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En carne propia

Algo queda claro: el país más contaminante del planeta está padeciendo en carne propia las consecuencias de no hacer nada y sería absurdo que Trump persistiera en negarlo. El sol no se puede tapar con un dedo ni con discursos altisonantes.

15 de octubre de 2017 Por: Editorial .

Una verdadera tragedia humanitaria y ambiental es lo que está padeciendo el estado de California, en los Estados Unidos. Una ola de incendios devastadora y mortífera deja 35 personas muertas, un número superior a 200 desaparecidos y 90.000 personas que han tenido que huir de las zonas de emergencia.

El fuego se ha concentrado en la región vinícola, en los condados al norte de San Francisco y ha destruido 6.000 casas y edificios. La tragedia obligó al presidente Donald Trump a declarar una emergencia federal, lo que permitió movilizar todos los recursos disponibles.

Es así como 9.000 bomberos de todo el país se trasladaron a California para enfrentar un hecho sin antecedentes en los Estados Unidos por la magnitud. Los historiadores recordaron que la emergencia que más se asemeja ocurrió hace 84 años en Los Ángeles, cuando un incendió acabó con la vida de 29 personas.

La paradoja es que después de que California sufrió un lustro de sequía extrema, el año pasado tuvo uno de los inviernos más húmedos de su historia, lo que permitió revertir la emergencia por la sed que estaba padeciendo. La vegetación volvió a cubrir el Estado y ahora es el combustible perfecto para el fuego que ha azotado el Estado en esta época de gran calor y mucho viento.

Aunque todavía el origen de los incendios se desconoce, es claro que la combinación de las fuerzas de la naturaleza hizo de las suyas, precisamente en el país donde su Presidente insiste en que el cambio climático es un concepto creado por los chinos para no hacer competitiva la manufactura de su país, como lo escribió en su cuenta de Twitter en el 2012.

Una vez asumió el cargo, Trump se encargó de dejarle claro al Planeta que sus palabras iban en serio. Primero nombró a un esforzado enemigo del cambio climático y defensor del sector minero, como director de la agencia ambiental. Posteriormente, todos los programas que había dejado Barack Obama para que Estados Unidos comenzara una paulatina reducción de emisión de gases que contribuyen al calentamiento global fueron desmantelados. El gran golpe llegó cuando Trump anunció la salida de Estados Unidos del Acuerdo Climático de París, lo que provocó una ola de indignación mundial, que a decir verdad poco le ha importado al polémico mandatario.

Y justo después, el gran país americano sufre los embates de cinco huracanes y los incendios más mortíferos de su historia. ¿Seguirá negando su Presidente los efectos de la contaminación en el clima del planeta y en especial de los Estados Unidos? ¿La devastación, la pérdida de vidas humanas y los millonarios desembolsos que ha tenido que hacer la Casa Blanca para enfrentar estas emergencias no serán suficientes para que el mandatario comprenda la magnitud del problema que causan las emisiones de gases, mucho más graves que los perjuicios a algunos de sus financiadores de campaña?

Algo queda claro: el país más contaminante del planeta está padeciendo en carne propia las consecuencias de no hacer nada y sería absurdo que Trump persistiera en negarlo. El sol no se puede tapar con un dedo ni con discursos altisonantes.

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