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Brasil no decidió

Así las cosas, hoy debe reconocerse que Brasil aún no decide su presidente, aunque ya expresó su respaldo a las expresiones alejadas de la izquierda en su Congreso y en la mayoría de los gobiernos de los Estados que conforman el país más grande de Suramérica.

3 de octubre de 2022 Por: Editorial .

Desmintiendo las encuestas y los pronósticos que daban como seguro triunfador a Luis Inacio Lula da Silva en las elecciones del pasado domingo, los electores brasileños obligaron a que se realice una segunda vuelta entre él y el actual presidente, Jair Bolsonaro. Es la demostración de hasta dónde ha llegado la polarización en ese país y cómo se está expresando la desconfianza sobre los candidatos que representan los dos polos de la opinión.

Todas las encuestas y el impulso de muchos de los grandes medios de comunicación daban como un hecho el triunfo clamoroso de Lula, el expresidente que representa al Partido de los Trabajadores y en su gobierno se produjeron los peores escándalos de corrupción protagonizada por sus correligionarios. El que fuera un día el gran líder del crecimiento brasileño y a la vez colocara a su nación entre los protagonistas de la escena internacional, terminó su mandato cuestionado por sus acciones, actuó como embajador de la firma Odebrecht en toda América y debió padecer cárcel por condenas de corrupción que luego fueron revocadas por asuntos de forma en el Supremo Tribunal Federal.

Frente a él, y con varios candidatos que solo obtuvieron el 7% de los votos, estuvo el presidente Bolsonaro. Polémico, perteneciente a la derecha radical y defensor del capitalismo, el mandatario fue castigado por esas encuestas que previeron una aplastante derrota a manos de su rival. La crítica sobre sus actuaciones en la pandemia del Covid-19 y sus invocaciones a la fuerza eran entre otros los argumentos que hacían prever una derrota definitiva para él y para sus partidarios en las gobernaciones y en el poder Legislativo.

La sorpresa fue grande cuando se conoció el resultado del escrutinio sobre el 98% de las urnas: Lula recibió el 48,4% y Bolsonaro el 43,2% de los votos, lo que obligará a una segunda ronda, la cual tendrá lugar el próximo 30 de octubre. Además, los partidos conservadores y del actual presidente van adelante en la elección de la mayoría de las gobernaciones y alcanzaron el mayor número de escaños del Congreso, relegando a los partidarios del expresidente Da Silva.

Así las cosas, hoy debe reconocerse que Brasil aún no decide su presidente, aunque ya expresó su respaldo a las expresiones alejadas de la izquierda en su Congreso y en la mayoría de los gobiernos de los Estados que conforman el país más grande de Suramérica. Con ello demostró sus reticencias al regreso de quien en un comienzo fue reconocido como un buen gobernante pero tanto él como su partido dejaron una estela de corrupción que se traduce en desconfianza, y a la reelección de Bolsonaro, quien rompió los esquemas tradicionales, apeló al populismo de derecha y usa un lenguaje que ha llevado a la radicalización de la política en el Brasil.

Habrá que esperar al 30 de octubre para saber quién gobernará al Brasil en los próximos cuatro años entre el dirigente de izquierda y el símbolo de una derecha radical. Lo que sigue es una campaña que deberá dirigirse a lograr la confianza entre los electores, en medio de la polarización y el cuestionamiento de los dos candidatos.

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