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Monseñor Monsalve

Por una declaración de Iván Duque en la que se atrevió a decir que todo iba perfectamente en Colombia, el arzobispo escribió un trino en el que solo dijo verdades pues desnudó los graves problemas nacionales, ignorados por el presidente.

12 de enero de 2022 Por: Jorge Restrepo Potes

La Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana es una congregación de 1200 millones de fieles que seguimos las doctrinas de Jesucristo, registradas por Mateo, Lucas, Juan y Marcos en los Evangelios.

Según los cuatro evangelistas las prédicas constantes del hijo de Dios en su tránsito terrenal eran dirigidas al corazón de hombres y mujeres para que entre ellos reinara la paz.

Sin paz, nada es posible. Lo contrario de la paz es la guerra, y los colombianos sabemos los horrores del conflicto que por más de 50 años sostuvieron las Farc y el Estado, sin que ninguno pudiera vencer al otro.
Ni Tirofijo, ni Cano ni Timochenko lograron conducir a los guerrilleros al poder, ni los presidentes que las enfrentaron fueron capaces de derrotarlas militarmente.

Un presidente -Juan Manuel Santos- tuvo la buena idea de proponerles a las Farc que se sentaran con el Gobierno a negociar un acuerdo. Luego de cinco largos años, los negociadores convinieron un texto, que si bien no era perfecto, fue el mejor que se pudo alcanzar.

Santos cometió el error de llevar lo acordado a refrendación popular con un plebiscito que generó toda suerte de falacias, que se dispararon desde la extrema derecha liderada por Álvaro Uribe. Para ‘sacar a la gente a votar berraca’, tal como confesó el gerente del No, Juan Carlos Vélez Uribe, soltaron toda suerte de argumentos: que era un salto hacia la ideología de género; que Santos entregaría el Gobierno a Timochenko; que las pensiones se destinarían a sostener de por vida a los guerrilleros; en fin, un rosario de insensateces que surtieron efecto pues él No se impuso por 50 mil votos, lo que llevó a una renegociación del acuerdo, pero quedó con plomo debajo del ala.

Lo que no pude entender fue la conducta de la jerarquía eclesiástica, que desde el cardenal Rubén Salazar hasta el último cura de aldea -con contadas excepciones- se fueron báculo en ristre en contra del Si. Ahí no vi ni escuché las protestas de los perínclitos congresistas Gabriel Velasco y Christian Garcés, denunciando al curato por esa perversa intervención política.

Unos pocos purpurados y algunos sacerdotes desacataron la orden cardenalicia, y apoyaron el Si, entre ellos monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, sobre el que han caído rayos y centellas por su prédica a favor de la paz en esta ciudad y en Colombia. Creo que no lo han sacado a empujones del Palacio Arzobispal porque cuenta con el respaldo del Vaticano y del papa Francisco, otro ‘Mamerto’  para la ‘gente bien’ de esta urbe.

Por una declaración de Iván Duque en la que se atrevió a decir que todo iba perfectamente en Colombia, el arzobispo escribió un trino en el que solo dijo  verdades pues desnudó los graves problemas nacionales, ignorados por el presidente.

Y ahora -otra vez- salen los bizarros congresistas uribistas a exigir que saquen al prelado “porque -dice el senador- nunca se ha parado del lado de los caleños”, es decir, de la ‘gente bien’, que para ellos es la que sigue la cartilla dictada por el gran jefe. El representante afirma que “es una lástima que el jerarca de nuestra iglesia se comporte como gamonal en época de elecciones”.

Mi apreciado Julio César Londoño escribió para El Espectador una columna de antología, defendiendo a monseñor Monsalve, que recomiendo leer a toda la feligresía local, que debe cerrar filas al pie del prelado, que tiene clara cuál es su misión como ministro de Cristo en la Tierra.

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