Editorial
El abandono del Amazonas
Lo ocurrido con Santa Rosa refleja décadas de desinterés por la llamada selva tropical más importante del mundo.
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18 de ago de 2025, 01:19 a. m.
Actualizado el 18 de ago de 2025, 01:19 a. m.
Entre Colombia y Perú persiste, en pleno 2025, una herida que nunca cerró: la disputa amazónica. La reciente controversia por la Isla Santa Rosa, territorio ocupado por más de 2500 peruanos desde los años 70 y ahora convertido en distrito por decisión del Congreso peruano, no es una simple diferencia diplomática. Es el resultado de un abandono histórico del Estado colombiano frente a su frontera en el Amazonas.
Lo ocurrido con Santa Rosa refleja décadas de desinterés por la llamada selva tropical más importante del mundo. Desde que el río formó la isla Santa Rosa y Perú la ocupó sin que se le fuera cedida oficialmente, Colombia guardó completo silencio. No hizo nada, pese a que la advertencia de lo que venía pasando estaba sobre la mesa de los ministros desde 1990. Ahora, cuando el asunto se convierte en casi bandera electoral de algunos como el precandidato presidencial Daniel Quintero y motivo de fuertes tensiones diplomáticas, se expone la verdad incómoda: en el Amazonas no hay presencia, no hay gestión, no hay Estado.
Pero el problema va más allá de una reclamación por una nueva isla que la naturaleza formó. Leticia, capital del Amazonas colombiano, se enfrenta a un riesgo: quedarse sin río. La sedimentación ha reducido el caudal que la abastece y el muelle flotante, orgullo de la ciudad, pasa hoy gran parte del año en tierra firme. Un muelle inservible. En contraste, Santa Rosa se ubica sobre la parte más profunda y navegable del Amazonas, lo que podría obligar a Colombia a depender de la infraestructura peruana para comercio, transporte y abastecimiento.
A este cuadro se suma una amenaza aún más grave: la degradación ambiental. El gobierno, como la advirtió la profesora Dolors Armenteras, celebró en 2024 cifras “históricas” de reducción de la deforestación. Sin embargo, en el Amazonas la pérdida de bosque aumentó 74 %. Economías ilegales, acaparamiento de tierras, minería y ganadería extensiva avanzan sobre un territorio sin institucionalidad ni control.
El futuro del Amazonas no se resolverá entonces con banderas simbólicas ni con discursos nacionalistas. La única salida es diplomática y estructural: negociar con Perú fórmulas de soberanía compartida, actualizar las fronteras fluviales que cambiaron por la dinámica del río, y al mismo tiempo enfrentar con seriedad la deforestación y los grupos armados ilegales que, desde la firma de la Paz en 2016 y la pandemia, se consolidaron. La evidencia científica es clara: proteger a las comunidades indígenas es proteger la selva. Donde hay Territorios Indígenas, la conectividad ecológica se mantiene.
El abandono colombiano en el Amazonas es diplomático, ambiental e institucional. Si el Estado insiste en mirar hacia otro lado, Leticia corre el riesgo de convertirse en un pueblo fantasma, aislado del río y condenado a perder la condición que le dio vida. Y con Leticia, perderíamos mucho más que un puerto: el país perdería soberanía, biodiversidad y futuro.
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