El pais
SUSCRÍBETE

Transición idealizada

La transición energética se ha idealizado pues no es posible prescindir de los fósiles de un día para otro. La vida, como hoy la conocemos, depende de los hidrocarburos.

22 de noviembre de 2020 Por: Vicky Perea García

El cambio climático es real: el planeta no está siendo capaz de absorber naturalmente el CO2 que se emite. Por eso, y como ocurre desde la COP21, era necesario avanzar con mayor celeridad en la transición energética, junto a otras acciones, como la reforestación. Pero ha faltado una alta dosis de realismo, pues la transición no se dará de la noche a la mañana, ni al mismo ritmo, ni de igual manera, en todos los países. Incluido Colombia.

Señala Daniel Yergin, en su libro ‘The New Map’, que estas transiciones no son nuevas y que han obedecido a cambios tecnológicos, y a razones económicas y ambientales. La primera se dio en Inglaterra en el Siglo XIII con el tránsito de la leña al carbón, cuando escaseó la madera. Señala que, en la actual, no existe consenso sobre la velocidad de la transición, cómo se verá en unas décadas, su costo, quién la paga, cómo se llevará a cabo.

Para, Atul Ayra, de IHS Markit, sería más preciso hablar de “Adición Energética” pues la demanda de combustibles fósil sigue creciendo. Para otros es una diversificación en la que las ‘renovables no convencionales’ -en especial la fotovoltaica y eólica- compiten, subsidiadas, con las fósiles y las ‘renovables convencionales’ como las hidroeléctricas; quien iba a pensar que estas -una energía totalmente limpia- llegasen a ser estigmatizadan.

Es así porque la transición no significa lo mismo para todos. Para unos es proscribir los combustibles fósiles, para otros frenar el calentamiento o superar la pobreza energética que afecta 39% de la población mundial. Por eso India decidió llevarle GLP a 80 millones de hogares e invertir US$60 billones en redes urbanas de gas natural. “India tendrá una transición a su manera”, dice su gobierno. Una es la realidad de Berlín y otra la de Delhi.

La transición energética se ha idealizado pues no es posible prescindir de los fósiles de un día para otro. La vida, como hoy la conocemos, depende de los hidrocarburos. ¿Será que vamos a chatarrizar 1400 millones de vehículos a nivel mundial y siete millones en Colombia, o 30.000 aviones y 55.000 barcos, que utilizan petróleo o gas? ¿A prohibir el plástico -los elementos quirúrgicos, el polietileno en la ropa, los electrodomésticos-?

Debemos ser más realistas sin perjuicio de impulsar las fuentes renovables. Más cuando la matriz eléctrica del país es la sexta más limpia del mundo -70 por ciento es hidráulica y 27 por ciento gas natural- y la energética es cada día más balanceada. Ya las quisieran algunos países europeos que pontifican luego de contaminar al mundo por siglos. Más cuando Colombia aporta solo el 0,04% de los gases de efecto invernadero del planeta.

Alemania y Rusia no van a desistir de un segundo gasoducto por el Mar Báltico, ni China dejará de construir tres plantas a carbón al mes -para darle electricidad a los vehículos eléctricos-, ni Israel renunciará al reciente descubrimiento de gas en el Mediterráneo, ni Estados Unidos, Canadá y Argentina al fracking, ni los árabes cerrarán sus campos. Y en Colombia hay quienes consideran que debemos vivir del petróleo y el gas importado.

Los hidrocarburos no son el enemigo de la transición energética: son su mejor aliado. No solo porque requiere de recursos sino, porque la solar y eólica, por su intermitencia, no le garantizan confiabilidad al suministro eléctrico. Pero eso no se ha entendido. Los necesitamos para que el país funcione, para ayudar a pagar el desarrollo, y avanzar en una transición, pero realista. No hay que escoger: podemos aprovechar el petróleo y el gas e impulsar las renovables, en una mezcla que le permita al país el mayor beneficio.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

AHORA EN Francisco Jose Lloreda Mera