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¿Homofobia?

Siempre he dudado de la verdadera identidad sexual de los homofóbicos. Recuerdo una famosa reflexión de un terapista: “Cuando Pedro me habla de Juan, aprendo más de Pedro que de Juan”.

8 de julio de 2019 Por: Aura Lucía Mera

Siempre he dudado de la verdadera identidad sexual de los homofóbicos. Recuerdo una famosa reflexión de un terapista: “Cuando Pedro me habla de Juan, aprendo más de Pedro que de Juan”. Me costó trabajo entenderla, tuve que darle vueltas y revueltas, hasta que al fin. El que está despotricando de alguien y obsesionado contra algo, o condenando alguna ideología, es aquel que tiene ese problema adentro y no ha podido resolverlo.

Explico, si estoy con una amiga que despotrica contra otra y la tilda de “tacaña, centavera, usurera...”, la que tiene el problema no resuelto es ella y no la amiga. Muchos terapistas lo llaman ‘Relación espejo’. Yo la tuve con una amiga que me irritaba y a veces me daban ganas de masacrarla, hasta que un día me puse a reflexionar por qué me producía tales reacciones y al fin acepte que lo que más me molestaba de ella eran las cosas que más me molestaban de mí misma: autoritaria, mandona, voz ronqueta, controladora. Descansé. Se lo comenté a mi amiga, nos reímos a las carcajadas y jamás volvimos a discutir, la extraño. Ya partió a nuevas dimensiones.

Creo que esto les pasa a los homofóbicos fundamentalistas, odian, agreden, insultan, rompen banderas, amenazan de muerte a los homosexuales o lesbianas. Entran en ira incontenible y los definen con palabras ordinarias y soeces como ‘maricón’, ‘moja la canoa’, ‘arepera’, ‘tortillera’, ‘suelta-plumas’, ‘machorras’, ‘horras’, etc. Proclaman con vehemencia que ‘prefieren un hijo muerto a marica’.

Dogmatizan sobre el matrimonio heterosexual, la educación de los hijos en la religión, se rasgan las vestiduras ante cartillas sobre orientación y aceptación de la diversidad sexual, se creen portadores de la verdad absoluta, llevando su intolerancia a extremos vergonzosos.
Desconfío de aquellos que son así. Creo que sus reacciones son propias de sus dudas sobre su propia identidad sexual, se matarían antes de reconocerse como homosexuales o lesbianas y prefieren la hoguera de sus propios infiernos silenciosos a ‘salir del clóset’, como se dice ahora, y llevar una vida acorde a su verdadera identidad.

No los juzgo. Pero sí rechazo de plano sus agresiones y sus insultos. Mírense ante el espejo con el alma desnuda y acepten sus oscuros secretos, sin agredir y vociferar contra los que han tenido el valor y la honestidad de hacerlo. La orientación sexual de cada ser humano es sagrada, lo que es sacrílego es irrespetarla y atacarla. Ellos, los homofóbicos, son a los hay que temerle.

Recomiendo de nuevo el libro Sodoma, escrito por el francés Frederic Martel, sociólogo e investigador quien se dedicó durante varios años precisamente a investigar la homofobia en El Vaticano y lanzó su libro simultáneamente en varios países del mundo.

En Colombia coincidió con la Feria del Libro en Bogotá. Me lo leí de una tacada porque sin morbo ni juzgamientos narra esta aberración, precisamente en los círculos más altos del Vaticano, con testimonios grabados para comprobar su veracidad, confirmando que los altos jerarcas de la Iglesia, los que presumen de machos y dispersan odio furibundo contra los homosexuales son precisamente aquellos que llevan esa doble vida y dan rienda suelta a todas sus obsesiones y pasiones en secreto, condenando en público la homosexualidad. Lo recomiendo para católicos, ateos y homofóbicos.

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Posdata:
dime de lo que presumes y te diré de lo que careces.

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Posdata 2:
si estuvieran vivos y salieran a la ‘Marcha del Orgullo Gay’ Sócrates, Aristóteles, Miguel Ángel, Caravaggio, García Lorca, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral. ¿Tambien los atacarían? Qué vergüenza, tanto macho machote, agresivo y cobarde.

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