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Reaparece el terrorismo

Ningún estatuto nacional o internacional autoriza a realizar acciones como la de instalar dos carros cargados de explosivos y detonarlos de manera cobarde, a sabiendas de la masacre y el enorme daño que pueden causar a miles de seres humanos.

16 de junio de 2021 Por: Editorial .

Al parecer, se volvió costumbre en Colombia realizar un atentado terrorista, justificarlo como una acción política y reclamar diálogos en los cuales se exige el sacrificio del Estado mediante el chantaje de la violencia. Y luego viene la demanda para que se entablen las consabidas mesas de diálogo, la oportunidad para que quienes cometen esos atentados se conviertan en defensores de los derechos humanos.

Las bombas en el batallón número treinta de Cúcuta son la reiteración de esa táctica tan desgastada como criminal. Fue una trampa dirigida a causar la mayor cantidad de muertos posibles mediante el terrorismo indiscriminado, que milagrosamente no logró su objetivo.

Pero fue un crimen de lesa humanidad, así se haya elegido una instalación militar. Ningún estatuto nacional o internacional autoriza a realizar acciones como la de instalar dos carros cargados de explosivos y detonarlos de manera cobarde, a sabiendas de la masacre y el enorme daño que pueden causar a miles de seres humanos.

Por supuesto, también es el momento para preguntar por qué fue posible el atentado en una guarnición militar ubicada en una de las zonas más conflictivas de la frontera con Venezuela. Además de los correctivos y sanciones adoptadas por el Gobierno y el Comando del Ejército que cubren a los oficiales responsables de la seguridad, las autoridades deben descubrir cómo fue posible el atentado y quiénes son sus autores directos e indirectos.

Y que no se siga insistiendo en presionar un diálogo con quienes han hecho del terrorismo, el narcotráfico y la violencia su forma de existir y de extorsionar a nuestra Nación. Tanto este como el atentado contra la escuela de Policía General Santander dan fe del espíritu criminal que domina al Eln, el mismo que ha impedido lograr algún acuerdo en los ya incontables esfuerzos por entablar una negociación seria.

Aunque el ataque es un golpe al corazón de uno de los pilares de la seguridad de nuestro país, no debe quedar duda alguna sobre la decisión de superar lo que es también un desafío al Estado. Y sobre el compromiso de cada uno de los integrantes de su Fuerza Pública con el cumplimiento de su obligación de defender al país y a sus instituciones contra los criminales que pretenden doblegarlos.

Dentro de las particularidades del atentado debe destacarse también el que hayan escogido la zona limítrofe con Venezuela, país dominado por una dictadura unida por inocultables vínculos con los grupos de delincuencia y de narcotráfico que más daño le causan a nuestra Nación.
No sería extraño que la demencial acción haga parte de un intento más por escalar el conflicto con el incómodo y peligroso vecino.

Ahora hay que seguir adelante, sin descuidos, con los ojos bien abiertos para evitar sorpresas criminales como esta, y con la convicción de que los colombianos podremos superar el desafío de los criminales. Mientes tanto, sería interesante escuchar lo que piensan de este crimen quienes se empeñan en imponerle a Colombia una negociación con los autores del terrorismo que son apoyados y protegidos por la tiranía que manda en Venezuela.

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