La estrategia de Trump
La estrategia de Trump para quedarse en el poder es el desconocimiento de un sistema basado en la buena fe y la confianza, valores fundamentales de la sociedad estadounidense.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

22 de nov de 2020, 11:55 p. m.
Actualizado el 24 de may de 2023, 12:42 a. m.
Veinte días después de realizadas las elecciones presidenciales, Estados Unidos no tiene aún certeza sobre si el veredicto de las urnas será respetado y Joe Biden será su nuevo presidente. Por increíble que parezca, un sistema democrático basado en la buena fe y en la tradición de credibilidad en sus instituciones electorales sufre el embate de quienes pretenden la continuidad de Donald Trump.
Desde mucho antes de los comicios, el presidente anunció sus reservas frente al resultado en caso de que le fuera adverso, como parece haber ocurrido. Y descubrió su estrategia, montada en una embestida de abogados contra los conteos que le resultaran contrarios, así como el uso de su poder político para evitar que su rival demócrata fuera declarado ganador de lo que hasta ahora y durante más de dos siglos ha sido un proceso respetable y acatado por los participantes así le fuera desfavorable y hubiera sido rodeado de la enconada campaña que caracteriza la política estadounidense.
Por eso nadie puede llamarse a la sorpresa sobre los recursos que ha utilizado el presidente Trump para desconocer la derrota que muestran los resultados hasta ahora divulgados y reconocidos en casi todos los Estados de la Unión. Tampoco debe parecer inusual su esfuerzo por atravesársele a la proclamación de Biden, una conducta muy acorde a su trayectoria polémica y desafiante contra el establecimiento de los Estados Unidos y su sistema de gobierno.
En ese propósito el presidente de los Estados Unidos empezó con un embate jurídico mediante un ejército de abogados encabezado por su defensor personal, Rudolf Guiliani, y pagado con fondos de campaña o de donantes. No debe olvidarse que Trump recibió 70 millones de votos y que detrás de él hay una cauda de empresarios y gente del común con el poder económico para soportar el costoso ejercicio en los tribunales.
Quince días después, esa estrategia naufraga. La inmensa mayoría de sus acusaciones de fraudes han sido rechazadas por los responsables del conteo de voto, incluidos representantes de su partido en los comités electorales de los Estados. Y treinta de ellas han sido declaradas infundadas por jueces federales, incluyendo magistrados militantes en el Partido Republicano como el juez del distrito medio de Pensilvania, quien rechazó en forma categórica la demanda de Trump.
Pese a eso, una derrota que se suma al triunfo de Biden por cinco millones más de votos que los del presidente en ejercicio, la batalla de Trump no ha terminado. Su ofensiva ahora se concentra en lograr que los delegados y los congresistas republicanos en los Estados con mayoría de ese partido, reconozcan su alegato de fraude y se nieguen a reconocer el triunfo de su rival, así las urnas digan lo contrario, para lo cual ejerce una presión jamás vista en ese país.
La estrategia de Trump para quedarse en el poder es el desconocimiento de un sistema basado en la buena fe y la confianza, valores fundamentales de la sociedad estadounidense. Y aunque parece inevitable ya que Biden sea el presidente a partir del 20 de enero, la incertidumbre continúa y el daño ya está hecho.

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.
6024455000






