¿Existirá un veto al cine colombiano?
¿Duran muy poco en tiempo en cartelera las películas colombianas? ¿Existe acaso una suerte de censura para el cine alternativo, de autor? Esa es la pregunta que surge luego de las afirmaciones del director Carlos Zapata, quien asegura que su película, Las tetas de mi madre, ha recibido un veto por parte de las salas de cine comerciales.
¿Duran muy poco en tiempo en cartelera las películas colombianas? ¿Existe acaso una suerte de censura para el cine alternativo, de autor? Esa es la pregunta que surge luego de las afirmaciones del director Carlos Zapata, quien asegura que su película, Las tetas de mi madre, ha recibido un veto por parte de las salas de cine comerciales.
Las tetas de mi madre, película dirigida por Carlos Zapata y exhibida en el Festival Internacional de Cine en Málaga, ganó en 2014 el Work In Progress Latinoamericano en la 10°Sanfic (Santiago Festival Internacional de Cine en Chile) y el premio del jurado en la primera edición del Mercado Audiovisual Latinoamericano del FLICC en México. Pero en el país fue vetada en las salas de exhibición comercial y solo tuvo cabida en las alternas.
La explicación de los distribuidores, cuenta Zapata, es que el producto no les interesa y que están en su derecho como empresa privada de decidir qué colocan o no. Otra razón que dieron es que el Agente 007 se iba a quedar con todas las salas y no tenían espacio.
En Colombia el exhibidor decide cuánto tiempo programa una película, cuánto se queda en cartelera y si la quiere poner o no, se queja Zapata.
La trama de Las tetas de mi madre, hay que decirlo, no es una historia para digerir a punta de crispetas, perro y gaseosa, como la saga de James Bond, pues aborda un complejo de Edipo entre un niño de 12 años y su mamá, en el contexto de una Bogotá underground, hostil, de drogas, violencia y prostitutas, que no son tan ajenas como se cree. Todo con el fondo de la banda sonora de Crack Family, de hip hop, música que poetiza la crudeza de la calle, la voz del pueblo y del desprotegido, dice Zapata.
35% aumentó el número de espectadores de enero a julio de este año con respecto a 2014.
Y cuenta que la sensación que ha tenido el público de la película --que es el marginal: el rapero, gente estrato 1 y 2-- es que el veto no es para esta, sino para ellos.
Las tetas ha llegado a Europa, Centroamérica y puede herir susceptibilidades, admite el director, al retratar cosas propias de la calle sin ningún pudor. Los europeos le preguntan a uno si eso sucede en Latinoamérica y se aterran de saber que es el pan de cada día en Bogotá. Pero aclara que aunque muchas veces se dice que la historia es de violencia, prostitución y drogas, trata es sobre amor, familia y amistad.
Y ha tenido su público. Su estreno fue el 5 de noviembre, en Cali, Medellín, Manizales y Bogotá. Y en esta última se programó durante un mes y a la semana no había una boleta; tuvieron que abrir 8 funciones. Salas de Bogotá como el Teatro México, para 250 personas, estuvieron colmadas y se quedó gente afuera, agrega Zapata.
Pese al veto en las salas comerciales, el público la siguió pidiendo. En Cali se exhibe en La Tertulia, en Manizales en Cine Espiral, y en Medellín en El Colombo.
36 películas colombianas se han estrenado este año en Colombia, según Proimágenes.
El cine independiente o con miradas diferentes no tiene cabida en las salas comerciales, que cada vez se convierten más en parques de diversiones, donde el entretenimiento y la comida priman. El nuestro es un cine incómodo, busca otras sensaciones en el público que nada tienen que ver con el entretenimiento masivo al que juegan los exhibidores comerciales con sitios donde las gafas 3D y las experiencias 4D van en función a su economía. El nuestro tiene que ver con un lenguaje audiovisual artístico.
