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¿Existirá un veto al cine colombiano?

¿Duran muy poco en tiempo en cartelera las películas colombianas? ¿Existe acaso una suerte de censura para el cine alternativo, de autor? Esa es la pregunta que surge luego de las afirmaciones del director Carlos Zapata, quien asegura que su película, ‘Las tetas de mi madre’, ha recibido un veto por parte de las salas de cine comerciales.

29 de noviembre de 2015 Por: Isabel Peláez | Periodista de El País

¿Duran muy poco en tiempo en cartelera las películas colombianas? ¿Existe acaso una suerte de censura para el cine alternativo, de autor? Esa es la pregunta que surge luego de las afirmaciones del director Carlos Zapata, quien asegura que su película, ‘Las tetas de mi madre’, ha recibido un veto por parte de las salas de cine comerciales.

Las tetas de mi madre’, película dirigida por Carlos Zapata y exhibida en el Festival Internacional de Cine en Málaga,  ganó en  2014 el Work In Progress Latinoamericano en la 10°Sanfic (Santiago Festival Internacional de Cine en Chile) y  el  premio del jurado  en la primera edición del Mercado Audiovisual Latinoamericano del FLICC en México. Pero en el país fue vetada en las salas de exhibición comercial y solo tuvo cabida en las  alternas.  

La explicación de los distribuidores, cuenta Zapata, es que “el producto no les interesa y que están en su derecho como empresa privada de decidir qué colocan o no”. Otra razón que dieron es que “el Agente 007 se iba a quedar con todas las salas y no tenían espacio”.  

“En Colombia  el exhibidor decide cuánto tiempo  programa una película, cuánto se queda en cartelera y si la quiere poner o no”, se queja Zapata. 

La trama de ‘Las tetas de mi madre’, hay que decirlo, no es una historia para digerir  a punta de crispetas, perro y gaseosa, como  la saga de James Bond, pues aborda  un complejo de Edipo entre un niño de 12 años y su mamá,  en el contexto de una  Bogotá underground, hostil, de drogas, violencia y prostitutas,   que  no son tan ajenas como se cree. Todo con el fondo de la banda sonora de ‘Crack Family’, de hip hop, música que “poetiza la crudeza de la calle, la voz del pueblo y del desprotegido”, dice Zapata.

35% aumentó el número de espectadores de enero a julio de este año con respecto a 2014.

Y cuenta que la sensación que ha tenido el público de la película --que es el marginal: el rapero, gente estrato 1 y 2-- es que el veto no es para esta, sino para ellos. 

‘Las tetas’ ha llegado  a  Europa, Centroamérica   y puede herir susceptibilidades, admite el director, al retratar cosas propias de la calle sin  ningún pudor.  “Los europeos  le preguntan a uno  si eso sucede en Latinoamérica y se aterran de saber que es el pan de cada día en Bogotá”. Pero aclara que aunque muchas veces se dice que la historia es de violencia, prostitución y drogas, trata es sobre  amor, familia y  amistad.  

“Y ha tenido su público.  Su estreno fue  el 5 de noviembre, en Cali, Medellín, Manizales y Bogotá.  Y en esta última se programó durante un mes y  a la semana  no había una boleta;   tuvieron que abrir 8  funciones.  Salas de Bogotá como el  Teatro  México, para  250 personas,  estuvieron  colmadas y se quedó gente afuera”, agrega Zapata. 

Pese  al ‘veto’ en las salas comerciales, el público la siguió pidiendo. En Cali se exhibe en La Tertulia, en Manizales en Cine Espiral, y en Medellín en El Colombo. 

36 películas colombianas se han estrenado este año en Colombia, según Proimágenes.

“El cine independiente o con miradas diferentes no tiene cabida en las salas comerciales, que cada vez se convierten más en parques de diversiones, donde el entretenimiento y la comida priman. El nuestro es un cine incómodo, busca otras sensaciones en el público que nada tienen que ver con el entretenimiento masivo al que juegan los exhibidores comerciales con sitios  donde las gafas 3D y las experiencias 4D van en función a su  economía. El nuestro tiene que ver con un lenguaje audiovisual artístico”.

