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En mayo de este año el supermercado 'Mercatodo' de Floralia decidió apoyar con dinero el proyecto. Con eso, dice Víctor, pueden pagarle a los cinco ‘coachs’ que trabajan con él, comprar balones, conos, petos, incluso guayos. | Foto: Especial para El País

CALI

'Smart Campus', una alternativa de vida para los niños del barrio Floralia de Cali

Víctor Hugo Jhonson creó en uno de los barrios más violentos de la ciudad, Floralia, el ‘Smart Campus Joga Bonito’, un proyecto que busca hacer del fútbol una alternativa para la vida.

1 de octubre de 2017 Por: Yefferson Ospina / Periodista de El País

Víctor Hugo Jhonson, 38 años, delgado, elocuente, mirada severa, fue, como todos, un jovencito rebelde. Creció en un barrio difícil de Cali, Floralia. Fue al colegio, jugó al fútbol, era bueno como volante, conoció el alcohol, el cigarrillo, algunas drogas. Trabajó duro en una fábrica de zapatos en otro barrio difícil de Cali, El Rodeo, y conoció a un grupo de delincuentes que le mostraron armas, que le dijeron que podía no trabajar tanto y ganar más, mucho más.

Aquello ocurrió cuando Víctor tenía quizá 18 o 20 años y cuando ya había hecho parte de una pandilla de su barrio e incluso había disparado un arma en varias ocasiones y había peleado contra otros pandilleros.

Aquello ocurrió, también, cuando Víctor ya había visto a un par de amigos de su infancia morir en medio de tiroteos y otros tantos perderse en las drogas y cuando intuyó que si él no hacía algo, sus hermanos menores terminarían como algunos de sus amigos. Entonces se negó.

Entonces supo que debía hacer algo, que no podía permitir que decenas, cientos de jovencitos de ese barrio en que él creció no hicieran otra cosa que cumplir esa fatalidad de nacer, crecer, conocer las drogas, las armas y morir.

Desde entonces, Víctor Hugo Jhonson hace cosas, muchas cosas, por evitar destinos semejantes.

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Se llama Smart Campus Joga Bonito y es una de esas cosas que Víctor Hugo ha creado para luchar contra lo que él llama la falta de oportunidades, la negligencia del estado, la incapacidad de los gobernantes, en suma, la violencia.

Víctor cree en el fútbol. No en ese fútbol obsceno de miles de millones de euros y de marcas de zapatos y de partidos amañados y de contratos de televisión, sino en el otro, el que es origen de todo: el fútbol de la cancha maltrecha, el de las dos piedras como arcos en una calle, el que juegan unos chicos con zapatos rotos.

El 'Smart Campus' ofrece cursos diversos de manualidades a las madres y a los padres de los chicos. Es parte de la filosofía del proyecto.


En Floralia, sin embargo, esa no es una imagen romántica. No. En Floralia, el barrio que en 2013 fue el que más homicidios tuvo en Cali, un barrio que hace parte de una de las cinco zonas con más asesinatos de la ciudad, en ese barrio la imagen de un chico que juega con zapatos rotos no es romántica, es más bien prosaica, común, pero también, es de algún modo una forma de la esperanza.

O al menos, así es como lo ve Víctor.

En 2014 Víctor creó un club de fútbol al que llamó Joga Bonito. Su idea era, es, simple. Si a un chico que hace parte de una pandilla, que consume drogas, se le da una oportunidad de hacer algo con su vida, así sea jugar fútbol todas las tardes y luego entrar en el campeonato de fútbol metropolitano, la vida de ese chico puede cambiar. Víctor lo cree así porque, dice, una de las razones por las cuales en Floralia y en toda la Comuna 6 del nororiente de Cali hay tantas pandillas y jovencitos delincuentes es porque se trata de chicos que no tienen algo a lo cual pertenecer.

Viven sin su padre o sin su madre o sin ninguno de los dos, no han podido ir a una escuela, no tienen un trabajo y, en ese caso, la pandilla o el grupo delincuencial se les convierte tanto en una forma de vida como en una forma de dejar de estar en el margen, de no ser más un abandonado, un paria, de pertenecer a algo. Es un atavismo con el que vivimos todos: todos queremos pertenecer, hacer parte, de la familia, de un club de artistas, de un grupo de trotadores, de los veganos, de los antitaurinos, de los punk, de la barra de Barón Rojo, de la Iglesia cristiana. Seguimos siendo tribus.

