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El efecto dominó

"...el ejemplo de Túnez prendió sin importar los distintos signos ideológicos. Y los ciudadanos de esos países se han identificado en pedir más libertades, alternación en el poder, cese de la corrupción y mejoramiento de las condiciones de vida."

16 de febrero de 2011 Por:

"...el ejemplo de Túnez prendió sin importar los distintos signos ideológicos. Y los ciudadanos de esos países se han identificado en pedir más libertades, alternación en el poder, cese de la corrupción y mejoramiento de las condiciones de vida."

A semejanza de lo sucedido con los regímenes de Europa Oriental a partir de 1989, cuando cayeron las consideradas “férreas dictaduras”, en el norte de África y el Oriente Medio parece estar sucediendo lo mismo. Así lo demuestra la revuelta tunecina que ha contagiado a Egipto, Yemen y Argelia, y se asoma en Irán.Pero el parecido es sólo en apariencia. La caída de los gobiernos euro-orientales fue consecuencia del derrumbe de la Unión Soviética y del fracaso del modelo socialista impuesto por Moscú. En el norte de África y el Medio Oriente son gobiernos con distinto signo ideológico, y apenas tienen en común la larga permanencia de sus regímenes, similares sospechas de corrupción, pobre calidad de vida los ciudadanos y desempleos galopantes.Una cosa son las dictaduras laicas de Túnez y Egipto, otra la teocracia chiíta de Yemen o de Irán y una muy diferente la administración relativamente democrática de Argelia. Lo mismo puede decirse de Jordania y Arabia Saudita, ambas monarquías, en oposición a Libia y Siria, dos dictaduras de corte populista y religioso.Lo cierto es que el ejemplo de Túnez prendió sin importar los distintos signos ideológicos. Y los ciudadanos de esos países se han identificado en pedir más libertades, alternación en el poder, cese de la corrupción y mejoramiento de las condiciones de vida. Todo ello en un universo sin tradiciones democráticas e imbuido en el espíritu religioso de los musulmanes.Tampoco debe olvidarse que estos países fueron colonias de Europa hasta la primera parte del Siglo XX y que muchas de sus fronteras y regímenes surgieron en el marco del “nuevo reparto del mundo” originado por el fin de la Segunda Guerra Mundial. Las potencias coloniales vencedoras diseñaron Estados, se esforzaron por imponer su religión e incluso implantaron modelos de gobierno en un mundo que desconocían, la mayor parte de origen tribal y en el que la lucha anticolonialista se imbricaba con el sentimiento musulmán.Gobernados con mano de hierro, estos pueblos, en especial Egipto y Argelia, cuando hicieron sus revoluciones también impusieron su propio estilo de dictadura, entre otras razones porque sus ejércitos habían sido la fuerza principal de la lucha anticolonialista. La experiencia de Irán, donde el líder nacionalista y demócrata Mohammad Mossadegh irrumpió con fuerza nacionalizando el petróleo en poder de los británicos, lo mismo que su posterior derrocamiento por la CIA y el gobierno inglés, llevó a que las potencias occidentales abandonaran sus intentos de ‘democratizar’ el mundo árabe y apoyaran gobiernos despóticos con tal que les garantizaran acceso a las fuentes de materias primas, en especial el petróleo.De ahí la permanencia en el poder de Mubarak, por 30 años, o de Ali Abdullah Saleh, por 32 años en Yemen, o de las monarquías saudí y jordana. Todo esto parece estarse derrumbando, ante el silencio vergonzoso de Europa. Lo más grave es la falta de autoridad moral: los que tumbaron a Mossadegh y sostuvieron a Mubarak no pueden decir hoy que propenden por la democracia. Por eso, todo depende de los propios árabes, musulmanismo incluido.

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