Un sepulcro blanqueado para Horacio Serpa
Todos los muertos son buenos y a quienes influyeron en la vida de un país es mejor evaluarlos en perspectiva.
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Todos los muertos son buenos y a quienes influyeron en la vida de un país es mejor evaluarlos en perspectiva; intuyendo que es mala idea poner puntos ‘sobre las íes’ cuando las letanías aún se rezan, creo que la apología a Horacio Serpa ya excede lo que permiten los hechos. Serpa representa la traición al liberalismo de izquierda, la ideología, si así se quiere llamar, que lo llevó de Barrancabermeja a la cumbre de un poder que no quiso abandonar, aunque fuera a costa de su propio credo.
El Serpa demócrata se inició en la universidad pública en Barranquilla y tomó forma como juez y político en el Magdalena Medio santandereano, donde el dominio de la guerrilla era evidente y el paramilitarismo ya asomaba la cabeza. La traición de Alfonso López Michelsen al MRL no impidió que volviera un liderazgo de izquierda al liberalismo: Ernesto Samper, Guillermo Perry, Carlos Holmes Trujillo, Jaime Niño, Cecilia López y Serpa.
En 1986 Virgilio Barco fue elegido en las elecciones más victoriosas de la historia del partido Liberal, con el 59% de los votos, superando el resultado de Alfonso López Pumarejo en 1942, descontando las elecciones sin competencia por las abstenciones conservadoras de 1934 y 1938 y las del Frente Nacional con alternación bipartidista. Desde 1986 Serpa recorrió todas las ramas del poder a los más altos niveles: Procurador General, presidente de la Asamblea Constituyente de 1991 y consejero y negociador de paz en Tlaxcala en el gobierno de César Gaviria.
Pero en 1994 se quebraron las vidas de Horacio Serpa y del liberalismo de izquierda. La revelación de los ‘narcocasetes’ sobre cómo el dinero del narcotráfico fluyó a borbollones a la campaña presidencial de Ernesto Samper fracturó la unidad del grupo, muchos se sintieron traicionados, como Guillermo Perry quien se retiró del gobierno con dolor porque el proyecto político era inviable, los ‘narcocasetes’ eran incompatibles con su prédica. Serpa en cambio se quedó para probar su lealtad a Samper y atornillar su propio futuro. Para eso hizo cosas tan lamentables como usar en una rueda de prensa la indagatoria de Santiago Medina, que era reservada; “llegó en un anónimo”, dijo.
Fue candidato presidencial liberal tres veces: en 1998 le ganó la primera vuelta a Andrés Pastrana por 30 mil votos; para la segunda ronda buscó con desespero el apoyo de la derecha del partido, representada por Germán Vargas Lleras y Álvaro Uribe Vélez quien recibió en Oxford, donde estudiaba, a enviados de Serpa. Pastrana ganó, pero Antioquia puso la segunda votación de Serpa.
En 2002 Serpa se enfrentó a Uribe y no tuvo inconveniente en atacarlo por los apoyos políticos que fueron suyos en 1998; aún así aceptó ser funcionario diplomático del primer gobierno Uribe, la coherencia ya no era su marca. En 2006 volvió a ser candidato y fue derrotado por Uribe y por Carlos Gaviria que quedó de segundo doblando a Serpa en votos. Por primera vez en su historia el partido Liberal fue tercero.
Serpa dejó al partido Liberal con el 12% de la votación en una barrena que siguió con el oprobio de dos líderes que merecían mejor suerte: Rafael Pardo (4%) y Humberto de la Calle (2%), ambos en quinto lugar y ambos exasesores de Barco, el que ganó con el 59%.
Desde 1986 hasta su retiro en 2018, Horacio Serpa estuvo en el centro del poder y presenció el marchitamiento del liberalismo. Dicen que merecía la presidencia, que la democracia perdió mucho con su retiro. Las apologías se escriben con tinta, la historia queda inscrita en piedra.
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