Martina y Gabriela

Hace poco más de un año escribí sobre la vida y el amor cuando nació Valeria, mi nietecita mayor. Como el amor no es tímido y cuando irrumpe en nuestras vidas lo hace a raudales como los rayos de sol en una mañana de verano, ahora, el buen Dios nos regala a las gemelas. Se llaman Gabriela y Martina.Cuando nos dolía el alma en lo más profundo con la muerte de mamá, la gran Nohemy, al mes de su partida y en el día más luminoso del año cuando se llenan de luz nuestras casas y se engalanan con velitas y faroles en conmemoración de la inmaculada concepción de la Virgen María, llegaron las gemelas con la buena nueva del amor por duplicado. Estarás satisfecha, querida madre, y estoy seguro de haber visto esa noche de diciembre tu bella sonrisa remarcándonos que la vida sigue y que el amor asume diversas formas, tantas como tengamos espíritu y capacidad para entenderlo y vivirlo.Qué bella Navidad y preludio de Año Nuevo hemos tenido. No tenemos duda ahora de que siempre existe un mañana. Las veo dormidas, una junto a la otra brindándose calor y juro que conversan con sus pequeños gorjeos que no entendemos los grandes porque ya hemos perdido la capacidad de asombro. A veces se cogen sus manitas y se dan ánimo y si las separamos sólo tienen sosiego en su común destino… ¡Qué bella lección de solidaridad!Despiertan estas bebés, angelicales sentimientos en desuso y ternezas desuetas que nos sorprenden a nosotros mismos y que en el mundo de los adultos denominamos con cinismo entre los parientes, el bazar de los idiotas al cual pertenecemos sólo cuando nos observan los demás hablando solos o a media lengua o en estado de observación con la mandíbula caída, celebrando aquello que sólo a través del amor nos parece tremenda gracia. Pero nosotros sabemos que no es así, entendemos que existe una nueva dimensión más allá de las entendederas racionales que establece un círculo mágico inexpugnable rodeado por la inocencia y el mundo de las bellas y de las buenas cosas. Qué decir del encuentro con la abnegación y el estado de sublimación que les permite superar el cansancio a los padres de las criaturas. El orgullo infinito por mi hija, María Alejandra, exitosa profesional en su papel de madre, de quien pienso que hace tan poco arrullé en mis brazos, ahora repitiendo el rito por triplicado, y un Felipe el padre del milagro, rudo jugador de tenis y ejecutivo eficaz, quejándose con una sonrisa de satisfacción por los sueños diurnos, por cuenta de la falta de los sueños nocturnos. Y en medio, la pequeña y valiente Valeria haciéndose sentir con sus delicados besos a las ‘babes’ (así les dice en su media lengua), y su ¡hola! ornado con una sonrisa con arruga de nariz incluida a todo aquel que encuentra en su camino para hacerse oír, quiéranlo o no.En el estado de observación que imponen los recién nacidos para buscarles por ejemplo parecidos y para acompañarlos en sus sueños, percibo unas sonrisas en sus tersas caritas. ¿Qué las hará sonreír dormidas? Quiero pensar que nos traen su mensaje de felicidad y optimismo. Ellas que están tan cerca de Dios en su bondad infinita, saben bien que aún hay esperanza en la Tierra. Llegan al mundo cuando aún hay conflictos y algunos seres humanos actúan con perversidad, a una Colombia donde uno de cada tres compatriotas viven en la pobreza y persiste una inmensa desigualdad, pero sus sonrisas nos dicen que allí está el futuro, un mañana promisorio, alegre, lleno de cosas buenas como la luz que despeja las tinieblas y entra por las ventanas para anunciarnos un nuevo día.Como ven, no puedo menos que compartir con ustedes, mis indulgentes lectores, este canto a la vida, es la mejor forma de desearles, cuando todo se renueva, ¡que Dios bendiga sus hogares en el 2013 y les depare un año de buenos sucesos!