Adiós, petardo

Así llega el punto final al más prolongado intento de candidatura presidencial de la intelectualidad colombiana.

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1 de may de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 14 de abr de 2023, 01:42 a. m.

“Colombia nos merece” dijo Sergio Fajardo en un video derrotista tratando de desvirtuar no una encuesta, sino todas las encuestas que reflejan la tendencia decreciente de su aceptación entre el electorado, porque “no se corresponde con lo que hemos visto en las últimas dos semanas”. No sé qué estará viendo el profesor Fajardo, pero lo que se ve en la calle sí corresponde a una campaña aislada y divorciada de la realidad.


No es accidente que los videos de su campaña siempre lo muestran en primer plano, ocultando la languidez de su compañía que no podría llamarse manifestación o marcha, ni siquiera reunión, quizás grupo. Pero no es nada parecido a lo que muestran aquéllos que Fajardo diría, Colombia no los merece, Federico Gutiérrez y Gustavo Petro, con escenarios llenos de gente.

Así llega el punto final al más prolongado intento de candidatura presidencial de la intelectualidad colombiana. Este país no ha sido ajeno a la ilusión de que nos salven los intelectuales, porque son tan inteligentes, se las saben todas y llegan al poder con un efecto irradiante que ilumina a los tontos y corrige a los corruptos. Pero todos han sido un fracaso. Desde Antanas Mockus hasta esta campaña con una oferta intelectual sin par en la historia porque se sumó el profesor Alejandro Gaviria.

Y advierto que hablo de los intelectuales convertidos en políticos, no de los políticos intelectuales que son otra cosa, como Alfonso López Michelsen, Álvaro Gómez Hurtado o Belisario Betancur y, si se quiere, Humberto de la Calle. Con los pies sobre la tierra sabían engancharse con la gente, entender que los problemas y angustias de las personas son transversales a una gran cantidad de situaciones y planteaban políticas completas que incluían los mecanismos legales, financieros e institucionales para llevarlas a cabo. No funcionaron del todo porque unos como López volvieron la traición un arte; Belisario quedó atrapado en la tragedia histórica; y De la Calle se ubicaba siempre donde no tocaba salvo la Constituyente de 1991.

Fajardo, Gaviria y Mockus tenían una idea simple del Estado y sus problemas y con ella pretendían resolver todo. Fuera la educación, el diálogo o la cultura, por atractivas que fueran no podían ser la respuesta a todo. Para la guerra nuclear, educación o cultura. Para la crisis inmobiliaria, educación o cultura.

Le añadían a eso una pedantería que demostraba su desprecio por lo popular, aunque Mockus manipuló lo popular para actos de simbolismo que requerían complejas explicaciones, poniéndose lejos de la gente. Fuera el traje de Superman, la disposición de uno platos en la mesa o el logo de la campaña, todos al final convergían en una deliberada complejidad intelectualoide que los disociaba de la realidad. No creían que lo popular fuera culto ni la cultura fuera popular. Atrincherados en el fanatismo de sus pares fueron diluyéndose en el escenario político.

Yo nunca pude votar por Fajardo. Y no era porque fuera de centro. Creo de hecho que su mayor error fue confundir el centro con la nada. Pero a mí me gustan los políticos de carácter, inclusive los de centro. Por su carácter voté por Antonio Navarro cuantas veces pude. Por su carácter nunca voté por Claudia López. Por Fajardo jamás, no me daba la mano para marcar el tarjetón, aunque Colombia lo mereciera.

Fajardo me parecía un café con leche hecho con café descafeinado, con leche descremada y deslactosada y son azúcar sin glucosa. No es que sea insaboro, sino que sabe mal.

El profesor Fajardo tiene su resultado, que no lo cree, pero se lo merece.

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.

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