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Cincuenta años después

El pasado domingo se cumplieron cincuenta años del Acuerdo de Cartagena que dio origen a lo que se denominó entonces el Pacto Andino y hoy se conoce como la Comunidad Andina de Naciones...

27 de mayo de 2019 Por: Editorial .

El pasado domingo se cumplieron cincuenta años del Acuerdo de Cartagena que dio origen a lo que se denominó entonces el Pacto Andino y hoy se conoce como la Comunidad Andina de Naciones, la CAN. Aunque parece ser un logro importante en el propósito de integrar a los países que tienen grandes afinidades históricas y culturales, es el momento para evaluar si ha existido la disposición por alcanzar el interés que movió a sus fundadores.

El Pacto Andino fue ante todo producto de la visión de quienes en 1969 gobernaban a Colombia, Chile, Ecuador, Bolivia, Perú y Venezuela. En su momento ellos vieron en la integración un vehículo para expandir las economías y el progreso, a partir de buscar puntos de encuentro y de ceder en conceptos como el nacionalismo, sin necesidad de renunciar a la autonomía y la soberanía, valores tan presentes en la política internacional de entonces.

La idea era en cierta forma un reflejo de lo que estaba ocurriendo en Europa, donde la Comunidad Europea marchaba a todo vapor para impulsar el desarrollo que reclamaba un continente devastado por las guerras. Para ello era necesario superar las razones que causaban la división e impedían la posibilidad de crear mercados e instituciones que hicieran de la unión el motor para superar los obstáculos fronterizos, la explotación de economías de escala y la movilidad tanto de personas como de bienes y servicios.

Esos avances llevaron a los presidentes de entonces a crear el que fue el intento pionero de la integración en América Latina despertando grandes expectativas. Un extenso y hasta entonces impensado horizonte se abrió para los seis países, que los encaminó a crear instituciones como una organización permanente para administrar el acuerdo, un ente que legislara y una corte de justicia para resolver los conflictos y defender las decisiones conjuntas.

Cincuenta años después, hay logros innegables. Sin embargo no puede decirse que el objetivo se haya alcanzado: dos de los integrantes iniciales se retiraron por razones ideológicas como lo hizo Venezuela, o por decisiones estratégicas como fue el caso de Chile. Además, las continuas crisis de los que aún permanecen en lo que hoy es la Comunidad Andina han erosionado la voluntad de mantener e impulsar la integración efectiva que plantearon los fundadores.

Contra esa integración ha actuado también el que los sectores empresariales no se vincularan de manera efectiva como motores de lo que pudo ser una revolución para construir progreso. Por ello, la CAN es superada por Tratados de Libre Comercio o iniciativas como la Alianza del Pacífico, donde el interés se centra en encontrar desarrollo económico antes que resultados políticos.

La CAN fue en sus inicios el primer esfuerzo en América Latina para cimentar futuro mediante la integración. Y pese a las frustraciones que ha experimentado en los cincuenta años de existencia, aún puede ser vehículo para superar las diferencias y el aislacionismo de la región, siempre que los gobernantes y sobre todo los empresarios revivan los planteamientos que en 1969 inspiraron el Acuerdo de Cartagena.

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