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El grupo Sordos Marcando el Paso lo integran 20 bailarines, dirigidos por el profesor Jhon Freddy Castañeda Castañeda. Ensayan todos los domingos en un local de la Avenida Tercera Norte de Cali, y su próxima presentación será el 21 de noviembre en el Teatro al Aire Libre Los Cristales. | Foto: José Luis Guzmán / El País

SORDOS

El grupo de danza folclórica caleño que derriba estereotipos

En Cali se encuentra uno de los pocos grupos profesionales de danza folclórica en el mundo integrado por bailarines sordos. Su objetivo, más allá de ganar concursos, es tumbar las barreras que les impone una sociedad excluyente.

14 de noviembre de 2021 Por: Santiago Cruz Hoyos / Editor de Crónicas de El País

Es domingo, en la mañana. En un local ubicado en un segundo piso de la Avenida Tercera Norte de Cali, 20 jóvenes bailan cumbia. Sin embargo, no se escucha la canción que ensayan, ‘Checumbia’, de Checo Acosta.

— Tuve un problema con el cable del equipo de sonido. Pero con ‘ellos’, no hay problema – dice John Freddy Castañeda Castañeda, el profesor de baile.

Con ‘ellos’ se refiere a uno de los pocos grupos profesionales de danza folclórica en el mundo integrado por bailarines sordos.

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El profesor John Freddy Castañeda estudió gerontología. Él nació en Cali hace 47 años y desde siempre fue muy apegado a su abuela, Lilia, que en paz descanse. Era una campesina guerrera que lo aconsejaba contándole historias. Cuando Lilia se reunía con sus amigas, a John Freddy le gustaba acompañarlas porque también le daban consejos sabios mientras relataban anécdotas. En cambio, cuando compartía con sus amigos, sentía que no aprendía nada sobre la vida.

— Me gusta estar rodeado de gente mayor, rodeado de conocimiento.

Una vez se graduó de gerontología y consiguió su primer empleo, le dieron una bata y le asignaron un escritorio. Su trabajo consistía en llenar formatos: ¿cuál es su nombre?; ¿cuántos años tiene?; ¿qué enfermedades sufre?, les preguntaba a las personas de la tercera edad que se sentaban en su despacho y lo llamaban ‘doctor’. John Freddy apenas duró un mes en esa labor. Llenar formatos no le aporta nada a la gente, se dijo, y renunció.

En ese entonces estudiaba teatro en la Universidad Obrera. Una profesora, Esperanza Ríos, le pidió ayuda urgente: necesitaba un bailarín para una presentación. John respondió que era pésimo bailando, y menos cumbia, algo de lo que no tenía idea, pero la profesora le imploró que fuera al ensayo, por lo que no tuvo otra opción. Son esas cosas del destino: le gustó tanto lo que vivió aquella tarde, que unos días después se retiró de teatro para matricularse en danzas en el Instituto Popular de Cultura.

— Tuve la oportunidad de conocer Europa gracias a la danza. Y soy feliz con lo que hago. Somos pocos los que podemos decir que nos pagan por hacer lo que nos apasiona. En mi caso mezclo la gerontología, con la danza – dice mientras, al frente, los bailarines sordos continúan ensayando, empapados de sudor.

John Freddy es el fundador y director de la Fundación Artística y Cultural Colombia Vibra, integrada inicialmente por bailarines entre los 60 y los 80 años. El grupo recorre el departamento presentándose en festivales del Adulto Mayor, en el Carnaval del Cali Viejo de la Feria de Cali, en bienales de danza, en el Encuentro Mercedes Montaño, y para financiarse hacen desde rifas hasta venta de lechonas o tamales porque no cuentan con ningún apoyo estatal.

Como son un grupo profesional, deben ensayar cada semana. Ni siquiera la pandemia del coronavirus los detuvo. La mayoría de las integrantes del grupo son señoras pensionadas, así que aprendieron a utilizar Zoom con ayuda de sus hijos o nietos para seguir bailando de manera virtual. Incluso se presentaron en un festival que se transmitió por Internet.

Según la Federación Mundial de Sordos, más de 70 millones de personas en el mundo padecen sordera.

En una ocasión, un par de años antes de la pandemia, mientras practicaban en el parque recreacional del barrio Cañaverales, se acercaron algunas vecinas y le pidieron a John Freddy que les ensañara a bailar a sus hijos. Él no le vio problema. Tampoco le vio inconveniente a lo que le aclararon enseguida: “son niños especiales”.

En total eran seis niños, algunos con síndrome de Down, o con el síndrome de Williams, o con autismo. A John Freddy se le ocurrió armar un segundo grupo de baile en la fundación, solo que conformado por bailarines con discapacidad cognitiva. Se llama Colombia Vibra Especial, y ahora lo integran 30 bailarines.

— Algunos papás me han dicho que lo que han logrado sus hijos con el grupo de danza no lo habían alcanzado después de años de asistir a terapia todos los días – dice, y le hace una seña a los bailarines sordos para que cambien de paso.

Con las personas sordas comenzó a trabajar de casualidad. Sucedió cuando lo llamaron de un colegio donde requerían un profesor de baile. John Freddy pensó que se encontraba ante los alumnos más juiciosos del mundo. No decían nada. La rectora, Liliana Zuluaga, le explicó que debía preparar a los estudiantes para participar en el Día Blanco que se celebra cada 10 octubre, una fecha en la que los niños y jóvenes con alguna discapacidad se reúnen a demostrar sus habilidades. El concurso de baile era en Bogotá y John Freddy aceptó de inmediato.

