La Cumbre retórica
La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, que sin duda es clave para el calentamiento global y puede generar una catástrofe, es urgente. Pero no es la única solución.
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11 de nov de 2022, 11:55 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:17 p. m.
A una semana de su inicio, la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático, COP27, deja mucha retórica y pocos avances. La conclusión principal es que no se están cumpliendo las metas para reducir los riesgos ambientales que afectan de manera directa la vida del planeta.
Si bien en la reunión que se realiza en Egipto participan representantes de 200 naciones, la ausencia de los líderes de las naciones más contaminantes es diciente. A la cumbre no asistieron, ni se esperan en los próximos días, el mandatario ruso Vladimir Putin, Narendra Modi, primer ministro de la India, ni Xi Jinping, presidente de China.
Entre los tres países, más los Estados Unidos, producen el 60% de la contaminación global, por lo que se esperaría que sus compromisos estuvieran en el primer renglón de las prioridades. Al no presentarse en la Conferencia, dejan claro que sus intereses particulares están por encima de los efectos nefastos que puedan tener para el mundo. Sin su participación, todo esfuerzo que se haga con el propósito de salvaguardar la Tierra será infructuoso.
Queda así la impresión de que no existe responsabilidad ni hay una verdadera decisión para enfrentar el que se puede calificar como el mayor reto para la humanidad ahora y en las décadas venideras. El incumplimiento de las metas planteadas en el Acuerdo de París, firmado en 2015 y ratificado por 194 naciones, con las cuales se pretendía evitar un aumento de la temperatura global superior a 1,5 grados centígrados en el presente siglo, es el ejemplo de ese fracaso.
La justificación para muchos está en la pandemia del Covid-19, que comenzó en el 2020 y durante dos años paralizó la economía mundial. El resultado es una crisis financiera, de empleo y social cuyas consecuencias finales aún no se han medido, que llevó a que el medio ambiente perdiera su protagonismo y dejara de ser la prioridad para la mayoría de naciones, obligadas a solucionar sus problemas internos.
Los desafíos siguen ahí y es urgente hacerles frente. El aumento de la temperatura global, que lleva siglos y no se le puede endosar en exclusiva a las acciones humanas, sí muestra una aceleración importante que debe ser entendida. La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, que sin duda es clave para el calentamiento global y puede generar una catástrofe, es urgente. Pero no es la única solución.
En los intentos modernos por alcanzar un bienestar para la raza humana se está dejando sin pulmones al planeta. A la destrucción ambiental de África le sigue ahora la de la Amazonía, la reserva verde más importante que le queda a la Tierra, que disminuye sin tregua, frente a la indiferencia del resto del mundo. Defender la región amazónica no es un asunto de retóricas ni de explotar la crisis con intenciones políticas o ideológicas, como se ha visto en la cumbre de Egipto. Hay que salvarla para salvar a la humanidad.
Mientras el mundo no reaccione frente a ello, la COP27 y las que sigan se quedarán en reuniones donde desfilan los más excelsos personajes, dictadores como Nicolás Maduro, dirigentes populistas o ecologistas radicales, que se obstinan en detener el desarrollo sin medir las consecuencias, mientras se oponen a adoptar soluciones realistas y que sean efectivas.
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