Lo que argumentó Gilberto Gallego, vicepresidente de Cine Colombia, según el director, es que no tenía espacio para la película porque entró el Agente 007 y no discuto eso, aquí no se está culpando a nadie, se está explicando al público porqué no se programó. Las películas colombianas están compitiendo hoy en día con un cine gringo, eso no debería suceder.
Los distribuidores, incluso los que no son empresa nacional, dicen que apoyan al cine colombiano, pero por qué no hablan del DPF, lo que cobran por cada sala de cine, de la manera irrespetuosa como de una semana para otra te quitan pantallas quebrándote la película y quedando los productores con una deuda gigante con ellos, agrega.
Zapata pone el ejemplo de una película colombiana, seleccionada en Cannes, que salió con 16 copias en todo el país, 6 estuvieron en Bogotá, 10 en salas comerciales y las otras en alternas. Y en su primer fin de semana hizo 4000 espectadores, y como el productor tiene que pagarle al exhibidor de US$350 a US$700 por sala, (el dinero que cobran por el cambio de productores análogos a digitales), si te dieron 10 salas, les quedas debiendo $40 millones y si haces 4000 espectadores, te quedan $2000 pesos por espectador y les quedas debiendo $35 millones a los exhibidores. No es negocio llegar a las salas porque ellos se están encargando de quebrarlo a uno.
Asegura que al filme caleño Que viva la música le dieron 80 salas. Que en su primera semana hizo 33.000 espectadores y al siguiente fin de semana, el exhibidor le quitó 76, en el tercero solo le dejaron una.
Para Zapata la solución es que un ente político medie entre la empresa privada, llámese exhibidores y el productor, para que existan garantías económicas, de exhibición, que puedas estar en 80 salas mínimo tres semanas y no que lo quiten cuando lo decidan. Estamos hablando de un producto que está siendo maltratado.
Considera que hay que empezar a abrir sitios alternos de exhibición de en Cali, Medellín y Bogotá, son los espacios adecuados para obras con diferentes miradas y que para los exhibidores comerciales no tienen cabida en su parrilla o que le dan solo un fin de semana. Suave el aliento duró un fin de semana y el trabajo de tres años se fue al piso.
Piensa él que el cine nacional debe buscar alternativas, que esas nuevas miradas como la de César Acevedo, de La tierra y la sombra; Ciro Guerra, de El abrazo de la serpiente, y José Luis Rugeles, de Alias María, deben tener espacios propios y el estado se tiene que preocupar por eso.
Para Las tetas de mi madre se contó con un equipo de 70 personas que trabajaron durante 40 días de rodaje, se requirió de un trabajo previo de un año y se terminó en tres. La inversión fue de $1200 millones. El haber hecho uso de la Ley de Cine, conseguir inversión privada y ganar varios premios, la libró de quedar en quiebra.
'El valle sin sombras
La película que cuenta en las voces de los sobrevivientes de la avalancha de Armero una verdad sepultada por tres décadas, fue estrenada recientemente en el Canal Caracol siendo el documental colombiano más visto en la televisión, y fue trending topic (tendencia en redes sociales). Pero ha tenido pobre difusión en salas. En Cali fue proyectado en el Museo La Tertulia en donde está a disposición del público el 4 y 9 de diciembre.
Según su director, el caleño Rubén Mendoza, es la visión de quienes padecieron la avalancha, no hay nada de la verdad oficial, nada de Omayra Sánchez. Está llena de testimonios duros. Como el de una madre que después de estar cuatro días sembrada en el lodo, y de ver morir a sus gemelos y a su esposo, tuvo que cortar su pierna con un vidrio y un machete que le pasó un miembro de un organismo de defensa. Los protagonistas, que según él, soportaron no solo 15 minutos de avalancha, sino 30 años de abusos, ultrajes y humillaciones, cuentan que a mucha gente la intentaron ahogar en el lodo para quitarle sus pertenencias y que hubo tráfico de niños. Atrás quedan las falacias que inventó el estado para lavarse las manos, como que los armeristas fueron advertidos de la tragedia y que no querían irse.
