La impunidad hooligan

Además del caso del joven Mateo -no vaya a ser y se ofenda- la semana pasada los hinchas del fútbol probaron otra vez su capacidad de llenarnos de vergüenza.

GoogleSiga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

Para no olvidarlo: Julián Mateo Molina es el nombre del hincha de Nacional que atacó a un hincha de Santafé que estaba tendido en el piso por culpa de la mansalva que le dieron otros tres hinchas de Nacional.
Mateo se agarró de la barra de la tribuna para no perder el equilibrio, no vaya a ser se caiga y se lastime, mientras le pisotea la cabeza a la víctima varias veces. En cualquier escenario judicial razonable Mateíto y sus amigos habrían terminado en la cárcel con una sola causal de todas las que le aplican cotidianamente a las personas que caen en las redes hirsutas del aparato judicial: ser un peligro para la sociedad.

Pero eso no pasó, porque no había flagrancia ni tenía orden de captura, dijo la Policía; Mateo está en la calle disponible para empandillarse y atacar a quienes tengan la mala fortuna de cruzarse en su camino. No tenemos detalles de qué diablos hizo la Fiscalía, ni qué llevo al juez a tener conmiseración con este “joven”, como lo llaman los medios, y dejarlo en libertad. Por ahí hay expertos diciendo que la flagrancia no se configuró porque no fue inmediata y que el “joven” Mateo se entregó y entonces no habría “aprehensión”. Tonterías y leguleyadas, “constructos” como dirían los filósofos, basados en sutilezas para justificar lo inexcusable.

El fútbol colombiano le ha dado poca gloria al deporte nacional, pero sí muchas amarguras. Nuestras medallas olímpicas y campeonatos mundiales nos las han dado el ciclismo, el atletismo, el boxeo, no el fútbol. Pero hay qué ver cómo acapara la atención.

Además del caso del joven Mateo -no vaya a ser y se ofenda- la semana pasada los hinchas del fútbol probaron otra vez su capacidad de llenarnos de vergüenza. Unos fanáticos del América terminaron agarrados con los hinchas del Olimpia de Honduras a la salida del Red Bull Arena en Harrison, New Jersey. Ni siquiera jugaban, jugaron o iban a jugar entre ellos, igual se agarraron. En los videos se ve bastantes personajes con cortes de pelo con rapado con diseño, es decir “jóvenes”, o “empresarios” como también los llaman. Parece que ganaron los hondureños, cuya mayor experiencia gracias a la Mara Salvatrucha, lea da una ventaja indudable a los jóvenes empresarios de ese país sobre los nuestros. Además, el espíritu de lucha por el fútbol de los hondureños ya fue probado en la historia, pues el único conflicto militar por culpa del fútbol la protagonizaron ellos y los salvadoreños en 1969.

En fin, sigo lleno de dudas por qué al joven Mateo no lo capturaron no obstante que se trata de una “persona [que] es sorprendida o individualizada en la comisión de un delito en un sitio abierto al público a través de la grabación de un dispositivo de video”, como describe una situación de flagrancia el Código de Procedimiento Penal, justo lo que vimos en El Campín. Algún tecnicismo se habrá inventado la defensa y la Fiscalía no supo cómo defenderse, o al fiscal le dio miedo, quién sabe; de Mateo sabemos que perdió el tiempo, pues fue a entregarse para que lo capturaran.

La alcaldía de Bogotá prohibió los hinchas visitantes en El Campín, veremos. Cuánto dura la firmeza. Mateo ya debe estar pensando en regresar a su pasión verdolaga de pisotearle la cabeza a patadas a hinchas rivales tendidos en el piso. No fue con miramientos que en Europa acabaron con los pandilleros en los estadios. Fue un esfuerzo concertado de autoridades, clubes e hinchas, sin duda y sin cuartel, no con impunidad ni excusas.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos