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Irán, guerra o diplomacia

En el complejo escenario de Irán, las armas nucleares y la estabilidad de Oriente Medio, el asesinato de Mohsen Fakhrizadeh es un gran misterio que aumenta la preocupación por el juego que se está librando hace más de una década.

29 de noviembre de 2020 Por: Editorial .

En el complejo escenario de Irán, las armas nucleares y la estabilidad de Oriente Medio, el asesinato de Mohsen Fakhrizadeh es un gran misterio que aumenta la preocupación por el juego que se está librando hace más de una década. De allí saldrá lo que puede ser una confrontación violenta de insospechadas proporciones o la posibilidad de alcanzar un acuerdo que sea suficiente y creíble para terminar con la amenaza atómica de un país gobernado por el fanatismo religioso y nacionalista.

Aunque poco conocido en forma pública, Fakhrizadeh era un científico que el gobierno iraní presentaba como responsable sobre las investigaciones del Covid-19, fachada que ocultaba algo más profundo. Ante todo era el cerebro de la construcción del poder militar basado en la energía atómica, a quien se le conocía en el mundo del espionaje por su importancia.

Por ello, el personaje en mención tenía un grupo de escoltas de grandes proporciones y, sin duda, por sus antecedentes fue objeto del atentado que le causó la muerte la semana pasada. Desde ese momento, las miradas se dirigieron hacia Israel, cuyo primer ministro Benjamín Netanyahu lo había declarado públicamente como el líder del programa nuclear iraní, en el 2018.

Detrás de todo eso está lo que parece ser una alianza entre los países árabes de ascendencia sunita con Israel para enfrentar la que se considera un poderío creciente de Irán y su respaldo a los grupos terroristas de origen chiita diseminados en la región y con tentáculos en Venezuela. A ello hay que agregar en primer lugar la política del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien retiró a su país del tratado firmado con el gobierno del país persa en el 2015, y acentuó el cerco económico, su estrategia para acabar con la amenaza nuclear.

Ahora, la elección del candidato demócrata Joe Biden y su compromiso de regresar al tratado y levantar las medidas contra Irán cambia la perspectiva de las relaciones con un país empeñado en desafiar la estabilidad del mundo. Cuya población padece el totalitarismo y sufre las consecuencias del aislamiento y la asfixia económica. Por ello, se tejen versiones sobre la posibilidad de que el atentado sea una manera de atravesársele a la intención de revivir la solución negociada.

“El asesinato de Fakhrizadeh no fue realizado para detener la capacidad de guerra de Irán sino para impedir la solución diplomática”, dijo un exintegrante del departamento de Estado de los Estados Unidos. La razón es que el régimen iraní, interesado en imponer el islamismo radical, es conocido por su afán de venganza, que lo lleva a desatar oleadas de violencia contra los que considera sus enemigos y autores del crimen encabezados por Israel, Arabia Saudita y el país norteamericano.

Lo que está ocurriendo es entonces parte de un gran juego en el cual se combinan toda suerte de estrategias. Y la consecuencia puede ser el incremento de la violencia y la posibilidad de que potencias como Rusia y China se pongan del lado del gobierno de los ayatollahs en Irán. Todo un desafío al equilibrio mundial causado por la intención de un régimen religioso por poseer armas nucleares.

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