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COLUMNA

Las amenazas tontas

Ponerle punto final a las amenazas inútiles es coherente con una crianza saludable.

30 de noviembre de 2018 Por: Carlos E. Climent

El tema de las amenazas insulsas en las que nadie cree es con frecuencia la base de una grave dificultad en la crianza, que es un largo camino que no pocas veces se extiende más allá de la mayoría de edad.
Durante el proceso de crianza ocurren infinidad de eventos que les dan la oportunidad a los padres de ir aprendiendo el sutil equilibrio entre el poner límites y el ser excesivamente dadivosos.

A través del ensayo y el error los modelos a imitar se fortalecen, a través del tiempo, gracias a las conductas consistentes de los padres. Además del papel que juega el ejemplo, existen las experiencias emocionales correctivas que corresponden a ciertas acciones puntuales ejercidas por los padres en momentos especiales del devenir familiar. Tales intervenciones, realizadas oportunamente, logran corregir conductas problemáticas crónicas de los hijos que habían sido imposibles de modificar a pesar de los esfuerzos. Son el producto de la determinación certera de los padres y se convierten en el punto crítico de cambio (“turning point”) de la vida del joven en formación.

Esa actitud nueva, esa estrategia diferente, finalmente logra que una conducta reiterada e indeseable, deje de ocurrir. Para lograr que el desenlace afortunado tome lugar, los padres deben sorprender al hijo cambiando la táctica de la amenaza insulsa por la acción decidida.
El hijo atenido y desafiante que no se responsabiliza de sus deberes solo reacciona el día que siente que las amenazas tontas se acabaron. En otras palabras, el abusivo que no respeta las normas, solo las acata cuando ve que sus padres cumplen su palabra sin miedo.

La razón por la cual los padres se demoran tanto tiempo en tomar acciones correctivas más enérgicas es casi siempre el temor “a dañar la relación” con el hijo trasgresor. Pero la dinámica familiar basada en semejante distorsión, genera un lamentable desgobierno que solo lleva al deterioro.

En la memoria de muchos adultos agradecidos reposa de manera vívida aquel momento -hace años, cuando eran niños-en el cual los padres en ejercicio de sus funciones los sorprendieron negándoles algo a lo cual se habían acostumbrado por la debilidad parental. Las variantes son infinitas e incluyen el cumplimiento de una sanción justa, la cancelación de beneficios y permisos como consecuencia de violaciones a las normas, como por ejemplo, no llevarlo al colegio cuando lo dejó el bus, porque nunca estaba listo o dejarlo en la casa viendo al resto de la familia salir a un programa, paseo o vacación.

Para todos, se constituyeron en llamados de atención contundentes que de alguna manera los aterrizó a la realidad de que no podían continuar en su papel de niños caprichosos: “Supe que no podía seguir manipulando a mis papás...y ese hecho... de alguna manera cambió mi vida”. Amar no solo es dar, sino poner límites de manera consistente. Una importante contribución de los padres con la cual capacitan a sus hijos para defenderse mejor en la vida. En ‘Asuma la gerencia de su vida. La lupa interior’(Panamericana 2018), se amplía este tema.

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