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Justicia para Vives

Lo que el país presenció a lo largo de seis días fue una vergonzosa exhibición de arrogancia del autor del crimen, de su abogado y de ineptitud de los funcionarios judiciales.

19 de septiembre de 2021 Por: Vicky Perea García

Empezando el fin de semana parecía que se encarrilaba la tortuosa audiencia de imputación a Enrique Vives Caballero por el atropellamiento y muerte de seis personas en la vía El Rodadero-Santa Marta. Lo que el país presenció a lo largo de seis días fue una vergonzosa exhibición de arrogancia del autor del crimen, de su abogado y de ineptitud de los funcionarios judiciales.

Enrique Vives iba borracho a toda velocidad cuando mató a los seis jóvenes; paso seguido se hizo internar primero en una clínica de su elección durante la fase de legalización de la captura. Se hizo entubar y sedar para frustrar la audiencia de imputación, pero inmovilizado como estaba por tanto cable y catéter, al lado de su cabeza tenía una Biblia que no podía leer pero que servía para la foto que pretendía ilustrar una tormenta espiritual inexistente. Seguro los mensajes de caridad y compasión le entraban por catéter.

Luego vino el traslado a otra clínica a elección de Vives, no obstante las instrucciones que la juez había impartido. Los custodios de la Policía quedaron inmóviles para impedir que el ciudadano Vives hiciera valer su poder social para hacer lo que le daba la gana. Cuando ya recobró según su propio parecer, sus facultades mentales, Vives Caballero se cebó en las víctimas diciendo estupideces como que él lo sentía “igual que si le hubiera pasado a otra persona”, agregando que es un buen tipo y que cualquiera puede averiguarlo.

Sin discutir el derecho de todos a no aceptar cargos de la Fiscalía y a defenderse en un juicio, inclusive si la teoría es que las seis víctimas murieron porque se le lanzaron al carro en el que venía a toda velocidad el borracho y por culpa de toda la tragedia desatada la víctima es realmente Vives porque está traumatizado y a su esposa se le adelantó el parto, este episodio judicial debería servir para darnos cuenta de los problemas que tienen al sistema de justicia sumido en el desprestigio.

Si el borracho que atropella no hubiera sido Vives sino otro rico poderoso en la región, si las víctimas no hubieran sido seis sino dos, si las payasadas del abogado no hubieran causado tanta indignación, el registro informativo habría sido menor o inexistente, no habríamos presenciado todo el sainete de la juez dando órdenes que no se cumplen, de policías cómplices dejando salir a un sujeto que saben que está bajo custodia en medio de una audiencia de imputación, de médicos que administraron medicamentos para que Vives no estuviera consciente en las primeras audiencias.

Fue una sucesión de eventos extraordinarios que llevó el asunto a las primeras páginas de los diarios, a que la Fiscalía orientara su imputación hacia el dolo eventual y no el homicidio culposo, a que la Procuraduría General se representara de manera más enfática y que la juez finalmente, ya tarde, se impusiera como directora de la audiencia e hiciera seis días tarde lo que está previsto que sea en unas pocas horas.

Vives Caballero, el buen tipo, el que siente la tragedia de sus víctimas “igual que si le hubiera pasado a otra persona”, hizo varias cosas a lo largo de la audiencia de imputación que bien podrían valorarse penalmente: la fraudulenta internación en establecimiento hospitalario, el fraude a resolución judicial, por ejemplo.

Dicen que la audiencia se suspendió también porque la juez estaba cansada. Eso no explica que haya dejado que Vives Caballero le pintara la cara a la Justicia durante seis días. El esfuerzo del país para tener una justicia dignamente remunerada, es correspondido con la modorra.

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos