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Informe exclusivo: ‘Urabeños’ y ‘Rastrojos’ controlan las pandillas en Cali

Más de dos mil jóvenes hacen parte de las 134 pandillas que existen hoy en Cali y que son usadas como carne de cañón por parte de grupos como ‘Urabeños’ y ‘Rastrojos’ para emplearlos en sus delitos y para que hagan las veces de guardianes de sus líneas de microtráfico.

28 de enero de 2013 Por: Redacción de El País

Más de dos mil jóvenes hacen parte de las 134 pandillas que existen hoy en Cali y que son usadas como carne de cañón por parte de grupos como ‘Urabeños’ y ‘Rastrojos’ para emplearlos en sus delitos y para que hagan las veces de guardianes de sus líneas de microtráfico.

En 1992, Cali, la tercera ciudad más grande de Colombia, tenía diez pandillas de adolescentes armados. Hoy, 21 años después, esa cifra aumentó 1.300%, llegando a 134 grupos identificados, según un informe de la Personería de Cali.En tres años el número de pandillas tuvo un aumento que solo deja una sensación interna de perplejidad y desazón: 30 nuevos grupos nacieron entre 2009 y 2012.Ya son 2.134 los jóvenes que engordan la barriga mórbida de la violencia urbana. Esos 2.134 muchachos son el 1% del total de la población de esta, la tercera ciudad más importante del país. Esas 2.134 personas se pasan los días matándose entre sí, incluso antes de llegar a la mayoría de edad. A esta fecha, 17 de las 22 comunas de la ciudad tienen al menos una pandilla merodeando en sus calles como gatos sin dueño que sacan uñas y dientes para hacerse entre ellos tanto daño como puedan. De acuerdo con análisis realizados por grupos de investigación de violencia de la Alcaldía, en promedio un 13% de los homicidios violentos que ocurren en la ciudad son perpetrados por pandillas. Y el 37% de las víctimas de esos grupos son personas entre los 15 y los 25 años de edad.¿Y por qué?, ¿por qué se asesinan unos a otros, muchachos que no se conocen? siquiera, ¿por qué entrar a esa espiral demente de violencia sin sentido?Una chica delgada como una flecha dice que le rebanaron el seno izquierdo con un cuchillo porque se enamoró de alguien que vivía en la cuadra equivocada. Su historia a lo Romeo y Julieta casi termina en tragedia shakesperiana porque puso los ojos sobre un pandillero que no era de su barrio. Apenas una calle los separaba, pero en Cali hay sitios en los que se muere si se cruza un andén. Son leyes de la jungla. Un amigo suyo fue quien la mutiló. Es uno de los miembros de La U, una pandilla del barrio El Vergel. Le desgarró la carne del pecho con una hoja de metal afilada cuando la vio hablando con su nuevo novio. Le gritaba que las perras traidoras tienen que morir en la tierra, desangradas. Y la cortaba.A la chica la apodan como un reptil porque se mueve rápido y tiene la sangre fría. Y eso la salvó ese día. Se movió como una serpiente asustada pero perdió el seno.Cuenta que en las calles de barrios como Potrero Grande, Unión de Vivienda Popular, Mariano Ramos, si se es mujer está prohibido hablar con los de las bandas rivales. Hay una paranoia perpetua que sentencia que el amor empuja a las chicas a traicionar a los de su barrio, a revelar a los enemigos dónde viven líderes de pandillas o a señalar puntos flacos para ser atacados.Por eso, la chica con apodo de reptil vive encerrada en una casa de cuatro metros por cuatro metros. No puede salir más allá de dos cuadras. Dice que enloquece cada día sin poder moverse, pero al menos puede criar a su bebé de un año de nacida. Planea irse del barrio, pero no tiene muchas opciones. Irse cuesta dinero. Tumaco, donde vive una tía, parece ser la alternativa a esa cárcel de cuatro paredes en la que pasa las horas de su juventud encerrada como una Rapunzel moderna y real que no puede escapar de la torre a la que la condenaron a vivir. El ‘Grillero’, tal vez el pandillero activo más viejo de la comuna 13 de Cali (tiene 