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El lenguaje de la amenaza

Un punto muy preocupante de las recientes alocuciones y pronunciamientos de Petro es su naturalización de la violencia como supuesta consecuencia de que sus políticas no sean implementadas.

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Fernando Posada
Fernando Posada | Foto: El País

4 de ago de 2025, 02:10 a. m.

Actualizado el 4 de ago de 2025, 02:10 a. m.

Con frecuencia se habla en el debate público colombiano del tono cada vez más agresivo y radical asumido por el presidente Gustavo Petro. Ese estilo, divisivo y cargado de rivalidades, es motivo de gran preocupación para el futuro de la democracia, ya que puede traer como resultado graves consecuencias para la democracia y la convivencia ciudadana. Los gobernantes deben buscar con gran sentido de responsabilidad la paz y la unidad de la nación que gobiernan. En Colombia ocurre todo lo contrario.

En la discusión sobre el tono y la retórica del Presidente, hay un asunto del que se habla menos y que debería estar en el centro de toda la preocupación de los demócratas. Un punto muy preocupante de las recientes alocuciones y pronunciamientos de Petro es su naturalización de la violencia como supuesta consecuencia de que sus políticas no sean implementadas. Una de las más graves declaraciones en ese sentido puede encontrarse en su discurso al Congreso, cuando afirmó que si los congresistas no aprueban una nueva ley de financiamiento, “nos hundimos en la barbarie y la violencia”.

Pocas semanas antes, el Presidente también había advertido que si el Congreso no apoyaba su convocatoria a una consulta popular y varias de sus reformas, estaban condenando al país a la violencia. Como alternativa, Petro proponía que “el pueblo” desenvainara la espada de Bolívar –¿para qué se desenvainan las espadas si no es para la violencia y el combate?–. El asunto, de fondo, es aterrador: nuestro Gobernante ha manifestado que cree que un hecho político tan usual en las democracias como que el Congreso no le apruebe una reforma, una consulta o un proyecto, sea un motivo suficiente para llevar al conflicto.

En las democracias, los dirigentes deben estar dispuestos a aceptar triunfos y derrotas, y a replantear sus propuestas en caso de que sean inicialmente rechazadas. De ninguna manera puede aceptarse que dentro de las dinámicas de la democracia, que tanto nos ha costado construir de manera pacífica, sean introducidas las insinuaciones de violencia. ¿En qué momento el país permitió que su gobernante use la permanente intimidación y el lenguaje violento como alternativa a los fracasos de su agenda legislativa? El ideal de todos los demócratas debe ser la eliminación de todas las formas de violencia, y no su evocación constante a esta como consecuencia de que su programa sea incumplido.

No es de demócratas semejante discurso. El presidente se ha acostumbrado a usar la amenaza con futuros de violencia para presionar a los partidos y a la ciudadanía, lo que está lejos de ser un rasgo de un dirigente virtuoso y apegado a los valores de la democracia. La respuesta de las instituciones políticas y de sus críticos no puede ser caer en su juego, pues en esa arena el presidente se desenvuelve con destreza y traería un enorme desgaste para la nación. La alternativa no puede ser otra que promover los valores democráticos del respeto por las decisiones de los contrapesos y la garantía de los derechos de todos los sectores políticos, y construir una propuesta seria que permita que alguien que represente esos valores gobierne este país a partir del 7 de agosto de 2026.

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Posdata: Qué absurda mezcla de bajeza, charlatanería y delirio en el mensaje de respuesta del presidente Petro a la condena contra el expresidente Uribe. En ningún momento podemos normalizar que semejantes trinos interminables, enredados y mal escritos, sean confundidos con pronunciamientos de un estadista. No hay nada de brillantez en la falta de claridad que gobierna a nuestro país.

Politólogo de la Universidad de los Andes con maestría en Política Latinoamericana de University College London. Es analista político para varias publicaciones nacionales e internacionales, y consultor en temas de política pública, paz y sostenibilidad.

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