Lo que argumentó Gilberto Gallego,  vicepresidente de Cine Colombia, según el director, “es que no tenía espacio para la película porque entró el Agente 007 y  no discuto eso,  aquí no se está culpando a nadie, se está explicando al público porqué no se programó. Las  películas colombianas están  compitiendo hoy en día con un cine gringo, eso no debería suceder”.

Los distribuidores, incluso los que no son empresa nacional, dicen que apoyan al cine colombiano, pero por qué no hablan del DPF, lo que cobran  por cada sala de cine, de la manera irrespetuosa como de una semana para otra te  quitan pantallas quebrándote   la película y quedando los productores con una deuda gigante con ellos”, agrega.

Zapata pone el ejemplo de una  película colombiana, seleccionada en Cannes, que salió  con 16 copias  en todo el país,  6 estuvieron en Bogotá, 10 en salas comerciales y las otras en alternas. Y en su primer fin de semana hizo 4000  espectadores,  y como el productor tiene que pagarle  al exhibidor de US$350  a US$700 por sala, (el dinero que cobran por el cambio de productores análogos a digitales),  si te dieron 10 salas, les quedas debiendo $40 millones y si haces 4000 espectadores, te quedan $2000 pesos por espectador y les quedas debiendo $35 millones a los exhibidores. “No es negocio  llegar  a las salas porque ellos se están encargando de quebrarlo a uno”.

Asegura que al filme caleño ‘Que viva la música’ le dieron 80 salas. Que en su primera semana hizo 33.000 espectadores y al siguiente fin de semana, el exhibidor le quitó 76,  en el tercero solo le dejaron una. 

Para Zapata la solución es que un ente político medie entre la empresa privada, llámese exhibidores y el productor, “para que existan garantías económicas, de exhibición,  que puedas estar en 80 salas mínimo tres semanas y no que  lo quiten cuando lo decidan. Estamos hablando de un producto que está siendo maltratado”. 

Considera que hay que empezar a abrir sitios alternos de exhibición de en Cali, Medellín y Bogotá,  “son los espacios adecuados para obras con diferentes miradas y que para los exhibidores comerciales no tienen cabida en su parrilla o que le  dan solo un fin de semana. ‘Suave el aliento’ duró un fin de semana y el trabajo  de tres años se fue al piso”.

Piensa él que el cine nacional debe buscar  alternativas, que esas nuevas miradas  como la de César Acevedo, de ‘La tierra y la sombra’; Ciro Guerra, de ‘El abrazo de la serpiente’, y  José Luis Rugeles, de ‘Alias María’, “deben  tener  espacios  propios y el estado se tiene que preocupar por eso”.

 Para ‘Las tetas de mi madre’ se contó  con un equipo de 70 personas que trabajaron durante  40 días de rodaje, se requirió de  un trabajo previo de un año y se terminó en tres. La inversión fue de $1200 millones. El haber hecho uso de la Ley de Cine, conseguir inversión privada y ganar varios premios, la libró de  quedar en quiebra.

'El valle sin sombras’

La película que cuenta en las voces de los sobrevivientes de la avalancha de Armero una verdad sepultada por tres décadas, fue estrenada recientemente en el Canal Caracol siendo  el  documental colombiano  más visto en la televisión, y  fue trending topic (tendencia en redes sociales). Pero ha tenido pobre difusión en salas. En Cali fue proyectado en el Museo La Tertulia en donde está a disposición del público el 4 y 9 de diciembre.

Según su director, el caleño Rubén Mendoza, “es la visión de quienes padecieron la avalancha,  no hay nada de la verdad oficial, nada de Omayra Sánchez.  Está llena de testimonios duros. Como el de una madre que después de estar cuatro días  sembrada en el lodo, y de ver morir a sus gemelos y a su esposo, tuvo que  cortar su pierna con un vidrio y  un machete que le pasó  un miembro de  un organismo de defensa”.  Los protagonistas, que según él, soportaron no solo 15 minutos de avalancha, sino 30 años de abusos, ultrajes y humillaciones, cuentan  que a mucha  gente la intentaron ahogar en el lodo para quitarle sus pertenencias y que hubo tráfico de niños. Atrás quedan “las falacias que inventó el estado para lavarse las manos, como que los armeristas fueron advertidos de la tragedia  y que  no querían irse.