Joga Bonito, además, surgió en contravía de las políticas municipales que decían, que dicen, que solo podrían hacer parte de los clubes de fútbol patrocinados por la Alcaldía aquellos chicos que no tengan nada que ver con las pandillas o las drogas. “Es otro de los absurdos de esas políticas. ¿Por qué negarles, justamente a los pandilleros, a los jóvenes que ellos llaman en ‘alto riesgo’, la oportunidad de que tengan otra vida?”.
Víctor todos los días de su vida se hace esa misma pregunta.

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Joga Bonito, entonces, fue más allá. En junio del año pasado Víctor decidió crear el ‘Smart Campus Joga Bonito’, un proyecto más o menos ambicioso: a partir de una metodología particular para enseñar a jugar fútbol, creada por académicos alemanes, el Smart Campus incorpora a su proyecto futbolístico clases de danza y de inglés. El método se conoce como ‘Funiño’, fútbol para niños.

Víctor, con su propio dinero compró los libros de enseñanza de ‘Funiño’ a través de internet y en la sede de la junta de Acción Comunal, contigua a cancha de fútbol del barrio Floralia, estableció el ‘Smart Campus’.
Los lunes, miércoles y sábados alrededor de 120 niños entre los cinco y los 14 años asisten a las clases de danza, inglés y fútbol que hacen parte del método de enseñanza ‘Smart Campus’. “Lo que pasa es que se trata de una formación completa, integral. A los chicos les enseñamos danza, porque el método sostiene que si ellos aprenden ciertos movimientos, pueden ser más capaces dentro del campo de juego. Pero también enseñamos inglés porque la idea es no solo formarlos como futbolistas. Nuestro objetivo es que tengan otras habilidades, como un segundo idioma, y eso les dé más herramientas para la vida”.

Por otro lado, durante los entrenamientos, en los que participan varios 'coachs', el 'Smart Campus', ofrece cursos diversos de manualidades a las madres y a los padres de los chicos. Es una parte de la filosofía del proyecto: que los padres y los hijos fortalezcan sus relaciones, continúa Víctor, y que lo hagan dentro del propio 'Smart Campus'.

En mayo de este año el supermercado 'Mercatodo' de Floralia decidió apoyar con dinero el proyecto. Con eso, dice Víctor, pueden pagarle a los cinco 'Coachs' que trabajan con él, comprar balones, conos, petos, incluso guayos. Hasta ahora no han recibido ningún apoyo de ninguna entidad estatal.

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Los chicos vienen de toda la Comuna 6. Algunos viven allí mismo, en Floralia, otros cerca del Jarillón del río Cauca, otros en zonas en las que no se puede caminar durante la noche.


Para muchos la violencia y la muerte es una historia común: un hermano asesinado en una esquina, un amigo apuñalado, un amigo de un amigo baleado mientras consumía cocaína.

Jean David tiene doce y lo cuenta como quien habla del cine: hace dos semanas corrieron panfletos por su barrio en los que se decía que no querían ver a nadie después de las nueve de la noche en la calle, porque “iba a empezar la limpieza”.

Es extraño cómo las experiencias entre un chico y otro llegan a ser tan radicalmente opuestas cuando entre ambos hay solo algunas calles de diferencia. A menos de un kilómetro de la cancha de fútbol en la que hablo con Jean David crecen otros jovencitos que seguro no han visto la muerte como él y no tendrán que dormirse antes de las nueve para no caer en la ‘limpieza’.

Le pregunto a Víctor si cree que funcionará.

—Sí. Bueno, yo llevo mucho tiempo trabajando aquí en esta comuna y uno siempre tiene que creer que sí se pueden cambiar las cosas.

—¿Y durante todo ese tiempo del que hablas, ha funcionado?
Víctor sonríe y me mira, con una especie de cordialidad despectiva y me hace sentir que mi pregunta es un poco tonta.

—Uno tiene que empezar por creer, ¿no? Al menos, yo creo en el fútbol— termina.

El Funiño es un juego para niños de 8 y 9 años. Con 4 porterías de fútbol que despiertan y estimulan la creativi- dad y la inteligencia.

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