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Culpables por demócratas

Mientras el mundo occidental y las democracias de la comunidad internacional siguen con atención total la crisis en los Estados Unidos, en China se impone el totalitarismo rampante del régimen que domina la segunda potencia del planeta. Y no parecen existir los mecanismos creados para defender las libertades contra quienes las asfixian.

17 de enero de 2021 Por: Editorial .

Mientras el mundo occidental y las democracias de la comunidad internacional siguen con atención total la crisis en los Estados Unidos, en China se impone el totalitarismo rampante del régimen que domina la segunda potencia del planeta. Y no parecen existir los mecanismos creados para defender las libertades contra quienes las asfixian.

Es el caso de Hong Kong, antes el enclave del capitalismo y el gobierno basado en la posibilidad de tener distintos puntos de vista y alternación en el poder. Luego de la devolución de Gran Bretaña a China por cumplirse los cien años como su protectorado y la promesa de respetar su autonomía así como la independencia de su justicia, el gobierno que encabeza Xi Jinping se dedicó a desmantelar ese sistema, a imponer el partido único y a someter el archipiélago antes próspero a la férula de Beijing.

El año pasado, el régimen dirigido por un supuesto capitalismo social en el cual no cabe ninguna clase de disidencia, impuso en Hong Kong una ley de seguridad que arrasó con todas esas promesas y convirtió en delito de traición a la patria la oposición a la dictadura que gobierna en el continente desde 1953. Ahora, 53 personas fueron perseguidas, encarceladas y están a la espera de los juicios que les realicen los obsecuentes jueces de Beijing.

Además de expresar su compromiso con las libertades que gobernaron al archipiélago durante cien años y de expresar su rechazo al totalitarismo que acaba con cualquier posibilidad de oposición, su delito fue promover y realizar una elecciones en las cuales se escogerían sus voceros. Son subversivos los que expresen su respaldo a la democracia, lo que los convierte en reos de la maquinaria comunista encabezada por Xi Jinping.

Dos semanas después del atropello descarado contra las libertades de esas personas en Hong Kong, el silencio de la Organización de las Naciones Unidas y de casi todos los países de occidente, es por lo menos estremecedor. Queda claro que el poderío económico y militar, sumado a la influencia cada vez más avasallante de la República Popular China son argumentos suficientes para lograr el silencio y obligar a mirar hacia otro lado.

Por supuesto, tal situación es también consecuencia de la debilidad que le ha producido a los Estados Unidos, otrora guardián de la democracia en el mundo, el gobierno de Donald Trump y su obsesión por mantenerse en el poder como fuera. No obstante, debería existir un pronunciamiento ante la amenaza que hay detrás de esa actitud absolutista y contraria a cualquiera de los principios que aseguran el libre comercio que con tanto esmero practica China. Algo difícil, en un mundo que parece entregar sus valores a cambio de la comodidad.

En las próximas semanas deberá conocerse el futuro que les espera a los 53 personas que detuvo el gobierno de Beijing en Hong Kong. Pero desde ya puede anticiparse la suerte que les espera: juicios sumarios, largas condenas y silencio eterno sobre ellos, como una notificación a sus compatriotas y al resto del mundo sobre lo que les espera si se atreven a disentir del régimen totalitario de la República Popular China.

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