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La crisis permanente

Son épocas difíciles para el Perú, afectado por una ausencia de liderazgo en la conducción de un país que necesita claridad para superar la emergencia que dejan la pandemia y la incertidumbre de un gobierno errático

28 de noviembre de 2021 Por: Vicky Perea García

Doce ministros renunciados en cuatro meses, conflictos constantes por las declaraciones y actuaciones del presidente y sus allegados, y el inicio del proceso para pedir su destitución por “permanente incapacidad moral”. A eso ha llegado el gobierno de Pedro Castillo en el Perú, profundizando una crisis institucional que por ahora no parece tener solución.

Castillo triunfó en unas elecciones que fueron respetadas y acatadas, así haya sido mínimo el margen frente a su competidora Keiko Fujimori. A partir de su posesión, lo que se ha desatado es una cadena de errores y de decisiones polémicas que impiden tener un gobierno estable como el que necesita ese país en estas épocas de crisis.

Primero fue el nombramiento de un jefe de Gobierno reconocido por sus vínculos con movimientos guerrilleros y sus simpatías con el tenebroso Sendero Luminoso del recién fallecido Abimael Guzmán, lo que produjo la llegada de personajes no menos cuestionables como su ministro de Trabajo, con idéntica trayectoria y similares procederes. Gobierno que duró menos de tres meses y fue reemplazado por uno que no tuviera vínculos con Perú Libre, el movimiento comandado por el jefe de Castillo, quien también fue sentenciado por enriquecimiento ilícito y otras actuaciones ilegales.

Luego, el presidente Castillo designó a Mirtha Vázquez, representante de un ala de izquierda menos radical aunque reconocida por hacer uso del populismo. Aunque no tan catastrófico, el resultado se expresa en escándalos de tráfico de influencias en asuntos de contratación y de ascenso en las Fuerzas Militares, en la incautación de 20.000 dólares en el baño del secretario privado y hombre de confianza del primer mandatario que lo llevaron a renunciar, y en promesas contra la minería que son reversadas por la jefe de gobierno.

Es pues un terremoto constante el que vive Perú, aunque no es nuevo. Empezó con lo que llaman allá la vacancia del poder, aplicada al entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski y repetida contra uno de sus sucesores, Martín Vizcarra, por las mismas razones. Cinco solicitudes de destitución en menos de cuatro años de un presidente de la república indican la inestabilidad que padece el gobierno de ese país, y la aparente facilidad para producir su salida mediante coaliciones en el Congreso.

Y Castillo guarda silencio mientras los partidos opositores presentan la moción de vacancia y empiezan el esfuerzo por conseguir las dos terceras partes de los 130 que componen el Congreso. Sólo su llamado al pueblo para que exprese su rechazo en las calles a lo que se está fraguando en el recinto del Legislativo parece ser la respuesta de quien no ha tenido un respiro desde que juró su cargo.

Son épocas difíciles para el Perú, afectado por una ausencia de liderazgo en la conducción de un país que necesita claridad para superar la emergencia que dejan la pandemia y la incertidumbre de un gobierno errático. Difícil anticipar si esa vacancia y la llegada de su vicepresidenta también cuestionada, le pondrán fin a la que es la crisis de confianza y de gobierno más profunda del país Inca en muchas décadas.

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