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Josef Kubota Wladyka, el chico de la película 'Manos Sucias' rodada en Buenaventura

Se estrenó en el Ficci Manos Sucias, película sobre Buenaventura, su dolor y su olvido. Quien se acordó de ella, sin embargo, nació en Estados Unidos. Entrevista con Josef Kubota Wladyka, el genio precoz que decidió ‘ensuciarse’ las manos.

17 de marzo de 2014 Por: Jorge Enrique Rojas | Enviado especial a Cartagena

Se estrenó en el Ficci Manos Sucias, película sobre Buenaventura, su dolor y su olvido. Quien se acordó de ella, sin embargo, nació en Estados Unidos. Entrevista con Josef Kubota Wladyka, el genio precoz que decidió ‘ensuciarse’ las manos.

El cine es maravilloso no solo por lo que le pone en la pantalla, sino por lo que hay detrás de ella. Por ejemplo, que un chico, sin saber más de treinta palabras en español, pueda hacer una película sobre Buenaventura. Y poner allí, en la pantalla, lo que es esa ciudad: su olor y su sonido. Su miedo y su alegría. Su música y su silencio. Su luz y su sombra. El olvido y los encuentros imposibles. Su mar hermoso, que también es tenebroso.No es una manera de decirlo: el chico es un chico. Tiene 33 años y nació en Nueva York, pero él es una mezcla de culturas, de herencias infinitas que han transitado por el mundo. Una mezcla tan extrañamente bonita como su nombre: Josef Kubota Wladyka. Una mezcla tan difícil de explicar como Buenaventura, que no puede explicarse con simples palabras. Quizás con una película.Manos Sucias, que se estrenó el domingo en el Festival de Cine de Cartagena (Ficci), es sobre algo que todos los colombianos sabemos y hemos visto: el abandono, el narcotráfico, la última opción de muchachitos que nunca tuvieron una opción. Algo de lo que hemos hablado mil veces, pero que ningún director había podido contar así, con ojos vírgenes ante la belleza del miedo que es visto por vez primera.Todo empezó en el 2007, cuando Josef hizo un viaje por Suramérica. Fue uno de esos viajes que hacen tantos chicos como él, que llegan con una mochila en la espalda y tantas cosas queriendo entender de este lado del planeta incomprensible desde lejos. Pero este no es un chico cualquiera, incluso a pesar de verse como un chico cualquiera: jeans pitillo, vans, barba que no es barba, gorra beisbolera protegiéndolo de un sol que no lo alcanza en la sede del Ficci.No es un chico cualquiera, este, Josef, que estudió dirección de cine en la NYU, que ha hecho más de diez cortos y que logró armar un guión tan poderoso como para que Spike Lee, quien había sido su profesor, se convirtiera en productor de la cinta.La película, aunque parezca contar una cosa ya vista, tampoco es una película cualquiera.¿Cómo logró captar la esencia de esa ciudad que resulta tan difícil de entender?La verdad, fue una gran colaboración que tuvimos de la comunidad. Nosotros llegamos ahí con toda la disposición y sensibilidad para hacer la película lo más auténtica posible. Fue un gran diálogo que tuvimos con la gente. Fue gracias a ella.¿Y el encuentro? ¿Cómo se encontraron usted y Buenaventura?En ese viaje empecé a escuchar historias de la gente que caía en el narcotráfico, historias impresionantes. Cuando estaba en la escuela de cine tuve la idea de hacer una película sobre eso, pero no sabía exactamente sobre qué. Entonces empecé hacer una investigación. Yo había hecho una amiga en la costa Pacífica y regresé a Buenaventura, a Tumaco, a lugares más específicos, para hablar con más gente, para aprender y entender. Eso fue en 2010 y conocí a algunos chicos, estudiantes de la Univalle, que podían ser los actores.¿Estamos hablando de naturales?No habían hecho una película antes, pero eran actores de teatro. Estudiantes muy serios de arte dramático, de un programa muy bueno de la Universidad del Valle.¿Qué pasó cuándo se dio cuenta que eso que había escuchado era aún más complejo de lo que había escuchado?Fue muy difícil. Después del viaje de investigación en el 2010, donde estuve en lugares muy duros, conociendo historias muy duras, regresé y sentí que no podía hacer la película. Pero Alen Blanco, mi coguionista y compañero de clase, me dijo “¿qué haces? Has gastado todo ese tiempo investigando y hablando con la gente, ¡tienes que hacerla!”. Y los estudiantes de Buenaventura me decían lo mismo: “por favor, ven y hazla, cuenta esta historia, nadie lo ha hecho aquí”.Hay cosas en la película que solo pudieron ser contadas por gente que estuvo allí, en situaciones como las que retrata Manos Sucias. ¿Cómo fue el contacto con ellos? En el proceso de grabación, grabamos en barrios donde la policía no va, entonces no era un acceso oficial porque no había a quién pedirle un permiso, más allá de la comunidad. Esa fue una relación muy especial, complicada, pero que le agregó mucho valor a la película porque siempre estábamos pensando en cómo incluirlos en el proceso, cómo convencerlos de que no teníamos dinero, que la película no iba a resolver sus problemas, pero que íbamos a darle valor a la comunidad. Entonces, lo que acabamos haciendo fue un taller de cortometraje con cámaras de celulares para tratar de transmitirles a ellos cómo contar una historia visualmente, porque allá hay muchas historias. A veces fue muy duro, pero siempre tuvimos claro que no íbamos a hacer un intercambio de dinero, sino cultural.¿Fue entonces ese intercambio cultural el que permitió que la transmisión de esa realidad fuera tan fiel? Por momentos parece que la película hubiera sido hecha por un porteño…Buenaventura prestó su alma a la película, hubo mucha generosidad por parte de la comunidad. Fue una gran colaboración con todo, con todo.Hay una escena en particular con una carga emotiva bestial, la de Jacobo contando de la muerte de su hijo en medio del mar. ¿Qué hubo detrás para que saliera así?La historia que él cuenta es una historia real, que pasó en el barrio La Independencia. No al hijo del actor, pero sí a un hijo de un amigo suyo. Después de escribir el guión, cuando empezamos a trabajar con los actores, empezamos a incluir historias que nos parecían debían estar. Queríamos que fuera lo más honesto posible. Y fue muy difícil. Esa escena en particular, grabándola en el bote moviéndose fue muy difícil, terrible. En el mar grabamos dos semanas.Para un colombiano, seguro, resultará fácil entender la historia. ¿Será tan fácil de entender el lío para alguien que no sabe nada de esto?Yo pienso que está muy claro: la trama es sencilla, gente de otra parte lo podrá sentir. Tal vez no entender la diferencia entre paramilitares y otro bando, pero eso no importa porque es fácil identificar la tensión: alguien tiene el arma, alguien tiene el control. Y allí está, también, la desesperación de esos chicos. Creo que la gente va a entender. Eso espero, eso espero.

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