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Otro año perdido

La historia está llena de esos comunicados con los cuales se pretende conseguir el respaldo de los colombianos por lo que los cabecillas del Eln pretenden mostrar como un generoso gesto humanitario. Pero nunca se refieren a su relación cada vez más profunda con el narcotráfico y las organizaciones internacionales de las cuales son proveedores ni a las tragedias y horrores que a diario producen en las comunidades del Pacífico, del Chocó, de Nariño, del Putumayo y ahora de varios estados de Venezuela con la minería ilegal.

17 de diciembre de 2018 Por: Editorial .

Al igual que el jefe del Clan del Golfo, los del Eln acaban de declarar sus acostumbradas vacaciones de Navidad y fin de año. Y con el cinismo que ya es habitual en sus voceros, insisten en calificar como esfuerzos de paz lo que queda de la mesa en La Habana, sin comprometerse a liberar a los secuestrados o a abstenerse de vincular menores de edad a la violencia, como lo pide el Gobierno Nacional para volver a dialogar.

Lo que queda es entonces la advertencia sobre su renuencia a hablar de paz con la seriedad que exigen la Nación y la comunidad internacional. Y de nuevo, la amenaza de continuar con la larga lista de actividades criminales que ya se extendieron a Venezuela, ante la complicidad y las sociedades creadas con sus gobernantes.

La historia está llena de esos comunicados con los cuales se pretende conseguir el respaldo de los colombianos por lo que los cabecillas del Eln pretenden mostrar como un generoso gesto humanitario. Pero nunca se refieren a su relación cada vez más profunda con el narcotráfico y las organizaciones internacionales de las cuales son proveedores ni a las tragedias y horrores que a diario producen en las comunidades del Pacífico, del Chocó, de Nariño, del Putumayo y ahora de varios estados de Venezuela con la minería ilegal.

Por supuesto, no es de esperar algo distinto al rechazo, así en algunos sectores se les dé credibilidad y se pretenda crear esperanzas sobre una voluntad de paz que nunca aparece. Infortunadamente, y pese a los arduos esfuerzos que realizó el gobierno anterior y a las concesiones que ofreció, fue el Eln el causante de un nuevo fracaso en las negociaciones que se iniciaron en el 2016 en Caracas.

A manera de resumen de lo ocurrido en el presente año puede decirse que este nuevo esfuerzo por entablar una negociación creíble con el Eln fracasó de manera estrepitosa. Así lo demuestra el que el gobierno de Ecuador haya suspendido su colaboración y se haya retirado como facilitador, al rechazar de manera terminante el terrorismo que acompaña a quienes ahora se han convertido en factor importante para el tráfico de drogas ilícitas y la siembra de coca en la región fronteriza, y al usar el territorio ecuatoriano para sus fechorías.

Como era de esperarse, el presidente Iván Duque se negó a aceptar cualquier posibilidad de continuar los diálogos con el Eln mientras no liberen a los secuestrados y no suspendan la vinculación de menores a la guerra. Son puntos claros que el Mandatario ha puesto de presente desde su campaña, y que reflejan el rechazo a la extorsión que significa para Colombia el mantenimiento de conductas que atentan contra el Derecho Humanitario.

Ante esas realidades, debe reconocerse que la negociación en La Habana es hoy un cascarón vacío y sin interlocutores válidos que solo existe para el Eln en su propósito de usarla con intenciones propagandísticas, mientras continúa con sus crímenes. Y que se ha perdido otro intento, uno más, por terminar la violencia inútil que golpea a millones de colombianos y solo conduce al enriquecimiento de los jefes de esa organización ilegal.

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