Sin embargo, dice Mendoza que “la mafia de la distribución de cine en Colombia nos exigía exclusividad de la  película cuando ya teníamos la palabra empeñada con los sistemas de exhibición independientes”. 

Pero entiende que “eso es parte de la condición de un cineasta, uno sabe que se  va a enfrentar a estas cosas. Para uno es un piropo que cierta gente se niegue a pasar lo de uno, quiere decir que el tema talla e incomoda”.  Lo gratificante para él es que el  día que el documental se pasó por televisión empezó a ver una cantidad de correos y de tuits con buenos comentarios. “Por más que la ignorancia siga siendo una industria tan rentable, ya hay manera de saltársela. Ya empezaron a pedirla en muchas partes y estamos aplicando a otros países”.

‘Que viva la música’

Pese a lo que denuncia Carlos Zapata, para  Rodrigo Guerrero, productor de ‘Que viva la música’, esta no ha recibido un veto. “Estamos en la cuarta semana y  vamos a llegar a los 60.000 espectadores”. 

Él considera que “una sala de cine es un negocio privado, que los exhibidores en Colombia no tienen  ninguna obligación  de poner una película colombiana si ellos creen que   no va a ser negocio”.

Explica que la producción  tuvo 81 copias en 32  municipios del país y salió por toda Colombia. En Cali casi  estaba en todas las salas, en Bogotá estaba por todas partes. Duró en promedio   una semana. 

Sin embargo él cree que eso “es problema de la película.  Si la gente está respondiendo, esta se sostiene en una sala. ¿De qué te sirve tenerla  en una sala si nadie quiere verla?”.

Guerrero cree que el cine en Colombia ya   tiene muchos beneficios frente a cualquier sector artístico.  Y que antes de estarle pidiendo más ayudas a Mincultura, se debería  incentivar  que desde  el sector privado se monten más operaciones de exhibición  para que haya otros espacios. 

