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El péndulo en Uruguay

Quince años de gobierno de la izquierda terminaron el pasado domingo con la elección de Luis Lacalle Pou, en representación de una amplia y compleja coalición de partidos de derecha.

28 de noviembre de 2019 Por: Editorial .

Quince años de gobierno de la izquierda terminaron el pasado domingo con la elección de Luis Lacalle Pou, en representación de una amplia y compleja coalición de partidos de derecha. Y aunque se produce un cambio de esas características en medio de una diferencia de un punto porcentual, cualquier cosa puede esperarse en Uruguay menos un giro traumático en las directrices del Estado.

Luego de una de las más feroces dictaduras del pasado siglo, Uruguay encontró el bálsamo de la democracia para sanar las heridas dejadas por el totalitarismo y la represión a las facciones que trataron de lograr el cambio con el terrorismo y la radicalización de una sociedad con amplia trayectoria de civilización y tolerancia. A partir del derrocamiento de la dictadura, el respeto a la voluntad popular logró apaciguar los ánimos y desterrar los odios sin olvidar lo que le ocurrió a su Nación.

En 34 años ha elegido gobiernos que representan todas las gamas del pensamiento y la ideología sin que ello signifique el regreso de la intolerancia. Desde gobiernos de partidos con tradición basada en las ideas conservadoras y de los que representaban las filosofías del liberalismo, hasta la llegada de mandatarios de izquierda que incluyeron un exguerrillero condenado, todo el espectro ideológico ha ejercido la conducción del Estado sin que ello cause confrontaciones más allá del debate tranquilo de las ideas y las propuestas.

Por el contrario, esa estabilidad ha llevado a construir un consenso sobre aspectos fundamentales para la buena marcha del país, en asuntos como la economía y su orientación hacia el respeto por la iniciativa privada, permitiendo superar crisis de grandes consecuencias como la que ocurrió en el mundo en el año 2008. Y se ha constituido en plataforma para aceptar libertades como la siembra y venta de marihuana con propósitos recreativos, o la adopción de políticas como el aborto.

Por supuesto hay diferencias en materias como las relaciones diplomáticas, donde se expresa el punto de vista de los presidentes con respecto a los gobiernos en el continente. No obstante, puede decirse que Uruguay ha mantenido un gran equilibrio que lo ha llevado a ser protagonista en la dirección de la OEA o en el papel de facilitador de la búsqueda de soluciones en la región.

Ahora se producirá un cambio. Heredero de una tradición conservadora, Lacalle realizó una coalición de partidos de derecha que ganó por un estrechísimo margen de veintiséis mil votos en unos comicios donde obtuvo el 48,71% frente al 47,51% de su rival Daniel Martínez Villamil, candidato del Frente Amplio que gobernó los últimos quince años.

Por supuesto, es de esperar virajes en algunos asuntos como las relaciones con los gobiernos de la izquierda y la derecha en América. Y también se producirán en el manejo de sus asuntos internos, ocasionados por el cambio en las mayorías del Congreso. Pero queda claro que Uruguay es ante todo demócrata y respeta los derechos para evitar el regreso de los males ocasionados por quienes promovieron el odio y desencadenaron la dictadura.

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