37 años) dice que así es la vida de las pandillas: una constante zozobra, con el final siempre latente. Las muertes de los pandilleros han sido siempre por la misma razón: disputas territoriales, control de la venta de drogas, venganzas personales, riñas.Existen quienes matan porque una chica no les prestó atención, o porque quieren probar que son duros peones que pueden cumplir órdenes sin chistar. “Nada cambia con los años”, dice el ‘Grillero’ casi con amargura, “todos los muertos son iguales, ya ni se pregunta por qué lo matan a uno, es por lo que sea, da lo mismo”.Tráfico de carne humanaDe las 134 pandillas que hay en Cali, al menos 66 sirven a los intereses de bandas criminales como los ‘Rastrojos’ y los ‘Urabeños’, quienes se disputan con una violencia arrasadora el control de los negocios ilegales en la ciudad.Las pandillas sirven como una suerte de mano de obra barata, de fácil acceso, pero, sobre todo, desechable.La comuna 13 es la zona predilecta de esos depredadores de dinero. Solo en esa zona al oriente de Cali hay 23 pandillas, con más de 500 miembros. La mayoría dispuestos a matar y morir por un puñado de billetes.Pero, hay un elemento adicional: su cercanía con la Autopista Suroriental hace de ese sector un punto estratégico de movilidad. Es fácil salir de allí en vehículos rápidos como motos. También es una entrada directa al Distrito de Aguablanca. Por eso las bandas criminales buscan secuaces en esta comuna. Es sencillo y limpio.Un miembro desmovilizado de una bacrim explica que las pandillas se adaptan perfecto para los objetivos de las bandas porque la mayoría de los jóvenes aspiran a ser llamados ‘Rastrojos’ o ‘Urabeños’, es un símbolo de poderío, de fuerza, de dinero.Ser miembro de un grupo de renombre les da un estatus en sus barrios, los hace reyes por un tiempo. Además, dice, la mayoría de los pandilleros no conocen ese miedo natural a la muerte. Son algo así como cadáveres andantes que solo esperan el momento de reposar en la tierra.Entonces se atreven a sicariar, a robar carros de valores, a entrar a apartamentos custodiados por hombres armados.Por esas razones las bacrim usan a los grupos de jóvenes para controlar el microtráfico en zonas específicas. Los convierten en escoltas de marihuana, cocaína, heroína, pastillas de éxtasis que vienen en colores brillantes como los caramelos, drogas siquiátricas. Los hacen guardianes de ese tesoro ilegal que, al día, puede dejar ganancias de hasta diez millones de pesos.Ni siquiera la Policía sabe cuántas ollas de expendio de drogas hay en Cali. En el mundo criminal se habla de hasta 400 puntos, varios de ellos resguardados por esos muchachos de las pandillas.Pero, la corta edad de los pandilleros es la verdadera joya de la corona. Al ser menores de edad, la judicialización por parte de las autoridades se hace muy compleja. El Código del Menor señala que los menores que cometan delitos no pueden ir a cárceles, deben ir a centros de reclusión de menor seguridad como Valle del Lili y que es dirigido por el Icbf.Expertos en derechos humanos de Cali dicen que en promedio siete de cada diez menores que son procesados por delitos de distintas índoles, reinciden en esos crímenes.Esas dificultades legales para judicializar menores hace que las bacrim no necesiten gastar dinero en abogados que defiendan a sus miembros, en caso de ser detenidos. Y el insumo de carne de cañón es casi que inagotable. Se calcula que, de continuar el crecimiento de los últimos 20 años en el número de pandillas, para el 2020, Cali tendrá 210 grupos de jóvenes criminales.Y las muertes seguirán. Ella, a propósito, murió. La chica con apodo de reptil nunca llegó a Tumaco. No escapó. Hace dos semanas, un martes en la tarde, cuando salió a buscar algo de comer los animales de esa jungla que es la calle la alcanzaron y la devoraron. Ojalá y alguien rece hoy por ella.

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