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Daniel Echeverri es médico epidemiólogo y salubrista en Dime. | Foto: Foto: Especial para El País

MÉDICOS CALEÑOS

Valentía: ¿cómo es ser médico en tiempos del Covid-19? Cinco de ellos nos lo contaron

¿Habrá mayor ejemplo de valentía que el de quienes salen día a día de su casa con la convicción de salvar vidas? Cinco historias de heroísmo, en la adversidad.

26 de abril de 2020 Por: Paola Andrea Gómez P. | Jefa de Redacción de El País

Andrea vivió la incertidumbre de estar contagiada por un paciente que atendió y murió en cuestión de horas. Jorgenrique reparte sus días entre el quirófano, la atención de sus pacientes embarazadas y las reuniones con el Gobierno para proteger a los médicos. Marcela, con sus dos trabajos, dice que seguirá de frente a la pandemia porque ama su profesión, pero espera más respaldo.

Carlos Alberto, un ‘general’ con 35 años de experiencia, está firme en las urgencias y recuerda con tristeza al colega que hace dos semanas se lo llevó el coronavirus. Y Daniel, el epidemiólogo que por estos días duerme poco, mantiene la fe en repetir una y otra vez la escena de pacientes que salen vivos, en medio de un camino de aplausos.

Heroínas y héroes de carne y hueso que habitan esta ciudad, como tantos más que dan ejemplo de valentía y entrega. Estas son sus historias.

A Andrea le volvió el alma al cuerpo

“Necesitamos que lo atiendan. Tiene 78 años, está frío, el azúcar está alta y se le subió la presión”. Este fue el reporte que Andrea, médica de una empresa de emergencias domiciliarias, recibió para ir a una casa del sur de la ciudad. Aparentemente no había peligro de Covid, pero sí un paciente que requería ser visto. Durante la cita, el señor empezó a palidecer y a deteriorarse. Entonces decidieron llevárselo al Hospital Departamental. En el camino presentó problemas respiratorios.
Trataron de reanimarlo. En el hospital hizo un paro cardiorrespiratorio, otro más y falleció.

Sin causa clara de qué le ocurrió, Andrea y el internista del hospital analizaron que no siempre el Covid viene con tos o fiebre previa. Y al presentar problemas respiratorios, la sospecha era inminente.

Después de dos vertiginosas horas, esta médica general de 28 años regresó a casa y entró por la ventana de su cuarto para el aislamiento.
Tras superar un exigente cuestionario, logró que su EPS le hiciera la prueba de Covid, el 16 de abril, cuando se hizo la primera entrevista para esta historia.

“Que se te muera alguien es muy doloroso. Pero sintomáticamente estoy bien. Aunque siempre preocupada por mi familia. Vivo con mi hermano y mi mamá, que son fumadores; mi papá, y mi hijo de 8 años. Si hubo contagio, síntomas habrá en 3 o 5 días”, relata.

Al fallecido también debían hacerle otro tipo de evaluación para establecer la causa del deceso. Pero todo eso tarda. Y mientras tanto, la médica que ha tomado todas las medidas necesarias para no poner en riesgo a su familia, trataba de mantener la calma. “El cerebro te da mucha esperanza. Si me preocupo se me bajan las defensas y si se me bajan voy a pensar que es coronavirus. Es mejor no pensar”.

El jueves 23, Andrea, en una segunda entrevista, confirmó que por fortuna su prueba salió negativa. Y que de nuevo estaba trabajando y cuidándose. “Me gusta ser médica, pero en este momento nada es fácil. La gente nos necesita y nosotros necesitamos más solidaridad”, concluye.

532 médicos tiene el Hospital Departamental, así como 456 camas, de las cuales 169 son de hospitalización y 55 son de UCI.

El ginecólogo que defiende a los médicos

Si hay algo que ha desnudado el Covid es la fragilidad del oficio médico en Colombia. El 80 % están contratados bajo la modalidad de OPS, les pagan a destajo, deben tener varios trabajos al tiempo. Si hacen consulta, dependen de los pagos de las EPS, IPS, prepagadas, que no se hacen mes a mes sino a 90 días. Y un alto número debe comprar su propio equipo de bioseguridad para protegerse en esta pandemia. Entonces, si uno revisa todo esto, se da cuenta de que al final resultan doblemente héroes.

”El 80 % de la contratación está tercerizada por falsos sindicatos o cooperativas. Y a pesar de que la ley dice que es ilegal, se sigue haciendo. Todo esto pone en peligro la prestación del servicio en este momento. Son mal remunerados. La salud es un derecho fundamental, pero en Colombia la salud se volvió un gran negocio”.

