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El reto es enorme

La de ayer fue una jornada de respaldo a la democracia. Pero, ante todo, fue la expresión de un país cuya mayoría confía en el presidente Iván Duque para impulsar el cambio en Colombia.

17 de junio de 2018 Por: Editorial .

Según el veredicto de la democracia, Iván Duque Márquez será el Presidente de Colombia a partir del próximo 7 de agosto. Además de una victoria limpia que refleja el respaldo de la mayoría, su mandato estará signado por los grandes retos de transformación hacia la transparencia, la justicia y la equidad que reclama nuestra Nación.

El proceso electoral que culminó ayer fue ante todo la voz de una Nación que confía en la democracia como la forma de expresar su punto de vista con respecto al manejo del Estado. Y la mayoría manifestó su apoyo a la legalidad, a las libertades, al progreso que sin duda hemos conseguido en nuestro país y al debate amplio que demanda la solución a los graves y acuciosos problemas que padece el país en muchos aspectos.

Desde esa perspectiva, el triunfo le otorga la facultad de aplicar su programa de gobierno y ejercer el poder con las prerrogativas que la Constitución y la ley le confieren. Lo que queda claro también es que el resultado refleja una importante inconformidad ante circunstancias que atentan contra la tranquilidad de los colombianos y reclaman respuestas.

La primera de ellos es el estado de la política como el vehículo que conecta las necesidades y los deseos de sus ciudadanos con el Estado y la incapacidad de reformarla para detener su destrucción. Hoy, ese vínculo pierde legitimidad porque su profesionalización se impone sobre la vocación del servicio, manteniendo vicios y desviando recursos públicos hacia intereses particulares.

La segunda es la corrupción que nace de allí, y que permea a toda la sociedad, encabezado por las ambiciones de sectores que pretenden enriquecerse de los recursos que el Estado recauda para beneficiar a la sociedad. Es la falta de principios éticos y de la decisión de enfrentar ese fenómeno hasta erradicarlo, de imponer la transparencia y la buena fe.

La tercera y quizás más grave es la ausencia del Estado en muchas regiones del país donde departamentos y municipios, cada vez más impotentes, son secuestrados por el clientelismo. Por eso crecen el narcotráfico y el delito mientras escasean las oportunidades de progreso para millones de seres humanos que encuentran en ellos una forma de subsistencia protegida por la impunidad. Y las graves dificultades de la Justicia, que tampoco se ha podido reformar no obstante su demostrada incidencia en la violencia y en fenómenos como el contrabando, la evasión de impuestos y el debilitamiento en la credibilidad del ordenamiento jurídico.

Son esos problemas entre otros, los que se expresaron en la votación de ayer. Son mucho más que una confrontación de izquierda y derecha, o una forma de continuismo sobre un estado de cosas que no aguanta más. La votación que recibió el candidato Gustavo Petro indica su capacidad de convocatoria, en especial, en regiones como el Pacífico donde la inequidad social y la falta de futuro lícito son ya desafiantes.

La de ayer fue una jornada de respaldo a la democracia. Pero, ante todo, fue la expresión de un país cuya mayoría confía en el presidente Iván Duque para impulsar el cambio en Colombia.

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