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Nancy Céspedes, Damaris Quiñónez, Alba Orejuela Salinas y Guillermo Rentería, parte del equipo de aseadores de la clínica. | Foto: Fotos: Aymer Andrés Álvarez - El País

CORONAVIRUS

Aseadores: los guerreros 'invisibles' en la batalla contra el covid-19

En la clínica Champagnat, ahora llamada Unidos por la Vida, 12 aseadores se encargan de eliminar al nuevo coronavirus, equipados con trajes especiales, desinfectantes poderosos y técnicas especializadas. Relato de trabajadores imprescindibles.

25 de octubre de 2020 Por: Santiago Cruz | Editor de Crónicas y Reportajes

Para dejar sin rastros de coronavirus cualquier superficie no solo se necesita ser valiente. También haber pasado por un curso especializado en técnicas de limpieza y desinfección. No se trata de estregar un trapo de cualquier forma, o el trapeador, o rociar alcohol. De ninguna manera. Los aseadores de la clínica Unidos por la Vida de Cali, donde solo se atienden pacientes enfermos de Covid-19, deben ser, después de los científicos y los médicos, las personas que más conocen al bicho proveniente de Wuhan, China.

Tal vez por eso guardan prudente distancia, al punto que la grabadora no alcanza a registrar con claridad sus voces. Por lo lejos donde se ubican, pero también por el tapabocas N95 que llevan puesto. Nancy Céspedes, 35 años, quien vive con su madre y sus dos hijos, explica que esa es la regla de oro de su trabajo: cuidarse a sí misma para cuidar a los demás, comenzando con el reportero.

Pese a que estamos en el ‘área limpia’ de la clínica, es decir donde no hay pacientes y tampoco personal médico, apenas una pequeña recepción, (y en donde todo está tan limpio que los pisos, las puertas de los ascensores y los pasamanos brillan) ella está vestida con gorro, gafas de seguridad, el tapabocas N95, una bata antifluidos, guantes y polainas. Solo se ven sus ojos, que delatan cierta timidez. No es frecuente, se explica con una sonrisa, que pese a la importancia de su trabajo, permanecer en la primerísima línea contra el Covid – 19, los periodistas entrevisten a los aseadores de los hospitales.

Nancy cuenta que comenzó a trabajar como aseadora de la misma manera en que la mayoría de sus compañeros: primero en casas de familias, en restaurantes, también fue niñera, hasta que la empresa Brillantex la reclutó en su personal. Fue cuando hizo el curso de limpieza y desinfección hospitalaria. También aprendió, íntegros, los protocolos a seguir contra el Covid–19.

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Hay, entonces, varias técnicas de limpieza. Una de ellas es llamada ‘arrastre’. Consiste en limpiar las superficies siempre de arriba hacia abajo, o de izquierda a derecha, en un solo sentido, “evitando el paso del paño varias veces por el mismo sitio”, con lo que se evita ensuciar el área ya desinfectada.

Otra técnica es la del ‘ocho’. Se utiliza para trapear el piso formando el número 8, asegurándose de que toda la superficie quede trapeada. O el zigzag, que se emplea para limpiar los equipos biomédicos.

— Otra regla de oro en nuestro oficio es asear desde lo más limpio hasta lo más contaminado. Así evitamos la proliferación de microorganismos a las zonas desinfectadas – apunta Guillermo Rentería, un bonaverense que acostumbraba a trabajar como conductor y que ahora es el único hombre entre el grupo de aseadores de la Clínica Unidos por la Vida. En la calle la llaman “la clínica del Covid”.

Barrer un hospital, y más en tiempos de pandemia, es otro asunto que requiere preparación. Por ejemplo, jamás se debe barrer en seco en las áreas de hospitalización, cirugía, laboratorios, pues los microrganismos podrían viajar a través del polvo. Se barre con un trapero humedecido con agua, jabón y solución desinfectante.

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Limpiar el polvo también requiere de todo un manual: remoción de partes bajas (bases de escritorios, de camas, patas de sillas), remoción de partes altas (ventanas, paredes, techos), remoción horizontal o vertical, lo que incluye limpieza de mesas, escritorios, mesones, “con movimientos paralelos y continuos”, algo que sabe muy bien Alba Orejuela Salinas, otras de las aseadoras.

Ella no solo se encarga desinfectar su casa de la misma manera en que lo hace en la clínica, sino que la sostiene enfrentando al coronavirus. Su esposo se quedó sin trabajo debido a la pandemia. Trabajaba en el circo de los Hermanos Gasca, y los circos permanecerán cerrados quién sabe hasta cuándo. El esposo de Alba montó por lo pronto una venta de pescado, “mientras esto pasa”.

Mientras esto pasa también se deben utilizar desinfectantes poderosos para erradicar el bicho de cualquier superficie. En las áreas donde hay “derrames de fluidos”, por decir algo sangre, se utiliza hipoclorito de sodio, un desinfectante de efecto rápido sobre una gran cantidad de microorganismos, que sin embargo se debe enjaguar pronto: no solo puede descolorar los objetos, también corroer los metales.