Sin embargo, dice Mendoza que la mafia de la distribución de cine en Colombia nos exigía exclusividad de la película cuando ya teníamos la palabra empeñada con los sistemas de exhibición independientes.
Pero entiende que eso es parte de la condición de un cineasta, uno sabe que se va a enfrentar a estas cosas. Para uno es un piropo que cierta gente se niegue a pasar lo de uno, quiere decir que el tema talla e incomoda. Lo gratificante para él es que el día que el documental se pasó por televisión empezó a ver una cantidad de correos y de tuits con buenos comentarios. Por más que la ignorancia siga siendo una industria tan rentable, ya hay manera de saltársela. Ya empezaron a pedirla en muchas partes y estamos aplicando a otros países.
Que viva la música
Pese a lo que denuncia Carlos Zapata, para Rodrigo Guerrero, productor de Que viva la música, esta no ha recibido un veto. Estamos en la cuarta semana y vamos a llegar a los 60.000 espectadores.
Él considera que una sala de cine es un negocio privado, que los exhibidores en Colombia no tienen ninguna obligación de poner una película colombiana si ellos creen que no va a ser negocio.
Explica que la producción tuvo 81 copias en 32 municipios del país y salió por toda Colombia. En Cali casi estaba en todas las salas, en Bogotá estaba por todas partes. Duró en promedio una semana.
Sin embargo él cree que eso es problema de la película. Si la gente está respondiendo, esta se sostiene en una sala. ¿De qué te sirve tenerla en una sala si nadie quiere verla?.
Guerrero cree que el cine en Colombia ya tiene muchos beneficios frente a cualquier sector artístico. Y que antes de estarle pidiendo más ayudas a Mincultura, se debería incentivar que desde el sector privado se monten más operaciones de exhibición para que haya otros espacios.
Asegura, además, que el hecho de que su película haya salido en la segunda semana de muchas salas del país, es normal. Es fuerte, controversial, mucha gente se salía en la mitad de la proyección, y si la hubieran censurado, lo habría aceptado, es consecuencia del contenido. Si los productores necesitamos una ley para obligar a las salas a poner el cine que hacemos es porque estamos haciendo algo equivocado. Una película que no vende boletería ni confitería no es negocio para el exhibidor ni para el distribuidor, menos para el productor, porque se está proyectando en una sala fantasma, agrega. Tampoco cree que la solución esté en modelos de imposición como el de Argentina, donde no ha significado que esas películas tengan más espectadores. Lo que muchos desconocen, dice, es que de cada boleta que se vende en Colombia un porcentaje se devuelve al cine colombiano. Para él, si en algo fallaron los distribuidores fue en darle mucha oportunidad a Que viva la música, una película controversial, que no era para tanto público. Contrario a dicha posición, Ramiro Arbeláez, profesor titular del área de audiovisuales de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Valle, considera que hay una desigualdad en el tratamiento que hay entre el cine nacional y el extranjero. Las películas extranjeras tienen propaganda gratis en la prensa, contrario a lo que sucede con las colombianas, y llegan a un precio cómodo para los distribuidores, si compran una le ofrecen otra a bajo precio. Y compiten con las nacionales, a las que los exhibidores les exigen igual comportamiento en taquilla. Si la sala no tiene un mínimo de asistentes en la semana, en los primeros días del estreno, la sacan. Se debería estipular en la Ley de Cine que la duración sea más larga en el caso del cine nacional. Estoy seguro que así la película hable bien de la guerrilla, si está dando plata, el distribuidor más fascista no la saca, puntualiza. Recuerda Arbeláez casos de censura por contenido en salas de cine en Cali. Cuando se exhibió Camilo, el cura guerrillero, biografía de Camilo Torres, del director Francisco Norden, en los años 70, hubo en el teatro una asonada, dice. Rompieron sillas e hicieron daños, no se supo quién fue, si la gente de izquierda o los grupos de derecha. Y sin mediar el número mínimo de asistentes, sacaron la película de circulación del Teatro Calima. Cintas francesas e italianas, muy aventuradas en