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La silenciosa muerte del río Cali

Desde niña, me cuenta Karen Viviana Vivas Bedoya, ha tenido una conexión especial con la naturaleza. En el colegio Villa del Sur se sentaba en los recreos bajo un árbol frondoso para recargarse de buenas energías

21 de marzo de 2021 Por: Santiago Cruz Hoyos

Para tomar las muestras del río Cali, viajó hasta sus nacimientos montada sobre una mula. Primero al Alto El Buey, en el parque natural Los Farallones. Después tomó otras muestras en sus afluentes, como el río Felidia y el Pichindé, y luego recorrió el lecho hasta la entrada del río al perímetro urbano de la ciudad. En total obtuvo muestras de sedimentos en 21 puntos distintos, y las cuidó como si se trataran de sus hijos en plena selva.

Desde niña, me cuenta Karen Viviana Vivas Bedoya, ha tenido una conexión especial con la naturaleza. En el colegio Villa del Sur se sentaba en los recreos bajo un árbol frondoso para recargarse de buenas energías. Ella cree que fue allí donde nació su interés por el cuidado del agua.

En la Universidad del Valle estudió Manejo y Conservación de Suelos y Aguas, trabajó en el Dagma como técnica de muestreos, y en la Universidad de Buenos Aires hizo una maestría en Ciencias Ambientales. Su tesis, les dijo a sus profesores, no sería sobre un río extranjero, sino sobre el de su ciudad, el Cali, así que regresó para hacer la investigación. Fue cuando, acompañada por el Ejército y Parques Nacionales, recorrió a loma de mula gran parte de la cuenca y Los Farallones, donde la explotación de oro ha destruido 242 hectáreas de bosque de páramo, y ha contaminado con mercurio las aguas, suelos y sedimentos. Sobre todo en Pichindé, vereda Peñas Blancas, en el Alto del Buey y el sector de minas el Socorro.

El mercurio en los bosques de Los Farallones aumenta año tras año a medida que crece el precio del oro, un negocio tan rentable que ha hecho que algunos campesinos dejen los cultivos para irse a las minas. Eso tal vez explique por qué Colombia es el país que más mercurio per cápita libera al ambiente en el mundo, con 75 toneladas anuales.

La tesis de Karen, que acaba de ser distinguida en la Universidad de Buenos Aires, advierte entonces de la silenciosa muerte del río Cali. En su investigación encontró que en 20 de los 21 puntos donde obtuvo muestras de los sedimentos, es decir el fondo, los niveles de mercurio superan los límites de las normativas internacionales.

“En el río Cali los niveles de mercurio en los sedimentos superan los límites establecidos por la normativa brasileña, la canadiense, la australiana y la estadounidense. En otras palabras, el río está en alto riesgo por la presencia de niveles no permitidos de este metal pesado y tóxico. Comparé los resultados con normativas internacionales porque Colombia todavía no establece límites permisibles para mercurio en sedimentos. Tenemos normatividad para agua, pero no en sedimentos. Es uno de los rezagos en normatividad ambiental”.

La OMS ya lo ha advertido: el mercurio, incluso en bajas concentraciones, tiene efectos perjudiciales en los animales y en los seres humanos. Ataca el sistema nervioso central y puede producir malformaciones genéticas, disfunción motora y cognitiva. Y sin embargo se sigue usando para extraer oro, cuando hay otras alternativas.

Para hacer su investigación, Karen tocó varias puertas en Cali en busca de financiación, pero ninguna se abrió. Ella sin embargo siguió adelante. Hasta que encontró apoyo en el laboratorio de la Universidad de las Islas Baleares, en España. Una vez tomó las muestras, viajó hasta allá para analizarlas.

Uno de los hallazgos que más le sorprendieron es que en los páramos, donde nace el río Cali, y donde en teoría no hay minería, los niveles de mercurio están por encima de los límites. Y en las zonas mineras encontró mercurio “biodisponible”. Eso quiere decir que está al alcance de cualquier animal o persona que esté en el río, por lo que se podrían contaminar. Con otro problema: el mercurio es “biomagnificable a través de la cadena trófica”. En palabras más sencillas, eso quiere decir que si por ejemplo un pez está en contacto con ese mercurio, y a su vez a ese pez se lo come otro, y otro, todos se contaminan, hasta que, posiblemente, la contaminación llegue a los seres humanos.

“A excepción de un solo punto de los 21 en donde tomé muestras, todos los demás superaron el nivel uno de la normatividad brasileña. Y en las zonas mineras, en la parte de arriba del río, superan el nivel dos de esta normativa, lo que significa que hay una alta probabilidad de que haya un efecto adverso en el ecosistema”, advierte Karen.

Por eso, a propósito del Día Mundial del Agua que se celebra mañana, 22 de marzo, ella espera que las autoridades ambientales de la región la escuchen, se amplíe su estudio, y se puedan tomar acciones que detengan, por fin, la silenciosa muerte del río Cali.

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