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Verdades educativas
El Presidente terminó mostrando la negligencia de su ministro y su propia incomprensión de los cambios en el sistema.
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7 de sept de 2025, 12:15 a. m.
Actualizado el 7 de sept de 2025, 12:15 a. m.
Se ha vuelto paisaje ver al presidente mentir o manipular estadísticas, así como recurrir abiertamente al clientelismo partidista para estructurar su gabinete y encubrir la incompetencia en la ejecución de políticas públicas. Esta semana, con ínfulas de profesor, quiso dar cátedra sobre los avances de su política educativa, pero terminó mostrando la negligencia de su ministro y su propia incomprensión de los cambios en el sistema.
Mucho anuncio y poca ejecución: eso es lo que ha ocurrido en estos años. Hay avances parciales, estancamientos persistentes y un uso selectivo de las cifras. La matrícula en educación superior alcanzó en 2024 un máximo de 2,55 millones de estudiantes. Es cierto, pero el Gobierno lo presenta como expansión estructural, cuando en realidad obedece a la recuperación tras la pandemia y a la reducción de la cohorte juvenil. Con menos jóvenes, subir el porcentaje de cobertura resulta más fácil; no es el salto transformador que el relato oficial sugiere.
Algo similar ocurre con la gratuidad y con el anuncio de 190.000 nuevos cupos. Lo que se presenta como expansión equivale, en muchos casos, a contar ingresos de primer semestre dentro de la misma capacidad instalada. No hay un aumento real, y el Gobierno no ha explicado cómo cumplirá su promesa de 500.000 nuevos cupos. Es decir, más allá del crecimiento natural del sistema, debía crear nueva capacidad para responder a la demanda de los jóvenes. Esta seguramente será una preocupación para los candidatos presidenciales, pues en 2026 y 2027 podrían enfrentar a una juventud frustrada y desilusionada.
El punto más sensible sigue siendo la calidad en educación básica. En las pruebas PISA Colombia mantiene resultados similares a 2018, sin progresos significativos y con una proporción mínima de estudiantes en los niveles de desempeño más altos. Mientras el gobierno anterior contuvo el impacto de la pandemia, el actual no ha logrado avanzar y el país permanece estancado. En Saber 11, la brecha entre colegios públicos y privados se mantiene en torno a los 30 puntos, manteniendo desigualdades internas y profundizando el rezago frente a otros países.
El contraste internacional es claro. Corea del Sur, con sus politécnicos, impulsó productividad al adaptar rápidamente su formación a la economía digital y manufacturera, articulando empresa y academia. Uruguay, con el Plan Ceibal, integró tecnología en la escuela pública, reduciendo brechas digitales. India y Singapur apostaron por la educación técnica y las competencias digitales, con marcos de cualificación que permiten movilidad laboral y reentrenamiento continuo.
Mientras tanto, en Colombia damos tumbos con un presupuesto cada vez más inflexible, cargado de gastos de funcionamiento y aumento de nómina, pero con pocas ideas de futuro. Se desmontaron indicadores de resultado y no existe un solo programa que impulse la competitividad del país desde la educación. Un rezago peligroso en un mundo que se transforma rápidamente, y puede ampliar la brecha que ya está siendo difícil de cerrar. No podemos perder más tiempo.
En síntesis, Colombia está estancada en aprendizajes, retrocede en financiamiento estudiantil y carece de un norte claro en política educativa. Necesitamos menos propaganda y más transparencia; menos titulares y más resultados verificables. La verdadera transformación no se mide en discursos ni en anuncios, sino en la capacidad de generar a todos los niños y jóvenes oportunidades reales de futuro tanto en las ciudades como en las regiones de nuestro país.

Psicólogo con un MBA de doble titulación de la Universidad Icesi y la Universidad de Tulane, así como una Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown. Fue Viceministro de Educación Superior y gerente de Proyectos de Educación, Gobernabilidad y Desarrollo en la Región Andina para la Fundación Ford.
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