Quien habla es Jorgenrique Enciso, un médico ginecobstetra que por estos días no solo se ocupa de sus pacientes, a las que no ha parado de ver, sino de velar por sus colegas ante los ministerios de Salud y de Trabajo, la Supersalud y demás entidades como presidente de la Federación Colombiana de Sindicatos Médicos, que agremia a 34 sindicatos del país.

“Se nos está enfermando el talento humano. No podemos permitir que se nos mueran las instrumentadoras, las bacteriólogas, las enfermeras. No se están haciendo pruebas para la detección precoz. Y se están peloteando la bioseguridad, que es un asunto vital”, dice este médico con 35 años de trayectoria , que también hace parte del comité científico que evalúa el Covid-19 en el Valle.

Pero además de ser vehemente es también un médico amoroso con sus pacientes embarazadas. Por eso, en tiempos de cuarentena ha destinado un día a la semana para verlas en consultas de diez minutos, bioseguras, porque “hay cosas que no se resuelven con telemedicina y algunas ni siquiera tienen internet”.

Tampoco ha parado de traer niños al mundo. El pasado martes asistió dos partos desde primeras hora del día. Trabaja mucho y duerme poco. A sus pacientes siempre les contesta el teléfono, las saluda con un ‘mi amorch’ y se convierte en una especie de ángel de la guarda de por vida.
-“¿Cómo va nuestro hijo?”, “¿ya le dijiste a nuestro hijo que yo soy su papá?”, les pregunta con frecuencia para hacerlas sonreir.

Enciso ama su oficio. Y en sus palabras se le nota que lo vive con pasión: ”Nunca me ha dado miedo trabajar, porque lo nuestro no es una obligación, es una vocación”, dice.

De frente a la pandemia

“Amo ser médica. Creo que fue la mejor decisión que tomé en la vida. Y mientras pueda, estaré de frente a esta pandemia, porque mi profesión está en salvar vidas y la cumpliré, aunque me temo que en nuestro país, por el sistema de salud, no tengamos cómo reaccionar en lo más crítico”.

Ella es Marcela Barrios, médica general de 34 años que para ganarse la vida reparte su tiempo en dos trabajos: en las urgencias de una clínica del norte y en una empresa de atención domiciliaria. Ella hacía parte del turno de urgencias que el 23 de marzo recibió al paciente de 36 años con sobrepeso, problemas de tabaquismo y dificultad respiratoria. El guarda de seguridad de una discoteca que dos días después falleció en otro centro asistencial.

“Me preocupa que la prueba no se la quieren hacer a casi nadie, ni siquiera a los que han atendido pacientes positivos, entonces los datos están muy por debajo de lo que debe haber en realidad”, afirma.

Marcela, que vive con su mamá y sus dos hermanas, cuenta que cuando está en casa mantiene en su cuarto, no deja que nadie entre y cuando sale a los pasillos trata de estar alejada de las demás.

“La vida ha cambiado por donde se mire, por que aparte sentimos miedo de ser portadoras de la enfermedad y llevarla a nuestro hogar, donde hay personas con comorbilidades. Es indispensable que haya conciencia; que no solo nos den aplausos sino que nos brinden seguridad, no nos discriminen y haya toda la protección y respaldo para ejercer nuestra labor”.

Un ‘general’ de las urgencias

Susto y tristeza. Eso fue lo que sintió el doctor Carlos Alberto Robledo el día que se enteró de la muerte de su colega Óscar Tulio González Riascos, el pasado 15 de abril. González y el médico Jesús Antonio Cabrales son las dos víctimas del sector de la salud que hasta ahora deja el Covid-19 en la ciudad.

“El doctor González tenía 56 años, se contagió de manera inesperada. Estuvo quince días en cuidados intensivos. Era el hombre más amable, siendo muy serio. Hicimos algunas cosas de trabajo juntos. Era solidario. No fue una relación familiar, pero sí una relación muy cálida. Es muy triste irse sin poder despedirle”.

El impacto del fallecimiento de los colegas ha sido fuerte para el gremio médico local. Pero saben que deben seguir prestando su servicio y conservar la tranquilidad. El doctor Robledo, por ejemplo, que pasa gran parte de su vida en una sala de urgencias, al igual que su esposa, también médica, ha visto y analizado ya varios casos de coronavirus, junto con otros médicos; porque a los pacientes de este tipo los ven distintas disciplinas.

