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Las caravanas de la muerte

Y si bien unos pocos son detenidos, como se ha visto en las carreteras vallecaucanas, casi todos pasan sin que sean perturbados por lo menos de manera oficial.

27 de julio de 2021 Por: Editorial .

A Necoclí, el municipio del Urabá antioqueño, la población se le creció un 30% de un momento a otro. De 35.000 habitantes en el casco urbano pasó a 45.000 porque le llegaron 10.000 inmigrantes de todas partes del mundo, de esos que han convertido a Colombia en un país de tránsito en su sueño de coronar los Estados Unidos. Hoy se vive una emergencia social, económica y sanitaria, que debe ser atendida como demandan las autoridades locales.

El problema no es de ahora ni es exclusivo de Necoclí. A pesar de las denuncias, el país sigue siendo un espacio abierto para la trata de personas y son miles las que llegan desde Asia y África o desde Cuba y Haití, ingresan generalmente por Ecuador, atraviesan al menos cuatro departamentos, incluido el Valle del Cauca y quedan a su suerte en pueblos del Pacífico o del Urabá antioqueño, en manos de sus explotadores.

Y si bien unos pocos son detenidos, como se ha visto en las carreteras vallecaucanas, casi todos pasan sin que sean perturbados por lo menos de manera oficial. Que miles de inmigrantes crucen nuestros pasos fronterizos y sigan de largo por el territorio nacional hasta alcanzar el destino que les señalan los traficantes de personas que explotan sus ansias de llegar a los Estados Unidos demuestra que hay permisividad y que algunas autoridades forman parte de esa cadena.

Lo que sucede después es un drama tanto para quienes se aventuran en esa odisea, puesto que quedan a merced de las mafias que manejan el negocio o terminan abandonados a su suerte o en el fondo del mar como pasa con frecuencia, y para los municipios que los deben acoger. Son miles de inmigrantes que cambian drásticamente la vida de los pueblos, como hoy ocurre en Necoclí, donde no tienen recursos económicos para enfrentar esa avalancha de extranjeros ni cómo atender su salud en medio de una pandemia por el Covid-19, sabiendo que no están vacunados, que atravesaron medio país y se aglomeran en los centros urbanos poniendo en riesgo a los demás.

Colombia no puede seguir tolerando que esto suceda y tiene que combatir la trata de inmigrantes. Es imposible desconocer que hay permisividad de parte de las autoridades, por ello hay que encontrar a quienes consienten ese paso ilegal y preguntar cómo sabiendo desde hace años lo que ocurre no ha sido posible detener el tránsito de quienes entran de forma ilícita y usan a Colombia como corredor. Descubrir a las mafias que están detrás de ese negocio y a quienes desde el Estado lo están cohonestando es una obligación, para lo cual existe la legislación necesaria que además protege los derechos humanos de quienes son víctimas de ese carrusel que se aprovecha de sus necesidades.

Lo que se está produciendo es una trata de personas que ocasiona un drama en Necoclí, Turbo, Capurganá y la región entre Urabá y el Darién.
Los colombianos que habitan los miles de kilómetros que atraviesan las caravanas de ilegales en la más completa inmunidad reclaman atención para la emergencia que causan y exigen que se le ponga fin al negocio ilegal de inmigrantes que usan a Colombia para cumplir sus propósitos.

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