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Los obstáculos para recibir tratamiento...

...muchas veces se originan en los propios progenitores.

27 de junio de 2018 Por: Carlos E. Climent

Con el ánimo de corregir esta infortunada pero difundida situación se trae a colación, nuevamente, un caso de común ocurrencia en el trabajo clínico.

“Una mujer consulta por el evidente deterioro mental de su hijo de 19 años que había sido diagnosticado como sufriendo de un trastorno bipolar.

Los profesionales anteriores le habían recomendado diversas terapias que nunca se cumplieron porque, según la madre, el muchacho no quería seguir recomendaciones de nadie. Eso era parcialmente cierto. Pero la razón de fondo que pude aclarar solo un tiempo después, y en especial después de hablar en privado con distintos miembros de la familia, era otra. Cada vez que le señalaban sus inconsistencias o la criticaban con relación al manejo que le daba a las conductas del hijo, ella cambiaba de médico.

La historia clínica del joven estaba muy clara. La que costó trabajo descifrar fue la de la madre que se había pasado buena parte de su vida muy acelerada, pero sin aceptar que ella misma estaba necesitando tratamiento.

Su carácter prepotente era el responsable, al menos en parte, de su éxito, y por supuesto nadie la contradecía. Además de ejecutiva era caprichosa y mantenía un control total sobre su familia, especialmente en lo económico.
Quien estaba de acuerdo con ella, recibía sus favores. Quien se disgustaba con ella, por la razón que fuera, caía en desgracia. Tal actitud incluía a toda la familia incluyendo a un esposo dependiente y totalmente dominado por ella. La revisión de la historia reveló que ella había sufrido desde adolescente múltiples oscilaciones en su estado de ánimo que nadie se atrevía a señalar. Además, tenía varios parientes deprimidos y su hermano mayor se había suicidado cuando ella era pequeña. Este último evento - que fue terrible para todos - era el gran secreto familiar del cual ella nunca quiso hablar.

Los enfermos en esta casa eran dos, pero la gran resistencia a recibir el tratamiento no era del joven sino de la madre. El factor que impedía que ella permitiera el tratamiento de su hijo era su miedo irracional a aceptar su propia enfermedad. Su juicio de realidad estaba seriamente comprometido y sus decisiones empezaron a ser cada vez más equivocadas. De los accesos de ira incontrolables estaba pasando a las decisiones absurdas. El ejemplo más destructivo era la obstrucción sistemática del tratamiento de su hijo. Sus parientes, pasivamente y en silencio, se preguntan si no sería buena idea hacerla tratar, pero nadie se atrevía a ponerle el cascabel al gato. Además, ella seguía funcionando más o menos bien en su oficina y la familia se había ido adaptando a sus pataletas. Una sobredosis de drogas por parte del hijo, que obligó a hospitalizarlo de emergencia, puso al descubierto el sabotaje inconsciente pero sistemático de la madre al tratamiento de su hijo; y permitió iniciar una intervención terapéutica para ambos”.

Recibir ayuda para tratar un trastorno mental tiene muchos enemigos pero muchas veces el peor de todos es el allegado más íntimo que no lo acepta, porque ello significa aceptar su propia enfermedad.

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