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Evo el eterno

.Todo en Bolivia gira alrededor suyo. La Justicia, el Congreso, nada se mueve sin que su larga mano ejerza presión.

9 de diciembre de 2018 Por: Editorial .

“Un golpe a la democracia”. Así fue calificado por la oposición el fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional que dio vía libre para que Evo Morales aspire a un cuarto mandato en las elecciones de octubre del 2019.

Los dispersos movimientos contrarios al Presidente boliviano buscaban que la autoridad electoral impidiera esta inscripción basándose en la Constitución, la cual limita la cantidad de veces que los mandatarios pueden ser reelectos. También se amparaban en el resultado del referendo del 21 de febrero del 2016, el cual rechazó una reforma propuesta por el oficialismo que buscaba eliminar justamente la limitación constitucional sobre la reelección.

Sin embargo y por encima de todos los controles que se intentaron construir, Morales impuso sus deseos contrarios a la ley. El líder aimara encontró en un tribunal político de su bolsillo y en sus interpretaciones amañadas los artilugios jurídicos que además le ayudaron a descartar la opción de un nuevo referendo sobre reelección. Hace dos años, actuando como mal perdedor y desconociendo los resultados, alegó que la derrota se debió a una campaña sucia en su contra.

En esta ocasión, sus contradictores políticos han salido en bloque a condenar el fallo. “Una justicia a su servicio”. “Golpe a la democracia”. Y “la destrucción de las garantías democráticas”, son las críticas más comunes. También se programaron marchas de protesta que terminaron en enfrentamientos con la Policía, a lo que muy poca atención ha prestado el Jefe de Estado.

En su actitud mesiánica, y en su desprecio por la Constitución que él creó, Morales solo ha atinado a responder que no quiere, pero que lo hace para “no decepcionar a su pueblo”.

No se puede desconocer que desde su llegada a la presidencia en el 2006, le ha dado estabilidad institucional al país con más golpes de Estado en América y el más dividido por asuntos raciales. Él los unió y lleva doce años liderando un cambio notorio. Lo malo es que este proceso lo ha ejecutado a costa de la propia institucionalidad.

Todo en Bolivia gira alrededor suyo. La Justicia, el Congreso, nada se mueve sin que su larga mano ejerza presión. Ha manipulado a su antojo el poder y ahora logra que se le reconozca su “derecho humano” a aspirar y ser elegido presidente por cuarta vez, desconociendo el referendo que se lo impidió.

Como su colega Hugo Chávez, con estas decisiones ha logrado construir un remedo de democracia de la cual se burla cuando le da la gana y utiliza para mantener su discurso del Socialismo del Siglo XXI. El mensaje que promueve con descaro es que Bolivia no tiene futuro sin su cacicazgo. Mientras tanto la oposición continúa fragmentada, en parte porque el oficialismo la coopta con dádivas o simplemente la persigue.

Evo Morales parece empecinado en repetir los procedimientos absolutistas de varios de sus colegas como Nicolás Maduro, Daniel Ortega o Lula da Silva. Triste final de un hombre que se proyectó como una esperanza para los pueblos indígenas excluidos, pero al que su obsesión por eternizarse en el poder lo ha conducido a pisotear la ley que se lo prohíbe.

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