términos sexuales también fueron censuradas. En Cali, incluso, se vetó El último tango en París durante muchos años.6,6% del total de espectadores en Colombia le apostó este año (hasta julio) al cine colombiano:1.997.211 asistentes.Alias María Federico Durán es el productor de la película Alias María, de José Luis Rugeles, sobre una niña guerrillera que debe proteger al recién nacido de la comandante. Admite que con esta película la gente puede prevenirse mucho con respecto a lo que va a encontrar. Afortunadamente el voz a voz ha sido increíble. Y gracias a la campaña anexa Más niños, menos alias, el espectador sale dándose cuenta de que no tenía lugar esa prevención. Durán plantea que los exhibidores podrían tener un papel activo en construir un público que asista a los distintos tipos de cine colombiano que se hacen, así como en Argentina, donde se estrena tres veces más la cantidad de cine que se proyecta en Colombia. En Argentina este año se cierra con más de siete millones de espectadores y cerca de 110 películas nacionales estrenadas. El problema no es la calidad del cine que se estrene, porque en Colombia hay muchas películas nacionales (más de 30 en un año), sino que no se están haciendo estrategias innovadoras a la hora de distribuirlo. Aunque Alias María no ha salido de cartelera todavía, Durán siente que hay una fuerte prevención del público colombiano. Los exhibidores perciben esto y se abstienen de darle los espacios a películas nacionales que no sean comedia o géneros más comerciales. Respecto al DPF que cobran los exhibidores a los productores, explica que se trata de un acuerdo comercial que hicieron los estudios de Hollywood con las cadenas de exhibición de cine del mundo. Durán agrega que algunas cadenas de exhibición como Cine Colombia estarían interesadas en revisar esto para el cine colombiano, pero creo que debería intervenir el Ministerio de Cultura y la gente que tiene el control de esa parte de la exhibición. Se ha fallado en que no ha habido un pronunciamiento de las autoridades cinematográficas y estamos esperando que lo haya. Creo que se podría llegar a un acuerdo que sea bueno para el cine colombiano y los exhibidores. Alias María pasó la segunda semana de exhibición. Los exhibidores nos dieron espacios, probablemente hubiéramos querido más, pero estaban ellos prevenidos con que no iba a funcionar, porque consideraban que es una historia muy dura y que no es atractiva para el espectador. Durán no habla de censura ni de veto, eso surge cuando a una película, aunque tenga calidad o sea atractiva para el público, no le abren el espacio, creo más bien que es un tema de prevención, puramente comercial. A veces le dan muchas salas a una película nacional y después casi siempre salen a recoger y a quitar salas porque se dan cuenta que se equivocaron. Afortunadamente, explica el producto, Alias María está financiada con otros esquemas que hacían que no dependiera solamente de la taquilla y ha tenido buena repercusión en ventas y festivales internacionales, tuvo coproducción con Francia y Argentina con lo cual hubo dinero de otros fondos que hicieron posible la película. Al hacer un balance con todos esos aportes, que no todos son cuantificables en dinero, al mirar su recorrido internacional y lo que falta en Colombia por hacer con entidades, considera él que es positivo y que la película tiene una incidencia fuerte en la gente que la ve. Toca de cerca lo que tiene que ver con el fin del conflicto en el país. Pese a este panorama, películas de nicho como La tierra y la sombra, de César Acevedo, premiada en Cannes, logró 50 mil espectadores. Así mismo, entre el 1 de enero y el 30 de junio pasados se estrenaron 16 producciones colombianas. Pero de los cerca de 2 millones de espectadores de cine nacional, 1.132.960 fueron logrados por Dago García con comedias como Una al año no hace daño y 63.484 con Reguechicken. Quizás tenga razón el cineasta caleño Luis Ospina quien hace poco afirmó que la televisión colombiana ha ejercido una mala influencia en el público del país. La prueba de eso es que las películas que tienen éxito en la taquilla son las que se basan en la producción televisiva, con el tipo de narración basada mucho en la comedia.