Las camillas y los equipos biomédicos se limpian en cambio con “desinfectantes de alto espectro”, a base de “amonios cuaternarios de quinta generación”, que son compuestos químicos eficaces contra virus, bacterias, hongos. Todo se refuerza, explica el coordinador de aseo, Jhon Jairo Enriquez, con un nebulizador, un aparato similar a una aspiradora que contiene amonio cuaternario y alcohol glicerinado.

— Es como el humo de las discotecas. El nebulizador esparce por todo el espacio el humo para desinfectar. Es un proceso que solo dura unos minutos.

No hay, por cierto, un horario específico para hacer la desinfección. Si en este momento ingresara un paciente con Covid - 19, los aseadores tendrían que ir detrás, a prudente distancia, desinfectando el área recorrida. Así que se trabaja las 24 horas, en distintos turnos.

Damaris Quiñónez, tez morena, 36 años – aunque sus facciones la hacen ver con diez años menos – explica que hay tres momentos de su trabajo en los que hay que tomar medidas extra de protección: cuando se ingresa a la Unidad de Cuidados Intensivos a hacer la desinfección; cuando se ingresa a uno de los cubículos de hospitalización después de que se le da salida a un paciente; cuando se limpia la morgue una vez retiran un cadáver.

—En esos casos debemos usar los trajes de alta seguridad – interviene Nancy Céspedes, y entre todos, antes de entrar a esos lugares, se cuidan, cerciorándose de que el equipo esté bien puesto.

Además es inevitable negarlo, agregan: el miedo al virus era algo a lo que también debían enfrentar. En apenas tres meses de funcionamiento de la clínica, ingresaron 180 pacientes con Covid - 19. Eso les certificó que allá afuera, en la calle, hay muchos equivocados. Los que todavía dicen que la pandemia es una mentira. Así sea a la distancia, los aseadores han visto pacientes agonizando, o volteados boca abajo en sus cubículos para respirar mejor, lo que deja algunas enseñanzas. Como valorar a los seres queridos, disfrutar, mientras se pueda, a la familia. Celebrar la salud, la vida. Es lo que hacen cada que ven a un paciente que sale de la clínica respirando con normalidad. Con el paso de los días lograron enfrentar el virus con respeto, “mas no con miedo”.

— Yo no trabajo con temor. Porque a lo mejor trabajando con miedo se me bajan las defensas y más rápido se contagia uno. Es un tema psicológico. Trabajo con mucho amor – dice Guillermo Rentería, que además de desinfectar la morgue, las escaleras desde el piso quinto hasta el primero, así como pasamanos y paredes, se encarga de separar la ropa que utiliza todo el personal médico y de aseo, pesarla, y enviarla a la lavandería. También transporta los residuos hospitalarios, siempre en bolsas rojas, hasta la unidad donde los recogen cada martes, jueves y sábados.

Por ahora ninguno de los aseadores de la clínica Unidos por la Vida se ha contagiado del nuevo coronavirus. Apenas pasaron un susto hace unas semanas. Le ocurrió a Alba. Ella llegó a su casa después del turno de 8 horas, y comenzó a sentirse mal. Tenía dolor de cabeza, malestar general, lo que la alarmó. Cuando informó los síntomas le dijeron que debía practicarse de inmediato la prueba del Covid – 19. Mientras llegó el resultado estuvo aislada, aunque Alba, al cuarto día, ya se sentía regia. La prueba dio negativa.

Sandra Villamil, la directora administrativa de la clínica, dice que la base de la protección de la entidad son los aseadores, “así que dentro del nivel de cuidados que se le brindan al personal, se llevan el primer lugar”.
— Sin la labor de los aseadores sería imposible que los médicos atendieran la pandemia. Con su trabajo protegen a los pacientes, a sus acompañantes, a los especialistas, a los administrativos. Sin ellos no podríamos trabajar, por eso los cuidamos con los mejores implementos y protocolos.

Sus familias también los cuidan. Alba dice a carcajadas que cada que llega a su casa, su nieto tiene listo un frasco de alcohol que le aplica en la ropa a manera de loción. También un par de zapatos cómodos en la puerta. Nancy agrega que no es suficiente seguir al pie de la letra las medidas de bioseguridad; siempre será necesario encomendarse a la protección divina. Para enfrentar al Covid – 19 a diario sugiere creer en un poder superior.

En WhatsApp tiene una foto con un pasaje de la Biblia resaltado en amarillo que dice: “si yo cierro el cielo para que no llueva, si yo mando a la langosta devorar la tierra, o envío la peste contra mi pueblo; y mi pueblo, sobre el cuál es invocado mi Nombre, se humilla rezando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, yo entonces los oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra”.

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