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La guerra inútil

Cuando Estados Unidos y la Otan abandonen Afganistán como en su momento lo hizo la Unión Soviética, debe preguntarse si la solución implicará el regreso de un régimen caracterizado por el fundamentalismo islámico de los talibanes, su relación con la producción de amapola y heroína y la violación de los derechos humanos, razones para intervenir Afganistán hace 18 años.

27 de enero de 2019 Por: Editorial .

Han transcurrido 18 años desde que Estados Unidos armó una coalición internacional e intervino Afganistán para destruir Al Qaeda y expulsar a los talibanes. Tras más de 150.000 muertos y con un país devastado, el gobierno de Donald Trump busca todos los mecanismos posibles para salir de un conflicto que parece interminable.

Está claro que, salvo por la venganza a los atentados del 11 de septiembre de 2001, casi ninguno de los otros propósitos de la invasión se consiguió en su totalidad. Si bien se desmanteló gran parte de Al Qaeda, sus restos están en la frontera paquistaní donde se han hecho fuertes. Los talibanes dominan cerca del 80 % del sur de Afganistán y el 45 % del país en su conjunto. Y el gobierno con sede en Kabul solo tiene control sobre poco más de la mitad del territorio.

Ante este estado de guerra permanente que no lleva a derrotar a sus enemigos, Estados Unidos está jugando la carta que le plantearon hace años y no atendió. Delegados de su presidente Donald Trump se han reunido con voceros talibanes buscando la salida. Y entre tanto, estos dieron muestras de su poderío con un brutal ataque contra un centro de entrenamiento de fuerzas de seguridad afganas que dejó cien muertos.
Poco después informó que una delegación había dialogado con representantes de Estados Unidos en Doha. Ahora se anuncia un principio de acuerdo en el que se establecen 18 meses para la retirada de las tropas de Estados Unidos. Desde su llegada al poder, Trump estaba decidido a sacar los militares de su país que suman en Afganistán cerca de 14.000. Por eso la insistencia diplomática de sentar a los talibanes con el gobierno de Afganistán.

El problema es que los talibanes se rehúsan a dialogar con el presidente Ashraf Ghani, a quien consideran un títere de las potencias occidentales. Lo que ha trascendido es que el documento borrador será llevado al gobierno afgano para que lo estudie. Uno de los puntos cruciales es que habrá cese al fuego, y se propone la creación de un gobierno interino tras el cese de hostilidades.

También se incluye una garantía de que el país no será utilizado como escenario de operaciones de grupos terroristas como Al Qaeda y el Estado Islámico. El principio de acuerdo fue celebrado por el expresidente Hamid Karzai, cuestionado gobernante quien en su época propuso el diálogo como salida y quien siempre tuvo claro que una solución que no tuviera en cuenta a los talibanes sería imposible. El documento será ahora llevado al gobierno de Ghani, excluido de las conversaciones por petición del grupo radical.

De lograrse el acuerdo sería el final de una guerra que desapareció de los medios de comunicación y que en Occidente dejó de interesarle a la opinión pública. Cuando Estados Unidos y la Otan abandonen Afganistán como en su momento lo hizo la Unión Soviética, debe preguntarse si la solución implicará el regreso de un régimen caracterizado por el fundamentalismo islámico de los talibanes, su relación con la producción de amapola y heroína y la violación de los derechos humanos, razones para intervenir Afganistán hace 18 años.

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