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Esto no pasa acá

La ira que se vio en los marchantes, eso es lo que importa. No los detuvo el covid, ni la lluvia, ni la magistrada Villamizar, ni la etiqueta de castrochavistas, ni los vándalos que son problema de la Policía

2 de mayo de 2021 Por: Vicky Perea García

Tanquetas embistiendo una marcha de protesta, policías disparando hacia un objetivo no preciso, fuerzas antidisturbios disparando granadas lacrimógenas directamente a los manifestantes, ciudades principales bloqueadas, disturbios en la capital hasta entrada la madrugada, medios tradicionales hablando de un ‘fallecido’ y enfatizando el vandalismo, y medios alternativos hablando de varios ‘asesinatos’ y enfatizando la represión; primeras páginas que muestran incendios y otras que muestran un mar de gente con y sin tapabocas; militarización de los centros urbanos en la noche del Día del Trabajo, jueces ordenando que no se hagan marchas, marchantes dejando en ridículo a los jueces que para eso se bastan solos. Cuatro días seguidos de un ambiente cada vez más denso y pesado.

No importó la pandemia expandiéndose a más velocidad que la vacuna, ni los muertos cada vez más cercanos, ni la lluvia, ni el calor, ni que anticipadamente les adjudicaran la responsabilidad de controlar a los inevitables vándalos que se cuelan en todos los tropeles para hacerlos más graves.

Tampoco importan las lindas historias de policías que se enfrentaban con policías para que no se excedieran, o de marchantes enfrentándose a los vándalos para que no agredieran a los policías; son historias menores de la enorme historia que ha ido hilvanándose en los últimos años en Colombia, un tic-tac cada vez más sonoro y acelerado, intensificado por la pandemia que alienó económicamente a una generación de jóvenes a los que les prometimos que su emprendimiento tenía futuro, a pequeños propietarios y comerciantes a los que se les dijo que la formalización era la puerta a la prosperidad y solo sirvió para marcarlos mejor como sujetos de la nueva escalada de tributos con que el Estado responde a su único interés explícito, el grado de inversión.

¿El grado de inversión? A la gente común le sabe a lejía porque sus angustias son otras, son los hijos sin universidad, son las parejas jóvenes sin trabajo, son las familias pasando de tres a dos comidas. Por el grado de inversión nadie sale a marchar. Pero sí una familia estrato 4 cuando ve el IVA en los servicios públicos y las pensiones. O el pequeño comerciante, o los emprendedores que han visto cómo les meten costos por todos lados, no solo impuestos: licencias, validaciones, sistemas ambientales, de seguridad en el trabajo, revisiones, tarifas, estampillas. Y los costos del activismo judicial. Y los de la corrupción grande y pequeña.
El grado de inversión es sieso cuando de por medio está la comida y el techo.

La ira que se vio en los marchantes, eso es lo que importa. No los detuvo el covid, ni la lluvia, ni la magistrada Villamizar, ni la etiqueta de castrochavistas, ni los vándalos que son problema de la Policía. Eran miles, no cerremos los ojos, porque llevan cuatro días marchando.

¿Tenemos conciencia de cómo se han acortado los tiempos? Del paro obrero de 1977 al estudiantil de 2011 pasaron décadas, luego vino el agrario de 2013, el estudiantil de 2018 y la serie de noviembre de 2019 hasta febrero de 2020. No es lo mismo, insisto, cada vez es más grave y no tiene qué ver con unas elecciones presidenciales, no basta la propaganda.

Esa masa humillada que lleva cuatro días marchando ha sido tradicionalmente abstencionista, pero, como dice Levítico, se han quitado las correas del yugo, para que pudieran caminar con el rostro en alto. No cerremos los ojos, que si en vez de entender y resolver las afugias que sacaron a la gente a la calle, toda la respuesta es el castrochavismo, seguiremos oyendo el metrónomo acelerando.

AHORA EN Guillermo Puyana Ramos