Cuando le presentaron al grupo que debía entrenar, sin embargo, se sorprendió. Todos seguían sin ni siquiera musitar. En cambio le hacían señas. En el momento en el que la rectora mencionó la palabra ‘discapacidad’, no asumió que se trataba de niños sordos. John Freddy le dijo que no podía aceptar el trabajo.

— Si es difícil enseñarle a bailar a una persona que escucha, no me imagino cómo sería hacerlo con alguien que no oye. ¿Cómo seguir el ritmo, el acento, de la música?

La rectora le explicó que con él ya eran tres los profesores que no aceptaban el puesto, y le propuso que se lo pensara unos días. También le prestó un libro sobre el lenguaje de señas. Cuando terminó de leerlo en su casa, John Freddy la llamó para decirle que aceptaba con la condición de contar con un intérprete.

Durante dos meses preparó al grupo para presentarse en el Día Blanco. Montaron una pulla. Los estudiantes bailaron con tal destreza, que no solo ganaron el primer puesto del concurso: el jurado llegó a dudar que se trataba de bailarines sordos por la precisión con la que seguían la música, y le pidieron a una fonoaudióloga que lo comprobara.

En el colegio, el Instituto de Terapia Especial de los Sentidos, Ites, el profe y sus muchachos fueron recibidos con honores.

— Ese es el inicio de Sordos Marcando el Paso, el tercer grupo de bailarines de la Fundación Colombia Vibra. En el Ites les enseño danza desde transición hasta quinto de primaria y ganamos muchos premios en intercolegiados de arte, compitiendo con grupos conformados por bailarines oyentes. Hace dos años una alumna, Beatriz Quiroga, me dijo que le gustaría seguir bailando cuando acabara el colegio y que quería invitar a amigos sordos a hacerlo. Me gustó la idea. Ella comenzó a convocar a los egresados del Ites y llegaron 35 bailarines. Entre otros eventos, participamos en el Encuentro de Danzas Folclóricas Mercedes Montaño compitiendo con oyentes. Ahora nos preparamos para presentarnos en el Teatro al Aire Libre Los Cristales el 21 de noviembre – dice John Freddy justo cuando los bailarines se toman un descanso.

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Beatriz Quiroga hace la seña de una banda presidencial sobre su pecho.

Con ello indica que es la presidenta del grupo de baile Sordos Marcando el Paso. De lunes a viernes ella trabaja en una empresa como auxiliar de archivo, y los domingos los dedica a practicar danza. — La música la siento a través de las vibraciones que llegan a mi cuerpo, a veces me erizo, y cuando bailo soy feliz. Sé que no escucho, por supuesto, soy sorda de nacimiento, pero siento la energía de la música, la vibración en mi pecho. Es una sensación muy especial. Cuando está muy fuerte el sonido me genera incomodidad, en ocasiones mis oídos me duelen, por eso la música debe colocarse en un tono suave. Y aprendemos viendo bailar a los oyentes. Lo visual y la memoria de lo que vemos es fundamental para nosotros, ya que debemos estar en constante atención: observar y recordar lo que se nos enseña o comunica – dice Beatriz haciendo las respectivas señas con sus manos, y el profesor John Freddy traduce.

Las personas sordas perciben las vibraciones y las sensaciones acústicas. Por ello pueden seguir perfectamente el ritmo de la música. Sobre todo si están en un escenario de tablas, de madera, como el Teatro Jorge Isaacs o el Municipal; sienten las vibraciones en el piso. Pero no es la única manera. En el salón donde ensayan este domingo el suelo es de baldosas blancas, y además, como ya se mencionó, no hay música debido a un daño en el equipo de sonido.

— También bailan apelando a la memoria — explica John Freddy.

Al principio él creó un lenguaje de señas que traducía los pasos de baile. Se inventó una seña, por ejemplo, para indicarles cuándo debían hacer una fila en el escenario, o cuándo debían ir rápido, o suave, o hacer un círculo. Se ubicaba al frente, como un director de orquesta, y los bailarines danzaban mirando sus indicaciones. El profesor era la música. Si se equivocaba con una seña, los bailarines también.

Entonces John Freddy se propuso que bailaran sin su guía. Cuando se los dijo, todos se asustaron, pero suspiraron aliviados tras explicarles el método: la música tiene un conteo musical, les dijo. Hay estrofas de cuatro tiempos, de seis, de ocho, de 16, de 32. Así que, por ejemplo, un primer desplazamiento es de 8 tiempos, el siguiente de 4, el otro de 32. En otras palabras, los bailarines sordos se aprenden las secuencias de los pasos que deben dar. Es un trabajo mental exigente. De alguna manera,
también, es bailar con el corazón.

— Nuestro objetivo fundamental es que las personas sordas que integran el grupo de danza logren muchas habilidades, no solo en el baile, sino también formación humana de liderazgo para hacernos profesionales a futuro en alguna carrera o como bailarines. Porque realmente es complejo el tema de la inclusión en Cali, a la ciudad le falta más concientización sobre las diferentes discapacidades, no solo con la auditiva. Cali debe generar y promocionar actividades culturales y tener en cuenta la necesidad de cada persona; a veces el contexto o la sociedad limita a la persona sorda, por eso es difícil lograr una integración en la sociedad, y es lo que queremos ayudar a lograr en el escenario – dice Beatriz Quiroga con el lenguaje de señas, y sus compañeros la aplauden con el lenguaje de señas. Alzan las manos y las mueven de un lado a otro.

La Danza de Mil Manos es uno de los espectáculos artísticos más conocidos de China y a nivel mundial. Lo ejecutan 88 bailarines sordos que forman parte de la Compañía China de Artistas con Discapacidad.

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