El delito de ser mujer
Miles de mujeres, de niñas, de seres humanos cuyo delito es su género, volvieron a lo más oscuro de cualquier sociedad: no tienen derechos, no pueden estudiar, no pueden definir su propio futuro
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

9 de oct de 2022, 11:55 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:12 p. m.
La represión contra las mujeres que no cumplen sus mandatos excluyentes, y la imposibilidad de considerarlas seres humanos con los mismos derechos de los hombres, parece la razón de ser de los regímenes como Irán y Afganistán, empeñados en mantener el poder basado en el oscurantismo y la religión como instrumento de dominación. Es la tragedia que deja muertes, violencia y atraso, justificando en Dios la incapacidad para gobernar las sociedades del Siglo XXI.
En Irán crece la indignación que disparó el asesinato de Masha Amini a manos de Gasht-e-Ershad, la policía moral del régimen chiita que controlan los imanes encabezados por Alí Jamenei. Su delito fue usar en forma descuidada la hiyab o pañuelo con el que las mujeres deben cubrir su cabeza, lo que llevó a que la detuvieran los esbirros y la asesinaran en forma vil. Y lo que pensaron sería una lección más para sembrar el miedo desencadenó la protesta que lleva más de 150 muertos y ha llenado de manifestaciones indignadas la república islámica.
Es el oscurantismo según el cual, la religión autoriza al castigo sangriento a quienes desconozcan mandatos que, como el uso de esos velos, son símbolos de segregación contra las mujeres y la negación de sus derechos. Lo que lleva también a desatar la represión contra quien se atreva a criticar o a desconocer los preceptos de quienes gobiernan a Irán mediante el miedo y la ignorancia, aprovechando la impotencia del mundo para condenar lo que es la más flagrante violación y el desconocimiento de los Derechos Humanos.
Gracias a la valerosa actitud de quienes usan todos los medios para protestar y dar a conocer la barbarie del régimen religioso que gobierna a Irán desde hace cuarenta años, la humanidad conoce paso a paso lo que está sucediendo allí desde hace tres semanas. Pero poco se sabe sobre la increíble persecución de que son objeto las mujeres en Afganistán, luego del retiro apresurado de los Estados Unidos y la toma del poder por los talibanes.
En Kabul, los asesinatos de mujeres y el maltrato son prohijados por el régimen talibán, como si el Corán autorizara a ello. Como si no usar una burka, o aprender a leer, o pensar, fuera un delito y los hombres o los clérigos fueran dioses que pueden disponer de sus vidas y sus libertades. Como si la ley divina diera atributos para perpetrar los peores crímenes contra los seres humanos por el solo hecho de ser del sexo femenino.
Miles de mujeres, de niñas, de seres humanos cuyo delito es su género, volvieron a lo más oscuro de cualquier sociedad: no tienen derechos, no pueden estudiar, no pueden definir su propio futuro y son sujetos de castigos físicos y torturas sicológicas por su condición femenina. Nada las protege de la violencia, la religión justifica el atropello y el machismo dominante considera normal ese tratamiento, la manera de mantener el control sobre la sociedad. Pero, a diferencia de Irán, su drama no aparece en los medios y apenas se conocen esporádicas denuncias de lo que es una tragedia para la humanidad, la condena a las tinieblas por ser mujeres.

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.
6024455000






