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La cultura ciudadana

El pasado domingo, El País presentó un informe sobre accidentes de tránsito y las conductas que los hacen posibles, donde miles de personas al año pierden la vida o sufren lesiones...

27 de marzo de 2019 Por: Editorial .

El pasado domingo, El País presentó un informe sobre accidentes de tránsito y las conductas que los hacen posibles, donde miles de personas al año pierden la vida o sufren lesiones. Ante su incidencia en nuestra sociedad, ya es hora de enfrentar tan preocupante fenómeno.

La pasada semana, un conductor desafió la lógica, avanzó a alta velocidad y en contravía para estrellarse contra un taxi. Dos personas murieron, incluido el causante, y varias quedaron heridas de gravedad.
En los mismos días, un grupo de automovilistas se dio cita en el túnel de la carrera primera. Cuando fueron sorprendidos, uno de ellos no tuvo problema en arrancar en contravía con su automóvil lleno de pasajeros y atropelló un motociclista, quien conducía bajo efectos del alcohol. 

Son dos ejemplos de esa conducta que va más allá de las infracciones y delitos. Son verdaderos desafíos a la vida, comportamientos que, según los sicólogos y siquiatras consultados, son actos temerarios que demuestran trastornos y se convierten en desafíos a la sociedad.

Pero ante todo es un fenómeno cultural nacido de la falta de formación como ciudadanos que tienen deberes y no sólo derechos. Son los vacíos que, en el caso de los conductores, reflejan la ausencia de una educación desde temprana edad, lo que llevan a convertir los vehículos en causa de tragedias y de conductas que atentan contra la integridad de usuarios, conductores y peatones.

Es cierto que en Cali solo hay 700 guardas para atender la circulación de una ciudad con dos millones quinientos mil habitantes y más de seiscientos mil vehículos. También lo es el que la señalización sea precaria, y en muchos sitios causante de confusiones.

Pero ellos no son los causantes. Cada día queda más claro que, ante el vacío existente, violar las normas creadas para organizar el tránsito y preservar la seguridad en las calles se ha convertido casi en un deporte. Y con pocas excepciones, ni en las familias ni en los centros de educación existe el cuidado que se debería tener para inculcar en los niños y
jóvenes la conciencia que se requiere.

La responsabilidad de ello no es sólo de los agentes de Tránsito o de la Policía, o de los gobernantes de turno, es ante todo de formación de una sociedad en la que no ha prevalecido la educación para la movilidad.
Lo que sucede en las vías de Cali no se soluciona solo con sanciones. Es necesario enseñar a acatar las normas porque han sido creadas para el beneficio de todos, para evitar el desorden y prevenir accidentes, para proteger la vida.

Generar esa cultura ciudadana es el reto. De lo contrario, los caleños seguirán haciendo lo que quieren en las vías, esa ‘temeridad manifiesta’ de la que hablan los sicólogos seguirá imperando y será normal ver los conductores borrachos, las motos circulando en los andenes, carros volándose los pares, piques o situaciones como las que se presentan en el túnel de la primera.

Romper con esas actitudes es el desafío. Y se ganará si se educa en los colegios y dentro de las familias para cambiar la cultura del desafío por el respeto a la convivencia.

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