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'Vida' un libro de Patricia Engel que revela historias reales de inmigrantes

Hablamos con Patricia Engel, la escritora estadounidense de padres colombianos que acaba de lanzar su libro 'Vida' y que se ha convertido en una de las voces más interesantes de la literatura norteamericana son sus historias de inmigrantes.

4 de septiembre de 2016 Por: Por Sergio Villamizar / Especial para GACETA

Hablamos con Patricia Engel, la escritora estadounidense de padres colombianos que acaba de lanzar su libro 'Vida' y que se ha convertido en una de las voces más interesantes de la literatura norteamericana son sus historias de inmigrantes.

Sabina no es Patricia, aunque en un comienzo lo fue o al menos comparten muchos de los sentimientos, sensaciones y emociones que puede sentir y sufrir una joven nacida en Estados Unidos pero de padres colombianos, lo cual le genera unos particulares matices en su identidad.

Patricia Engel es la escritora de los nueve relatos que hacen parte del libro ‘Vida’, los cuales protagoniza Sabina, quien durante las tres décadas de su vida ha visto cómo habita un no lugar, con la nostalgia familiar por el país natal que dejaron, y el sentirse extranjera en la tierra donde ella nació.

Sus tres libros, uno de relatos y dos novelas, desarrollan la misma inquietud, el ser inmigrante, desde diferentes puntos de vista, siendo un tema que cobra mayor relevancia en los últimos años.  

Patricia, ¿cómo fue la construcción de estos relatos?

Es mi primer libro publicado, pero empezó a gestarse cuando me encontraba en plena escritura de una novela. En medio de lo que puede ser el agotamiento de escribir una historia de largo aliento como lo es la novela, empezaron aparecer estos cuentos cortos como una forma de relajarme, pero al terminar el cuarto relato, me di cuenta que tenían que ver todos con el mismo personaje, Sabina, los cuentos se comunicaban entre sí, con una trayectoria temática, así que decidí seguir construyendo la historia de personaje a través de nueve cuentos independientes entre sí.

Es la vida de Sabina y cómo ella buscaba su propia identidad a través de sus relaciones románticas, familiares, de amigos, durante tres décadas de su vida, lo que fue realmente interesante para mí.

[[nid:573131;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/270x/2016/09/pgacetayaphoto01.jpg;left;{'Vida' de Patricia Engel, escritora estadounidense.Foto: Archivo Colprensa}]]

¿Cómo fue darse cuenta de que esos cuentos hacían parte de una misma historia?

Al terminar el cuarto cuento lo intuí y por eso decidí seguir escribiendo a ver hasta dónde podía llegar, pero realmente fui consciente cuando terminé los nueve relatos. Escribir es como vivir soñando, porque uno a veces no sabe dónde comienza el sueño, pero sí cuando termina, y es cuando uno se despierta y puede verlo todo desde otra perspectiva.

Lo curioso es que el último relato que escribí es el primero del libro para el desarrollo cronológico de la vida de Sabina, pero narrada de una manera impresionista, donde va construyendo los principales hechos de su vida a través de la memoria.

¿Y la novela que había comenzado a escribir?

La abandoné por completo, luego de dos años de escritura y cerca de 200 páginas escritas. Yo sé que para algunos escritores es difícil dejar algunos proyectos a los cuales les han dedicado días, meses o años, pero para mí nunca ha sido difícil tomar esa decisión, porque siento que lo que viene después será mejor. Empecé a sentir que esa novela no estaba funcionando y lo mejor era no seguir con ella.

¿Relatos sobre la búsqueda de las raíces?

Es una exploración en la cual no hay respuestas concretas, porque además, no es obligación ni de un escritor o un artista darlas. Sólo es abrir la mente a las preguntas, sobre la búsqueda de los personajes.

Tengo cosas en común con Sabina, como el hecho de ser hija de inmigrantes, el crecer en Estados Unidos, donde a veces te sientes partes de dos culturas, pero en otras ocasiones no te sientes parte de ninguna.

¿Difícil esa situación?

Para algunos puede llegar a ser negativa esa situación, pero en mi caso nunca lo fue porque sencillamente me liberó, para sentir que yo tenía la capacidad para interactuar y participar en el mundo completo, porque siento que a veces la identidad puede llegar a ser experimentada como cadenas, como una manera de ser prisionero.

