la iniciativa privada y ahuyenta la inversión internacional, tradicionales fuentes de riqueza tanto en Argentina como en Colombia. Esos personajes terminan con facultades casi omnímodas para decidir el futuro de toda una nación, mientras se enriquecen y destruyen la credibilidad del Estado.Hoy, Venezuela, uno de los países con mayores reservas petroleras del Planeta, atraviesa la peor época de su historia: sus ciudadanos deben hacer largas colas para buscar alimentos y artículos de primera necesidad, mientras una pequeña fracción, la llamada boliburguesía, se enriquece sin límites y apela a la violencia de grupos paramilitares para tratar de controlar la inconformidad. Y en Argentina, los validos del kirchnerismo con el hijo del expresidente y la expresidenta, ven crecer sus patrimonios en forma escandalosa.La lista puede ser eterna. Sin embargo, y de manera casi milagrosa, las elecciones permitieron derrotar esas formas de dictaduras disfrazadas de democracia. Lo que de por sí no implica que las soluciones lleguen en un santiamén. Por el contrario, a Macri y a la oposición venezolana les corresponde ahora tomar los correctivos, por amargos que sean, para recuperar el rumbo de la economía y a la vez devolverle la credibilidad a la democracia como herramienta para unir a sus naciones.El desafío es entonces saber usar el triunfo. Es decir, evitar hasta donde sea posible la confrontación que nace de la explicable sed de revancha en pueblos tan lastimados por el abuso. Más en Venezuela, donde el Ejecutivo sigue en manos de la ineptitud y el odio como método de gobierno de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y todos los que usaron la ideología como pretexto para desmantelar la economía. Allí estará la clave para devolverle la libertad y el orden a unas sociedades en las cuales, durante una década se sembró el odio y la división como instrumento para perpetuarse en el poder.

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