Asegura, además, que el hecho de que  su película haya salido  en la segunda semana de  muchas salas del país, es normal. “Es fuerte, controversial, mucha gente se salía en la mitad de la proyección, y si la hubieran censurado, lo habría aceptado,  es consecuencia  del contenido”.  “Si los productores necesitamos una ley para obligar a las salas a poner el cine  que  hacemos  es porque estamos haciendo algo equivocado. Una película que no vende boletería ni confitería no es negocio para el exhibidor ni para el distribuidor,  menos para el productor, porque se está proyectando en una sala fantasma”, agrega.   Tampoco cree que la solución esté en modelos de imposición como  el de  Argentina,  “donde no  ha significado que esas películas tengan más espectadores”. Lo que muchos desconocen, dice, es que “de cada boleta que se vende en Colombia un porcentaje  se devuelve al cine colombiano”. Para él, si en algo fallaron los distribuidores   fue en darle mucha  oportunidad a ‘Que viva la música’, una película controversial, que no  era para tanto público”.  Contrario a dicha posición, Ramiro Arbeláez, profesor titular del área de audiovisuales de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle, considera que “hay una desigualdad en el tratamiento que hay entre el cine nacional y el extranjero. Las películas extranjeras tienen propaganda gratis en la prensa, contrario a lo que sucede con las colombianas, y llegan a un precio cómodo para los distribuidores,  si compran una le ofrecen otra a  bajo precio. Y compiten  con las nacionales, a las que los exhibidores  les exigen igual  comportamiento en taquilla. Si la sala no tiene un mínimo de asistentes en la semana, en los primeros días del estreno, la sacan.  Se debería estipular en la Ley de Cine que la duración sea más larga en el caso del cine nacional”.  “Estoy seguro que así la película hable bien de la guerrilla, si está dando plata, el distribuidor más fascista no la saca”, puntualiza. Recuerda Arbeláez casos de censura por contenido en salas de cine en Cali. Cuando se exhibió ‘Camilo, el cura guerrillero’, biografía de Camilo Torres, del director Francisco Norden, en los años 70, hubo en el teatro una asonada, dice. “Rompieron sillas e hicieron daños,  no se supo quién fue, si  la gente de izquierda o los grupos de derecha. Y sin mediar el número mínimo de asistentes, sacaron la película de circulación del Teatro Calima. Cintas francesas e italianas, muy aventuradas en términos sexuales también  fueron censuradas. En Cali, incluso, se vetó ‘El último tango en París’ durante muchos años. 
6,6% del total de espectadores en Colombia le apostó este año (hasta julio) al cine colombiano:1.997.211 asistentes. 
 ‘Alias María’ Federico Durán es el productor de la película ‘Alias María’,  de José Luis Rugeles, sobre una niña guerrillera que debe proteger al recién nacido de la comandante. Admite que con esta película  la gente puede prevenirse mucho con respecto  a lo que va a encontrar. “Afortunadamente el voz a voz ha sido   increíble. Y  gracias a la campaña anexa ‘Más niños, menos alias’,  el espectador sale  dándose cuenta de que no tenía lugar esa prevención”. Durán plantea  que “los exhibidores podrían tener  un papel activo en construir un público que asista a los distintos tipos de cine colombiano que se hacen, así como en Argentina, donde se estrena tres veces más la cantidad de cine que se  proyecta  en Colombia.  En Argentina este año se cierra con  más de siete millones de espectadores y cerca de 110 películas nacionales estrenadas. El problema no es la calidad del cine que se estrene, porque en Colombia hay muchas películas nacionales (más de 30 en un año), sino que no se están haciendo estrategias innovadoras a la hora  de distribuirlo”. Aunque ‘Alias María’ no ha salido de cartelera todavía, Durán siente que hay una fuerte  prevención del público  colombiano. Los exhibidores perciben esto y se abstienen de darle los espacios a películas nacionales que no sean comedia o géneros más comerciales. Respecto al DPF que cobran los exhibidores a los productores, explica que se trata de un  acuerdo comercial que hicieron los estudios de Hollywood con las cadenas de exhibición de cine del mundo.  Durán agrega que algunas cadenas de exhibición como Cine Colombia “estarían interesadas en revisar esto para  el cine colombiano, pero creo que debería intervenir el Ministerio de Cultura y la gente que tiene el control de esa parte de la exhibición.  Se ha fallado en que  no ha habido un  pronunciamiento de las autoridades cinematográficas  y  estamos esperando que lo haya. Creo que se podría llegar a un acuerdo que sea bueno para el cine colombiano y los exhibidores”.  ‘Alias María’ pasó la segunda semana de exhibición. “Los exhibidores nos dieron espacios, probablemente hubiéramos querido más, pero estaban ellos prevenidos con que no iba a funcionar, porque consideraban que es una historia muy  dura y que no es atractiva para el espectador”.  Durán no habla de censura ni de veto, “eso surge cuando a una película, aunque tenga calidad o sea atractiva para el público, no le abren el espacio, creo más bien que es un tema de prevención, puramente comercial. A veces le dan muchas salas a una película nacional y después casi siempre salen a recoger y a quitar salas porque se dan cuenta que se equivocaron”.  Afortunadamente, explica el producto, ‘Alias María’ “está  financiada con otros esquemas que hacían que no dependiera solamente de la taquilla y ha tenido buena repercusión en ventas y festivales internacionales, tuvo coproducción con Francia y  Argentina con lo cual hubo dinero de otros fondos que hicieron posible la película”.  Al hacer un balance con todos esos aportes, que no  todos son cuantificables en dinero, al mirar su recorrido internacional y lo que  falta en Colombia por hacer con entidades, considera él que  es  positivo y que la película tiene una incidencia fuerte en la gente que la ve. “Toca de cerca lo que tiene que ver con el fin del conflicto en el país”. Pese a este panorama, películas de nicho como ‘La tierra y la sombra’, de César Acevedo, premiada en Cannes, logró 50 mil espectadores.  Así mismo, entre el 1 de enero y el 30 de junio pasados se estrenaron 16 producciones colombianas. Pero de los cerca de 2 millones de espectadores de cine nacional,    1.132.960 fueron logrados por Dago García con comedias como  ‘Una al año no hace daño’ y 63.484 con ‘Reguechicken’. Quizás tenga razón el cineasta caleño Luis Ospina quien hace poco afirmó que la televisión colombiana ha ejercido una mala influencia en el público del país. “La prueba de eso es que las películas que tienen éxito en la taquilla son las que se basan en la producción televisiva, con el tipo de narración basada mucho en la comedia”.

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