Entendí desde muy niña, porque la gente me obligó a entenderlo, que Estados Unidos no era totalmente mi país, sólo por el hecho de ser hija de extranjeros. Igual, cuando viajaba a Colombia, con mi familia e incluso con mi pasaporte colombiano, tampoco me sentía de allí. Lo importante es que no lo vi como algo malo, al contrario, lo sentí como una oportunidad bonita, porque no tengo una identidad fija, cuento con una identidad que fluye.

¿Experiencias de inmigrantes?

Mi experiencia es mi experiencia, porque entiendo que hago parte de una gran generación de hijos de inmigrantes nacidos en Estados Unidos y cada quien podría presentar una experiencia distinta.

Nunca sentí vergüenza de ser hija de inmigrantes, todo lo contrario, desde chiquita sentí orgullo y admiración por los inmigrantes, porque recibí ese mensaje en mi casa, donde yo era una colombiana feliz, aunque era difícil a veces expresar esa colombianidad fuera de ella.

¿Justo en tiempos en que cobra mayor relevancia el fenómeno de la inmigración en el mundo?

Estados Unidos es un país de inmigrantes, es construido por ellos, pero a veces parece que eso se olvida dentro de Estados Unidos. Sin embargo, eso siempre está presente, en ocasiones de manera más sutil, en otras de manera más directa y abierta como en el último año por ser una temporada de elecciones, que quieren presentar a un Estados Unidos que es para una porción de la población y no para todos.

¿Cómo ha sido la reacción de los lectores?

Aunque son relatos muy particulares al ser la vida de una joven colombiana en Estados Unidos, con una identidad muy especial, mucha gente me comentó, me escribió sobre cómo se identificaron con esa forma de exilio sentimiental, que no tienen que ver con la política o con lo social, sino con el sentimiento de sentirse extranjera en su propia vida, por razones de la familia o las relaciones románticas.

¿Cuándo apareció ‘No es amor, es sólo París’, su primera novela?

Al terminar ‘Vida’, mi libro de relatos, comencé con ‘No es amor, es sólo París’, mi primera novela, en una ciudad en la cual había estudiado Historia del arte y Literatura francesa.

Siempre he sentido un amor muy profundo por París, así que siempre tuve el sueño de escribir una novela con la París que yo conocía y en la cual había vivido.

¿Cómo fue esa creación?

El haber estudiado en la ciudad me dio la oportunidad de alejarme de la París cliché, de la sensación del turista o de aquella que ya ha sido retratada por otros escritores.

Es un París de inmigrantes, de gente que va y vuelve, con personas que van por inspiración, trabajo, sueños, educación e incluso escapando de sus países.  

¿Siempre con el tema del inmigrante?

Es lo que siempre me ha interesado, el ambiente del inmigrante, siempre movilizándose, pero todos siempre abiertos a un futuro realmente desconocido.

¿Qué de diferente encontró entre la inmigración en Estados Unidos y la que se presenta en Europa?

Es algo que quería explorar porque la conversación sobre la inmigración es una en Estados Unidos y otra muy diferente en Europa, y creo que la diferencia está en la forma agresiva como se está tratando el tema.

La novela se desarrolla en 1998, hace casi 20 años, que ahora la vemos con cierta inocencia, pues fue antes del 11 de septiembre de 2001, cuando se globalizó el terrorismo, pero sin embargo, se sentían los movimientos antimigrantes. 

Ahora en Estados Unidos presenta su nueva novela, ‘Las Venas del Mar’...

Se desarrolla entre Miami, los Callos de la Florida, La Habana y Cartagena, con inmigrantes cruzando el Caribe, de ida y vuelta, con un mar como medio de comunicación pero también como símbolo. Pasan los siglos y las personas siguen colocando su destino en manos del mar.

¿Cómo fue ese viaje?

Le entregué mi vida total a esta novela. En el 2008 escribí el primer capítulo de esta novela, al ser un cuento corto, pero siempre pensé que quería seguir desarrollando ese cuento.

Volví a ese capítulo en el 2012 y me dediqué a él hasta el 2015, viviendo en el mundo de este libro, haciendo investigaciones muy profundas, viviendo en ese ambiente, con una docena de viajes a La Habana y Cartagena, lo cual te termina afectando tu vida personal.

“Nunca sentí vergüenza de ser hija de inmigrantes, todo lo contrario, desde chiquita sentí orgullo y admiración por los inmigrantes,  porque recibí ese mensaje en mi casa, donde yo era una colombiana feliz, aunque era difícil a veces expresar esa colombianidad fuera de ella”.

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