Así recuerda a la señora de Yumbo que fue la primera fallecida en Cali y que decían que la contagió su hija que venía de Cuba, pero al parecer el contagio provino de socializar con otras personas. O el de un periodista “que al principio tenía una fiebrecita, a los dos días tosió y a los cuatro ya estaba fregado”, permaneció varios días bajo observación y por fortuna se salvó. O el de un señor de 80 años al que le dio un infarto y mucha gente se congregó a su alrededor. Incluso, su hijo que venía de Chicago, no hizo la cuarentena y contagió a media familia de coronavirus. “Al señor del infarto le tocó volverse a hospitalizar. Al primo lo mandó a urgencias y casi se muere, a otro lo contagió y se aisló. Si la gente hiciera caso o se enterara, esas cosas no tendrían por qué pasar”.

También recuerda a un lotero que hacía masajes, en el rebusque, y así se contagió y murió.

“Tengo la sensación de que estamos muy preocupados porque Cali se desmadre, porque hay mucha falta de compromiso de varios sectores que la han tomado a la ligera. Y ellos no se enferman, pero le transmiten la infección al mayorcito, al obeso, al hipertenso... Esta enfermedad es de cuidado. Se puede llevar muy rápido al que la padece y aún desconocemos muchas cosas sobre ella”, dice este epidemiólogo que también aporta su conocimiento en el grupo de análisis de casos de ciudad.

El doctor Robledo, que esta noche tendrá turno de urgencias, cree en el poder de la reflexión. Por eso, junto a egresados del Berchmans, se conecta en ocasiones, en las noches, para orar y conversar. “Gracias a la medicina tengo otra experiencia de vida. No pienso mal de los otros, mi trabajo siempre ha sido atender personas en discapacidad, en la enfermedad, entonces, eso me ha servido para reafirmarme en lo que creo”.

La alegría de ver salir a los pacientes vivos

La primera paciente con Covid-19 que atendió el doctor Daniel Echeverri y su grupo médico fue el de una joven que venía de España, con un cuadro atípico, porque no presentó neumonía sino una inflamación en el corazón. Era un caso muy raro y tenía muy mal pronóstico.

El segundo caso correspondió a un adulto mayor que tuvo contacto con un Covid positivo, estaba en Unidad de Cuidados Intensivos en otra clínica y lo trasladaron a Dime, con mucha dificultad respiratoria. Ambos pacientes permanecieron entre 10 y 14 días en la institución. Salieron vivos y su despedida fue en medio de un camino de aplausos, como aquellas imágenes que aparecen de cuando en vez en redes sociales o en televisión y que nos devuelven la esperanza en medio de la crisis.

“Nos causó mucha alegría que los dos pacientes hayan salido vivos. Había mucho miedo. El espíritu de la clínica se unió. Y eso nos fortaleció”.
El doctor Echeverri es el coordinador de Epidemiología, Investigación y Docencia de Dime. Tiene 36 años y por efectos de la emergencia sus días comienzan a las 4:00 a.m., cuando recibe la primera llamada para contarle que algún paciente está ingresando o hay alguna duda que despejar con la protección personal de los médicos. Y la última llamada es a las 12 o 12:30 a.m, con las mismas inquietudes. “Es algo que nos ha tenido a todos en vela. El personal asistencial ha tenido mucha presión, pero todos lo han tomado con mucha valentía y calma. Hacer que el personal médico se sienta seguro es una prioridad”, afirma.

El médico Echeverri vive solo. Pero su mamá y toda su familia están muy pendientes de cómo se encuentra y le repiten que, por favor, se cuide. Su trabajo va de lunes a domingo. Su rutina normal es hacer contacto con las secretarías de Salud por los pacientes sospechosos; coordinar las pruebas que se toman y avisar a las EPS. Se hace ronda por servicios ingresados y otra para reforzar el estado y protección del personal.

“Cada paciente que llega nos deja una enseñanza para mejorar“, cuenta.
Sobre el miedo dice que trata de no pensar mucho en eso y que, en cambio, se ocupa de transmitir confianza y seguridad al médico de urgencias o al de la UCI para que se sientan confiados de lo que están haciendo.

Y a esta ciudad que a veces resulta un tanto indisciplinada, le envía este mensaje: “Fue una buena decisión alargar la cuarentena, pero después de que termine va a depender mucho de la ciudadanía, evitar el contacto, usar el tapabocas, lavarse las manos constantemente. Si la ciudadanía no se compromete, no va a servir de nada que nos hayamos preparado estos meses. Lo que estamos es ganando tiempo. Pero luego todo va a depender del comportamiento de cada persona y ahí está el reto”.

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