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El enemigo del Papa

No pueden ser más distintos. El papa Francisco, argentino de 80 años, líder de 1200 millones de católicos y jefe de Estado del Vaticano, se ha convertido en la voz de los pobres y el mayor vocero de los refugiados del mundo.

14 de abril de 2017 Por: Muni Jensen

No pueden ser más distintos. El papa Francisco, argentino de 80 años, líder de 1200 millones de católicos y jefe de Estado del Vaticano, se ha convertido en la voz de los pobres y el mayor vocero de los refugiados del mundo. A través de sus discursos, sus viajes y obras, como abrir lavanderías gratuitas para los desplazados, ha convertido el tema migratorio en bandera de los católicos. Algunos obispos han puesto a disposición sus abogados para ayudar a los perseguidos, y en varios países se promueve en las iglesias la publicación de cartillas en varios idiomas que explican los derechos de los migrantes. La Iglesia está movilizada para proteger a esta población vulnerable. Para el Papa, no es un discurso nuevo. En su primer viaje en 2013, el escogió la isla italiana de Lampedusa, puerta de entrada a Europa desde el norte de África, desde donde atacó “la globalización de la indiferencia” y recordó a miles de viajeros que perdieron la vida. Indiscutible simbolismo. Desde entonces, ha sido crítico del populismo xenófobo y de la intolerancia hacia los inmigrantes.

En la otra orilla ideológica está Donald Trump, el abanderado mundial del capitalismo. En el recordado discurso de lanzamiento como candidato presidencial señaló a los mexicanos como “ladrones y violadores”, una política que Francisco señaló como “no cristiana”. Trump respondió que era una desgracia que cuestionara su fe. Y fue más lejos: una de sus primeras decisiones fue una fallida orden ejecutiva que suspendía la entrada de viajeros de países musulmanes. Trump, montado en la ola populista que lo llevó al poder, se ha ganado en el Papa un enemigo con un micrófono muy grande.

El fondo de esta pelea es que ha dividido a los católicos en EE.UU., y ha despertado críticas sobre la incursión de la Iglesia en la política del país. La oposición del Vaticano hacia Trump ha puesto contra las cuerdas a los católicos, muchos de ellos republicanos que votaron por el actual presidente de Estados Unidos. Mientras los católicos hispanos en ese país apoyan la apertura del Papa, los blancos, que votaron en un 67% a Trump, están preocupados. Los críticos del Papa dicen que no se debe hacer política desde el púlpito, y algunos obispos lo han denunciado abiertamente de ser excesivamente liberal y alineado con el Islam. Todo mientras los jefes de prensa de ambos bandos intentan minimizar la guerra.

Se acerca una fecha clave que está generando preocupación entre ambos lados. El 26 y 27 de mayo se darán cita en Sicilia, en la reunión del G-7, los jefes de Estado de los países más poderosos. Faltan seis semanas y Trump no ha pedido reunirse con el Papa, una decisión inusual para el líder de un país con 70 millones de católicos. Sería la primera vez desde Franklin D. Roosevelt en la que un presidente americano viaja a Italia sin reunirse con el Pontífice. En aquel momento, en plena Segunda Guerra Mundial, donde Italia estaba bajo ocupación alemana, Roosevelt viajó a una base militar americana sin parar por el Vaticano. La ausencia de una cita Trump-Francisco romperá una tradición entre los presidentes republicanos: Ronald Reagan se alió con el papa Juan Pablo para derrotar el comunismo, y George W. Bush se reunió tres veces con el propio Juan Pablo, y otras tres con Benedicto. Si no hay reunión, será un desaire de Trump, y la brecha quedará aún más marcada.

Aunque el punto más álgido entre ambos es el tema migratorio, las diferencias van más allá. La preocupación del Vaticano frente al cambio climático contrasta con el rechazo de Trump al Tratado de París. Y frente al capitalismo tampoco hay acuerdo. Mientras Trump es su mayor postor, el Papa se opone a sus excesos. Más alineadas están las políticas de ambos sobre el aborto, el Medio Oriente y América Latina, incluyendo a Venezuela. Pero la semilla de la discordia está plantada y hoy se habla de la distancia entre los dos. La pregunta es inevitable: ¿A quién le conviene que crezca la percepción de esta pelea? ¿A los obispos conservadores que resienten la popularidad y la apertura de Francisco, o a los republicanos que necesitan dar explicaciones a sus feligreses católicos? ¿Al Vaticano, para fortalecer el discurso del Papa al enfrentarlo con un Trump? O quizás a la propia Casa Blanca, para crear una nueva cortina de humo que esconda los errores del Presidente y su equipo.


Sigue en Twitter @Muni_Jensen