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Gustavo Rodríguez lleva 25 años dedicado a la literatura. En su novela buscó presentar la dignidad que existe en el paso hacia la muerte. | Foto: Foto Colprensa

Gustavo Rodríguez ganó el Premio Alfaguara con una novela tragicómica de la vejez

Con ‘Cien Cuyes’, novela tragicómica de las sociedades actuales, longevas y hostiles, Gustavo Rodríguez ganó el Premio Alfaguara.

23 de enero de 2023 Por: Elpais.com.co

Una novela tragicómica, situada en la Lima de hoy, que refleja uno de los grandes conflictos de nuestro tiempo: somos sociedades cada vez más longevas y cada vez más hostiles con la gente. Paradoja que Gustavo Rodríguez aborda con destreza y humor. Un libro conmovedor cuyos protagonistas cuidan, son cuidados y defienden la dignidad hasta sus últimas consecuencias”, describe el Acta del Jurado del Premio Alfaguara, que este año lo recibe el escritor peruano Gustavo Rodríguez por su novela ‘Cien Cuyes’.

Dicha obra será lanzada a finales del mes de marzo y seguramente tendrá un lanzamiento especial dentro de la programación de la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

Con un galardón dotado con 175 mil dólares y una escultura de Martín Chirino, ‘Cien Cuyes’, se destacó entre los 706 manuscritos que se presentaron en la convocatoria, de los cuales 296 fueron remitidos desde España, 112 desde Argentina, 99 provenían de México y 81, de Colombia.

Gustavo Rodríguez de 54 años de edad, tras una brillante carrera en la publicidad decidió entregarse a la escritura hace 25 años, publicando novelas como ‘La furia de Aquiles’, ‘La risa de tu madre’, ‘La semana tiene siete mujeres’, ‘Cocinero en su tinta’, ‘República de La Papaya’, ‘Te escribí mañana’ y ‘Madrugada’, entre otras.

Ahora, en ‘Cien Cuyes’, traslada al lector a un barrio residencial de Lima con vista al mar, a la casa de unos ancianos de clase acomodada que cuentan con la compañía de una mujer con grandes necesidades económicas que busca dinero para comprar diez cuyes o conejos de indias, y con ello, empezar una nueva vida.

En ‘Cien cuyes’ se dan la mano la soledad y el encuentro, las diferencias de clase y la capacidad de empatizar por encima de estas, la incertidumbre ante el futuro y la tercera edad, el final de la familia y la dependencia. Y por encima de todo, plantea la necesidad humana tan esencial de encontrarle un sentido a la vida.

¿Qué tienen en común ‘Madrugada’, su anterior novela, y ‘Cien Cuyes’?
Creo que tienen en común que ambas se desarrollan en una Lima contemporánea, llena de conflicto, de racismo y clasismo. Con respecto a los personajes, sí creo que hay un puente entre Trinidad, la protagonista de ‘Madrugada’, esta mujer mestiza de provincia, emprendedora que se enfrenta a su propia muerte, y la protagonista de ‘Cien Cuyes’, que igualmente es mestiza, no limeña, que se enfrenta a la vida, pero en especial a la muerte de la gente que tiene que cuidar.
Sí existen estos vasos comunicantes. Creo que es mi reivindicación hacia la mujer peruana, latinoamericana, que tiene que salir adelante desde el fondo de la pirámide para alcanzar lo más parecido a la plenitud.

¿Qué tanto dialoga esta novela con la rica tradición literaria del Perú?
Me gustaría que eso lo respondieran los lectores o los críticos, porque soy pésimo autodiagnosticador de mi obra. Sin embargo, me atrevo a decir que la vertiente más conocida de la literatura peruana es el realismo urbano, y en mi novela el reto adicional es tratar temas distintos que antes no habían sido tocado.


En la construcción de la novela, ¿qué le costó más resolver?
Me considero un autor muy intuitivo, por eso siento que soy un animal que escribe, por lo que la aproximación al cuerpo no la tenía muy consciente, pero sí del tono que debía tener. Una novela puede caerse por distintos factores, como el lenguaje, las historias y ciertas incoherencias, pero el tono hace que la novela tenga el factor X, por lo que estuve muy atento a él, siempre con el cuidado de no terminar siendo muy cursi.

¿Por qué ese temor?
Era una posibilidad al hablar de ancianos solos llenos de sus recuerdos, hablando de la muerte, de las despedidas, puede ser melodramático. El uso del humor negro ayudó a contrarrestar la cursilería.


¿Cómo fue el trabajo del dolor para replicarlo en la construcción de una novela?
Hay dos dimensiones para responder esa pregunta. La primera tiene que ver con los kilómetros que llevamos andados en la vida, más cuando pasamos los 50 años, nuestros mentores empiezan a desaparecer, muchos de ellos solos, lo cual genera en sí, una atmósfera propia cuando hablas de la vida en general. Lo segundo, tiene que ver que últimamente la muerte ha rondado mi casa, con el fallecimiento de mi suegro, que fue un trance que me sirvió para materializar todos estos pensamientos que venía teniendo.

¿Todo un trabajo sobre la memoria?
Creo que surge sin pensarlo, que parece sin querer, pero en realidad es producto de pensamientos y años de reflexiones, con los insumos que te da la vida. Para mí, la memoria es la materia prima de todo escritor, de donde sacas todo tipo de temas. En todas mis novelas todos los personajes recuerdan siempre y reflexionan sobre ello.

¿Qué lo lleva a escribir?
Lo que me lleva a escribir es el deseo interno de compartir lo que pienso, lo que siento, sea desde la ficción o la no ficción. No existe buen comunicador si no ha desarrollado el sentido de la empatía.

¿El humor está presente a lo largo de toda su obra?

Una de las cosas que me ha preocupado a lo largo de los años, es cuando me dicen: “me he divertido mucho con tu novela”, y no sé cuándo se dictaminó que la cultura tenía que ser aburrida, lo que me hacía entrar en conflicto, porque la gente se divertía aún cuando el tema fuera muy violento, eso me generaba un sinsabor.

¿Cómo trabajar el tema de la lectura en una sociedad como la
occidental?
La muerte en países como Perú siempre se quiere esquivar, se bromea poco sobre ella, y la aproximación va por otro camino, por medio de la violencia que va en aumento en nuestros países. Parece que la única manera de hablar sobre la muerte en nuestras sociedades es a través de los asesinatos y no sobre el proceso natural de llegar a ella, lo cual es muy triste. Quizás es una de las fuertes razones que me llevaron a escribir esta novela.

Dato relevante
Desde el año 2006, cuando Santiago Roncagliolo logró este galardón con ‘Abril Rojo’, un escritor peruano no lograba el premio Alfaguara de Novela.

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