Reflexiones de Houston
No es por falta de interés o falta de proyectos importantes en marcha, en especial en gas, pero el capital -público y privado- es miedoso, incluso para invertir en renovables.
Concluye en Houston una nueva versión de la cumbre de energía, CERAWeek, el evento de petróleo, gas y energías renovables más importante en Occidente a nivel mundial. En esta ocasión contó con 7500 participantes, de 87 países. Un momento oportuno para dialogar sobre la situación energética y climática global, la importancia de la industria en la transición, la situación de América Latina en la coyuntura y, justicia energética.
Lo primero a resaltar es el interés creciente de las compañías petroleras en las renovables, para reducir emisiones en sus operaciones y diversificar su portafolio empresarial. Todas lo hacen, sin embargo, sin poner en riesgo su principal fuente de ingresos: los hidrocarburos. Y no porque estén casadas a perpetuidad con el petróleo y el gas, sino porque son realistas: saben que la transición toma tiempo y no van a poner en riesgo a las empresas.
Lo segundo, la importancia a nivel global de la seguridad energética, comprensible luego de la crisis de abastecimiento en Europa. La buena noticia es que depende cada vez menos de Rusia; ha logrado atender su demanda con petróleo y gas de otros países sin dejar a un lado las renovables; varios países tuvieron que repensar su matriz eléctrica y apelar incluso al carbón, pero siguen impulsando las nuevas fuentes de energía.
Lo tercero, se insistió en que el enemigo no son los combustibles fósiles, sino las emisiones, realidad que algunos no quieren aceptar pues tener villanos en política conviene. De ahí la importancia de una lucha global contra el cambio climático, con un enfoque en la reducción y captura de emisiones independiente de su procedencia y un énfasis en la adaptación: tareas urgentes en las que todos los sectores económicos y sociales deben ayudar.
Lo cuarto a recordar, la intervención de la Secretaría de Energía de Estados Unidos. Al tiempo de conminar a la industria a avanzar con mayor celeridad hacia la carbono-neutralidad, agradeció el incremento en la producción de petróleo y gas para contrarrestar la crisis en Europa. Fue clara en que el mundo necesita petróleo y gas hoy para tener renovables a futuro y que es el sector privado y la industria en cuestión la llamada a liderar la transición.
En esa discusión, la gran ausente: América Latina. Hasta hace poco era una región más atractiva, en especial por México y Colombia. Este año, ni siquiera Brasil destella. Es evidente la cautela a nivel internacional por la situación política en la región. No es por falta de interés o falta de proyectos importantes en marcha, en especial en gas, pero el capital -público y privado- es miedoso, incluso para invertir en renovables.
La región prácticamente no existe en el mapa energético mundial porque no es un gran productor de petróleo y gas ni tampoco de energías a base de fuentes renovables, y no es relevante tampoco, desde el lado del consumo. Y en cuanto a la crisis climática, aporta tan poco a las emisiones globales (3,2%) que no es prioridad, incluso en materia de adaptación, y no porque no existan prospectos; pesa más la incertidumbre.
Una reflexión final sobre justicia energética, como corolario de Houston. Son los países desarrollados -responsables de la crisis climática- los llamados liderar la reducción de las emisiones, a financiar la transición en los países con menor calidad de vida y, de ser necesario, a ceder un poco de mercado en la oferta de hidrocarburos a favor de países productores más pequeños y menos desarrollados. Esperar que en la transición estos sacrifiquen una industria de la cual tanto dependen, además de codicioso, es condenarlos a la pobreza.