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Vístame despacio

Difícil un mejor adagio para el Congreso en momentos en que, además de las iniciativas de los legisladores, le llega una avalancha de proyectos del Gobierno

18 de marzo de 2023 Por: Vicky Perea García

Se atribuye el dicho “vístame despacio que estoy de prisa” a distintos personajes de la humanidad, desde Augusto, el primer emperador de Roma, hasta Napoleón Bonaparte. Pareciera que el origen del legendario refrán es “apresúrate lentamente” y que con el tiempo tuvo variaciones. En todo caso, su espíritu ha sido el mismo: aconseja a actuar con calma y tranquilidad en los momentos más delicados de una situación compleja.

Pues bien, difícil un mejor adagio para el Congreso en momentos en que, además de las iniciativas de los legisladores, le llega una avalancha de proyectos del Gobierno, entre ellas: el Plan Nacional de Desarrollo, que tiene el tiempo contado, la reforma a la salud, la laboral, la pensional, la penitenciaria y la de sometimiento a la justicia; sin perjuicio del esperpento de reforma política radicada el año pasado y que avanza sigilosamente.

Y difícil endilgar responsabilidad al Gobierno por no hacer la tarea pues el año pasado, al tramitar la reforma tributaria anunció que a inicio del 2023 presentaría el grueso de reformas con las que el presidente Petro se comprometió en la campaña. Es decir, puede estarse a favor o en contra de los proyectos, pero el Ejecutivo, pese a su desorganización interna y mil escándalos, se las ingenió para llevar al Congreso un tsunami de reformas.

Pero no son propuestas insulsas. Son iniciativas de grueso calibre que apuntan a cambios profundos en varios frentes, con componentes explosivos en común: la estatización de lo posible, la atrofia del sector privado, la condescendencia con criminales, la creación de fondos para contratar a dedo, el revestimiento de poderes en cabeza del Presidente y el debilitamiento del Congreso y, una serie de normas y micos para apuntalar el régimen actual.

Con un ingrediente adicional: contrario a lo que se predica no es un Gobierno amigo de la concertación; se escuda en la realización de cientos de reuniones para aparentar. Lo ocurrido con la reforma a la salud es patético; tuvo que levantarse medio país en contra para que los partidos y el Ejecutivo reaccionaran, así sea para fraguar un Frankenstein que busca más salvar cara que estructurar un sistema coherente, funcional y sostenible.

Así sucede con el resto de iniciativas. Arriban al Congreso con pequeños retoques para aducir que escucharon las voces contrarias, esperando a ser arropados por la coalición de Gobierno. Pero es consciente de que el respaldo de la opinión y de la famosa calle, el capital político del Presidente, van en picada, y de la mano, la lealtad de partidos de Gobierno que ya se debaten entre tomar distancia o incrementar el precio de su apoyo.

Por eso el afán. En lo que se equivoca el Gobierno es que ese afán es precisamente uno de las causas de su desprestigio. La mayoría de los colombianos no están en contra de introducir reformas en los sectores pretendidos, pero no a la brava ni bajo la premisa de tener el Ejecutivo la verdad revelada. Qué distinto sería si en cada uno de esos asuntos se procurara un gran acuerdo nacional, como se prometió. Pero de verdad, no simulado.

De ahí la responsabilidad histórica del Congreso y en especial la de partidos que nunca debieron hacer parte de la coalición pues terminaron siendo participes de reformas que van en contra de principios y políticas que siempre defendieron. El país espera de ellos responsabilidad: que no se apresuren en la aprobación de las reformas sin darse tiempo de estudiarlas bien, de medir su conveniencia real e impacto, y de escuchar a los críticos. Cobra relevancia el estribillo de la izquierda “parar para avanzar”. Es hora de vestirse despacio.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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