Espadas y mariposas

Los colombianos de todas las regiones somos hermanos de patria, y por lo tanto tenemos el deber sagrado de cerrar brechas, darnos la mano, dejar atrás rencores y mirarnos de frente.

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8 de ago de 2022, 11:40 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:53 p. m.

Definitivamente algo cambió. De todas las posesiones presidenciales que he visto, esta fue diferente. Se rompió el protocolo rígido, la Plaza y calles adyacentes se llenaron de colores, alegría y música, todas las regiones, todas las etnias, todas las culturas unidas espontáneamente, sin acartonamientos ni distancia ‘de clases’. Como debe ser. Como ha debido ser siempre.

Las mariposas me recordaron a Estocolmo, cuando García Márquez fue recibido con miles de mariposas amarillas. Las palabras de Gustavo Petro fueron similares a las del Premio Nobel en la Academia Sueca. Ambos refiriéndose con firmeza, no al ‘realismo mágico’ sino al realismo trágico y sangriento de nuestra historia y al derecho de todos los colombianos de tener una segunda oportunidad sobre la Tierra.

Palabras que, tanto en Estocolmo como en la Plaza de Nariño resultaron incómodas para algunos que se resisten a reconocer la tragedia sangrienta y excluyente en que hemos vivido más de 200 años, divididos en castas, ciegos ante la inequidad.

Mariposas de esperanza en 1982. Mariposas de esperanza en 2022. El camino será lento y difícil, pero como dice Constantino Kavafis en su Ítaca: “No deben asustarte ni Cíclopes ni airado Poseidón, que no te saldrán en el camino, si piensas alto, si unas emociones escogidas albergan alma y cuerpo”.

Las estrellas parecen alineadas para este viaje a Ítaca. No perdamos esta segunda oportunidad. Los colombianos de todas las regiones somos hermanos de patria, y por lo tanto tenemos el deber sagrado de cerrar brechas, darnos la mano, dejar atrás rencores y mirarnos de frente. No existen los invisibles, cada hombre, mujer, niño o niña del campo o la ciudad tiene derecho a una vida digna. (Aberrante la noticia de que en algunas escuelas alimentan infantes con carne de caballo). Estas cosas no pueden seguir sucediendo. ¡Basta ya!

El discurso del presidente Petro fue un angustioso y firme llamando a la paz total. Las palabras del presidente del Senado, Roy Barreras, certeras y claras. Nadie que las haya escuchado puede calificar ninguno de los discursos como populistas ni revanchistas. Son invitaciones a la sensatez y a la unión.

No será fácil si todos no ponemos nuestro grano de arena y nos unimos, y pensamos en una patria común. No más sangre. No más corrupción. No más egos pisando los derechos de los demás. No más frivolidades ni áulicos. No más mentiras. No vivimos en el país de las maravillas, pero podemos ayudar a vivir en un país digno, pujante y unido, maravilloso en recursos naturales. Único.

Macondo sigue. Los invitados extranjeros debieron quedar alucinados. La última orden tajante de Duque como presidente fue prohibir que la espada de Bolívar fuera sacada de la Casa de Nariño, y la primera orden tajante del nuevo mandatario Gustavo Petro, fue que la espada saliera y lo acompañara en su posesión. Un intermedio musical y cargado de tensión se apoderó del ambiente. Cualquier cosa podría suceder. La espada era algo sagrado y simbólico, no un simple florero.

Todo regresó a la normalidad, dejando la salida de Duque con un mal sabor de boca. La soberbia es el único pecado que se cobra rápido. Lunar triste de un cuatrienio que muchos deseamos olvidar. A pasar la página, nos espera un nuevo amanecer, y de todos los cuarenta millones de colombianos depende que el sol ilumine o que la borrasca termine de acabar con todo.

Me emocionó ver al expresidente Santos, su gobierno logró el acuerdo de paz. Intentaron, pero no lograron hacerlo trizas. De nuevo, la paz se convierte en la meta nacional. Gracias, doctor Santos. Gracias, Francisco De Roux. Deseo lo mejor al presidente Petro, a su vicepresidenta Francia Márquez y al gabinete que inician un cuatrienio de esperanza, incertidumbre, expectativa, emociones mezcladas y dura oposición. Colombia merece lo mejor.

Periodista. Directora de Colcultura y autora de dos libros. Escribe para El País desde 1964 no sólo como columnista, también es colaboradora esporádica con reportajes, crónicas.

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