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Matando el fútbol

Ya ni siquiera sirve prohibir la asistencia de las barras visitantes. La violencia, drogas, delincuencia tienen en jaque a este deporte hace mucho tiempo. Lo peor es que como lo evidenciaron los máximos directivos del fútbol mundial, todo es un negocio.

25 de noviembre de 2018 Por: Editorial .

Lo que prometía ser una final soñada por los amantes del fútbol terminó en una vergüenza internacional. El superclásico más trascendental en 110 años de historia, el encuentro que había puesto a River, Boca y a la Argentina en los ojos de todo el mundo finalizó en un escándalo que demuestra la violencia que lo ronda.

La emboscada al bus del Boca Juniors. El desborde del público local. La inaudita presión de los directivos de la Conmebol y el presidente de la Fifa para jugar por encima de todo. Los robos en las afueras del estadio Monumental. Los enfrentamientos con la Policía. Los hinchas asustados dentro del estadio. Una vergüenza, un triste episodio para el deporte más popular del planeta, hoy secuestrado por los barrabrava, no solo en Argentina, porque Colombia padece también este desborde irracional.

Las piedras, botellas y palos que estallaron contra los vidrios del bus en el que viajaba Boca habrían sido una retaliación por un operativo policial en la casa de uno de los líderes de la barra ‘Los borrachos del tablón’, de River, en el que se incautaron 300 entradas para la reventa y diez millones de pesos argentinos. Unos días antes, un centenar de hinchas violentos de All Boys, un equipo de tercera categoría, se había enfrentado con la Policía en Buenos Aires.

Lo que está sucediendo en Argentina y gran parte del continente es un desborde de fanáticos violentos. Pero también demuestra la incapacidad de las autoridades, tanto en Argentina como en Colombia, que se desentienden de su obligación de imponerse y perseguir a estas bandas de forajidos que se apoderaron de un espectáculo que debe ser ejemplo de convivencia.

Una gran responsabilidad también le cabe a los medios de comunicación y los dirigentes del fútbol. Los primeros por incitadores y convertir un deporte en una guerra. Mientras que los directivos han alimentado el monstruo patrocinando sus viajes, regalando entradas para que las revendan y permitiéndoles a las barrabravas que decidan la permanencia de jugadores y técnicos.

Ya ni siquiera sirve prohibir la asistencia de las barras visitantes. La violencia, drogas, delincuencia tienen en jaque a este deporte hace mucho tiempo. Lo peor es que como lo evidenciaron los máximos directivos del fútbol mundial, todo es un negocio. Querían obligar a Boca a jugar a pesar de que su capitán no veía, que seis jugadores vomitaban, que varios tenían heridas en sus brazos y que el estrés hacía estragos en el equipo.

Los ojos del mundo estaban puestos en Argentina y el papelón fue monumental. El presidente Macri fue presidente de Boca y, a pesar de eso, la falta de autoridad causó este desastre. Hoy todos se tiran la pelota. El jueves comienza la Cumbre del G-20 en Buenos Aires y muchos se preguntan si el país está en condiciones de garantizar la seguridad de los Jefes de Estado.

Vergüenza por el público, los dirigentes de la Conmebol y de la Fifa, por la incapacidad de las autoridades para defender el fútbol de la violencia y las mafias. Y para proteger un bien social, el derecho a disfrutar el fútbol en paz como símbolo de unión en la diferencia.

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