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Construyamos identidad

Los conceptos de frivolidad y farándula, registran la realidad e inundan el quehacer político y el poder, y conforman una nueva sociedad.

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Jorge Humberto Cadavid
Jorge Humberto Cadavid | Foto: El País.

18 de nov de 2025, 01:19 a. m.

Actualizado el 18 de nov de 2025, 01:19 a. m.

Hace 25 años, después del impacto emocional del secuestro de La María, me invitaron a opinar, desde mi forma de vivir y ver la realidad, para hacer más inteligible y constructiva la existencia del ser humano. Entendí que usar un medio de comunicación masivo para dar opinión, debe ante todo ser una contribución a la formación de talante, de identidad en la cultura de los pueblos y por ello, estoy con alegría y esperanza, poniendo mi grano de arena a la construcción de patria, de identidad, de cultura, de familia con sentido de fraternidad, humanidad, piedad y ternura.

El filósofo e historiador A. Toymbee, nos dice que “Ninguna historia nacional se comprende sin atender a las relaciones que se establecen con otras naciones y al contexto nacional que las incluye, y por eso propone que las verdaderas unidades, los campos inteligibles de estudio histórico, son las civilizaciones”. Estas las concibe, en última instancia, como unidades culturales que incluyen variados pueblos y/o naciones dentro de un mismo conjunto de creencias básicas. El mundo occidental está condicionado por dos fuerzas distintas, la democracia (política), el industrialismo (economía), que han creado un determinado modo de pensar la Historia, en torno a la idea de estados nacionales. Pero, sin embargo, los estados nacionales no son entes inteligibles y autosuficientes de estudio, por lo que debe ampliarse el marco de observación hasta la civilización. En esa interacción social, debemos tener en cuenta los siguientes factores, a saber: la familia, la educación, los medios de comunicación, la religión y la interacción social (otras culturas, migraciones).

La civilización Occidental, a la cual pertenecemos, siguiendo este proceso del estudio de la historia en civilizaciones, hasta el origen de la Edad Media, en donde es posible reconocer su encuentro con otra civilización distinta: Helénica, de tal manera que siguiendo operaciones similares, Toymbee, llega a determinar la existencia de 21 civilizaciones, más un grupo de otras que han sido abortadas o detenidas.

La anterior reflexión filosófico-histórica nos acerca al pensamiento de Samuel Huntington, cuando afirma que la fuente fundamental de conflictos en el universo posterior a la Guerra Fría, no tiene raíces económicas o ideológicas, sino más bien culturales: “El choque de civilizaciones dominará la política a escala mundial. Las líneas divisorias entre las civilizaciones serán los frentes de batalla del futuro. Al tiempo que presenta un futuro lleno de conflictos, gobernado por unas relaciones internacionales abiertamente desoccidentalizadas. Occidente se encontrará más y más enfrentado con civilizaciones no occidentales que rechazarán más frontalmente sus más típicos ideales: La democracia, los derechos humanos, la libertad, la soberanía de la ley y la separación entre la iglesia y el Estado”.

Siguiendo este proceso de reflexiones histórico-culturales, llegamos al pensamiento de Francis Fukuyama; según él; el mundo había dejado atrás la época de grandes enfrentamientos ideológicos porque la mayoría de las sociedades aceptarían tarde o temprano, los valores centrales del liberalismo y la democracia, por eso afirma en su libro ‘El fin de la historia y el último hombre’, que la democracia liberal representaba el horizonte final de la evolución humana.

Pero esto no era todo, nos encontramos con Agustín Laje, que en sus tres libros, ‘La Batalla Cultural’, ‘Generación Idiota’, y ‘Globalismo’, en los cuales al definir lo que es la batalla cultural, nos muestra cómo la cultura ha llegado a ser el botín principal del poder, frente a una nueva derecha que despreció el poder de la cultura, hasta presentarnos en La Generación Idiota, de cómo se pasó de las culturas que veneraban la sabiduría de las canas a envidiar e imitar al adolescente, para desembocar en una cultura que ha perdido la identidad. Según Z. Bauman, una cultura líquida, porque se ha alejado de la tradición y la verdad, hasta presentarnos un mundo en donde se ha perdido el sentido de la época. Los conceptos de frivolidad y farándula, registran la realidad e inundan el quehacer político y el poder, y conforman una nueva sociedad. ¿Es la que necesitamos?, espero volver a la reflexión.

Sacerdote, párroco en María Madre de la Iglesia en Vipasa y Prados del norte, fue director del Centro de Investigaciones de la Arquidiócesis de Cali, profesor de Teología en el Seminario Mayor San José de Panamá, y párroco en Buga y en Cúcuta. Escribe para El País desde 1999

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