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Slavoj Zizek, filósofo esloveno. | Foto: EFE

El capitalismo está llegando a sus límites: Žižek

Zizek, el controversial filósofo esloveno, impacta al mundo de la cultura con una charla titulada ‘Lecciones del airepocalipsis’.

11 de julio de 2017 Por: Redacción Gaceta

En sus discursos salta de Habermas a ‘The Hunger Games’, sus ensayos son éxitos de ventas y su público hace cola para escucharle. El filósofo esloveno Slavoj Žižek cree que hoy más que nunca interesan las grandes preguntas metafísicas porque la tecnología está cambiando lo que significa ser humano.

El filósofo se embarcó en una serie de conferencias en España en las que habla de lo que él llama el ‘Aireapocalipsis’, o el conjunto de señales que, para él, indican que la humanidad está en un punto en el que debe cambiar el camino que está siguiendo.

¿Las máquinas controlarán a los humanos?

No digo que las máquinas nos vayan a controlar, aún hay mucho por recorrer, pero sí que están cambiando lo que significa ser humano. Hasta ahora hemos creído que la realidad estaba fuera, separada de nosotros, pero eso está cambiando: el cerebro puede conectarse con una máquina. Stephen Hawking ya no necesita sus manos para manejar su computadora, lo hace directamente con su cerebro.

¿Cómo ve la relación de los humanos con las máquinas?

Estamos entrando en una nueva era. Por ejemplo, mira lo que ocurre en las clínicas de los suburbios de Shangai a las que acuden parejas occidentales para seleccionar genéticamente a sus embriones. El responsable de la Academia de biogenética de China cuando lo conocí me dio un folleto en el que ponía que su tarea era controlar el bienestar físico y -subrayando la palabra- mental de la gente. Pensé, ‘Dios mío, ya lo están haciendo’: el control de los impulsos, la ansiedad. Hay un futuro que me inquieta mucho de una sociedad del control, en la que los ciudadanos están vigilados constantemente y una nueva división de clases aún más fuerte: privilegiados y esclavos. Una clase que no solo vendrá determinada socialmente sino también biológicamente, como en películas recientes como ‘Elysium’ o la saga de ‘The Hunger Games’, que dibujaban esas divisiones.

¿Qué plantea usted ante un panorama semejante?

El capitalismo, tal y como lo conocemos, está llegando a sus límites. Necesitamos grandes estructuras reguladoras para hacer frente al calentamiento global, la desertización, los refugiados, la biogenética y esas estructuras no pueden ser los Estados. Tenemos que pensar en unas especies de entes burocráticos públicos en los que habría expertos sobre todos estos temas que son de alta importancia para el mundo entero, pero también miembros seleccionados aleatoriamente, como en los jurados populares.

La cuestión es quién controlaría esos entes. Como se sabe, la burocracia funciona mejor si se siente aterrorizada. Stalin tuvo una buena idea cuando se le ocurrió aterrorizar no solo a la gente ordinaria sino también a los burócratas. En un Estado ideal puedes ser un burócrata influyente, pero sabes que antes o después puedes perder la cabeza.

¿No es que usted defienda a Stalin, o sí?

No, solo estoy poniendo un ejemplo de algo que funcionó en su régimen dictatorial, que es diferente.

¿Qué piensa de la izquierda europea como la de grupos como Podemos, en España?

Estoy perplejo porque aún no sé, y temo que ellos tampoco lo sepan, qué es lo que quieren una vez en el poder.

¿Y de la izquierda latinoamericana?

La izquierda en general en todo el mundo está aún sumida en una profunda crisis, y lo único que nos puede salvar es una nueva izquierda. Las protestas que estallaron en todas partes hace dos o tres años, estaba claro en contra de qué estaban. ¿Pero a favor de qué? ¿Una idea keynesiana? ¿Una reforma del capitalismo? Yo puedo lanzar preguntas, mostrar qué es lo que no funciona hoy, perfilar problemas, pero no tengo respuestas concretas.

¿Cree en la idea de que las personas son cada vez más superficiales y no están dispuestas a leer, por ejemplo, obras como la suya?

Hay un público sustancial para los trabajos teóricos y de pensamiento. No es verdad que vivamos tiempos superficiales en los que nadie lee ni profundiza.

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